Una locura pospuesta ―No me pidas eso Emi ―me reclamó él dejándome en claro que no le hacía gracia que le hablase en esos términos. Yo suspiré atreviéndome a esgrimir una sonrisa delicada, pero cargada, de pesar que me esforcé inmensamente en disimular. ―Tengo que hacerlo. Ese día en el altar la tomaste como esposa y aunque no se las razones que te llevaron a cometer esa locura, tú asumiste una responsabilidad con ella y, te guste o no, debes velar por su bienestar. Cristian se me quedó viendo y un poco más atrás, también Arthur. Tal vez ellos aún no terminaban de entender que yo podía parecer una niña en el exterior, pero no tenían una menor idea de toda la carga de madurez que me había visto obligada a soportar para poder hacer llevadero mi paso en ese mundo cruel que me había tocado para mí. Arthur asintió sin decir nada. Yo estaba segura de que él no era gustoso de tener que apoyarme en aquello, pero él, como un hombre acostumbrado al sentido del deber, sabía que en ese caso e
La difícil decisión.Arthur cumplió con lo que el señor Cavill le había pedido. La devoción de Arthur para con su jefe parecía ser igual a la que mi cuerpo le rendía a las palabras de ese sujeto. Para lograr convencerle de que necesitaba estar a solas y que no necesitaba su compañía, me costó muchísimo. Tuve que recurrir a retórica barata para lograr alejarlo de mí. Tuve que decirle que necesitaba tiempo a solas para sopesar una difícil decisión que debía tomar respecto a mi vida y a lo que respectaba al señor Cavill. El chofer dudó un poco, por lo que tuve que terminar de convencerle con otro par de argumentos:―Sabes que él te necesita en este momento. El asunto con su esposa, Rebeca, es algo con lo que él no logra lidiar a la perfección, ahora mismo él necesita a su lado a una voz que le permita accionar con lógica y razón; tú eres esa voz en la vida de él, Arthur.El chofer dudó un poco ante mis palabras, por lo que tuve que valerme de un dejo de plena intensidad para conminarle a
Un pequeño recordatorioEl mundo se me vino encima al ver ese par de ojos llenos de lascivia contemplándome a no más de unos cinco metros.Como había llegado ese sujeto a estar tan cerca de mí sin que yo me hubiese percatado de ello, fue algo que me dejó anonadada y consciente de que Arthur tenía razón en su forma de preocuparse. Quizás él no estaba enterado de lo que ocurría, pero de alguna manera debía olerse el asunto en el que estaba yo involucrada, por lo que se mostraba tan desconfiado. ¡Cuanto me recriminé el haberle pedido partir en ese preciso momento!― ¿Qué haces tú aquí? ―le recriminé de inmediato con un tono de voz que de manera inconsciente dejaba entrever el nerviosismo que me gobernaba.Owen sonrió con desparpajo, como si disfrutase provocar en mí esa reacción. El malnacido dio un paso para acercarse a mí, ocasionando que por un autorreflejo yo me hiciera hacia atrás, no dándome cuenta de que mis pies habían terminado metidos en el agua.― ¿A caso es necesario todo est
A la ocho en puntoA las ocho en punto, todo fue tal como él lo había dicho. Yo no había querido pensar más en el asunto. No podía hacerlo sin correr el riesgo de perder la cabeza. Para cuando todo ocurrió ya eran un poco más de las cuatro de la tarde, por lo que me fue posible pedirle a Ana que se ocupase de David para tomarme un tiempo para reflexionar en varias cosas. Ella por supuesto que se tomó de mala gana el secretismo de mi parte, pero al haberle prometido que le explicaría todo a su momento, ella accedió y me dejó libre, no sin antes darme un par de recomendaciones respecto a la vestimenta que debía utilizar para esa noche.Así logré bloquear mi mente y no pensar en nada hasta que no estuviese de frente a él, Arthur en ese instante me estaba llevando en el mismo coche donde todo había iniciado y yo aún no lograba decidirme si de verdad me estaba ocurriendo aquello.Yo sabía que lo que había pensado esa tarde era cierto todo, pero aquello amenaza de Owen se sentía tan cercana
Temblor― ¿Dónde nos hemos quedado? ―me preguntó con ese hilo de voz tan varonil que lograba conminar hasta las fuerzas más ocultas de mi cuerpo.No podía estar pensando cabalmente mientras ese par de pozos de azul profundo me vigilaban con tal intensidad. Él era el fuego y yo un simple papel a su paso listo para ser consumido en un segundo.―La verdad es que no sé… ni siquiera entiendo el sentido de todo esto.― ¿De verdad? ―se echó a reír el señor Cavill después de escucharme con una excusa de esas dimensiones―… ¿Entonces de verdad hace falta que vuelva a decirte que eres la mujer a la que amo y con quien quiero esclarecer todo para intentarlo de nuevo?Yo me sentí superada en ese instante, por lo que tuve que mover con énfasis mi cabeza para no permitir que sus palabras cargadas de verdad me empujasen a un terreno de plena vulnerabilidad.―Por favor, señor Cavill, usted es un hombre casado y yo soy una mujer con responsabilidades, no soy una adolescente que puede ir por la vida cre
Verdades mal dichas.La luz volvió a materializarse frente a mí en una imagen que me resultaba bastante familiar, de algún sitio sentía que ya había experimentado algo muy parecido a lo que sentía en ese entonces. Los mismos dolores de cabeza y de espalda, así como la misma sensación de desasosiego cuando la visión de un lugar inesperado se materializaba frente a mí. Imágenes borrosas y sonidos lejanos, como siguiendo la vía inversa de lo que había sido antes de sucumbir a la debilidad, me hacía percibir el entorno que me rodeaba de una forma única y bastante abstracta, como si percibiera todo desde otro punto de vista ajeno al mío, como si yo no fuese yo.De a poco logré concretar pensamientos certeros y coherentes, de repente las cosas tenían un nombre y una definición. La pared era pared y la camilla era camilla y yo era Emily. De a poco comenzaba a entender que me había vuelto a desmayar como la última vez.Muros de blanco impecable y sonidos de instrumentos que marcaban en monito
Mentiras que hieren―Las cuentas cuadran, ¿no es así? El señor Cavill asintió al escucharme afirmar aquello, aunque yo lo había dicho con más rabia y dolor que seguridad. Me quemaban las palabras que estaba por decir, pero solo estaba siendo un autómata: una estúpida que no tenía el valor de enfrentar al peligro y hacerle cara al mal; temía perder a mi hermano y que fuese por mi culpa, solo servía para acrecentar el terror indecible que me inundaba de solo pensar en ello. Si las amenazas fuesen en mi contra, no hubiese resentido en lo absoluto en poder defender la verdad a como diere lugar, pero era a mi hermano y la de él era una vida con la cual no estaba dispuesta negociar. ―En ese caso solo existirían dos posibilidades ―sentenció él sin dejar de verme a los ojos ahora que se había dado cuenta de que estaba completamente decidida a hablar. ― ¿Dos posibilidades?… no entiendo. ―Es sencillo ―me dijo con desparpajo y un po
Ayuda no solicitada ― ¿Por qué lo hiciste? Con rabia le planteé la pregunta que me hervía la sangre de manera insoportable ahora que había visto al señor Cavill desaparecer tras la puerta. Sabía bien que él había actuado de manera astuta y que había salvado mi pellejo de cierta manera asumiendo el riesgo al decir aquella mentira, pero no me cabía en la cabeza el poder entender cómo es que había sido capaz de atreverse a algo así sin siquiera haber tenido la gentileza de preguntarlo antes de atreverse a decir aquello. ―Si no querías decirle la verdad, esa era la única manera… era preferible que tu hijo tuviese un padre ficticio antes que decirle que él no era el padre y engañarlo con palabras vacías… las mentiras son más creíbles cuando son detalladas. ― ¿Y desde cuándo diablos eres un experto en mentiras? ―la inconformidad me hacía hablar con mucha bronca a pesar de que no podía estar molesta con nadie que no fuese yo mis