Oportunidades de vidaLa vida me estaba sonriendo, aunque fuese por lo menos por un instante, pues los guardias al darse cuenta de la forma en que el jefe de seguridad y chofer del jefe se dirigía a mí, palidecieron de la impresión y se apresuraron a comunicar su confusión, explicando que no habían autorizado mi ingreso por miedo a importunar los planes de los señores de la casa. “Los señores de la casa” fue una frase que se me atrabancó en el alma apenas la escuché de boca de uno de esos sujetos que, según me explicó Arthur tiempo después, eran empleados contratados por la rubia como parte de sus ínfulas de grandeza que le hacían imaginarse como una princesa de cuentos de hadas necesitando todo un séquito entregado por entero a su protección y cuidado. El asunto me parecía un absurdo, pero no había forma de que yo me ocupase en ello sin antes no procurar llegar a mi meta: Arthur estaba de mi parte y para ello estaba dispuesto a todo. El tramo de carretera pavimentada que iba desde e
Territorio enemigoRebeca se quedó muda, estática, como fuera de sí. Ella aún parecía estar esperando que Cristian me hablase para echarme en cara una extensión de ese odio que seguramente ella busca sembrarle con inyecciones malintencionadas desde que se había ido a vivir con él. Por eso su expresión de asombro y desconcierto quedó para la historia cuando escuchó a quien era su marido dirigiéndome la palabra, no para recriminarme nada, ni echarme de su casa, sino para captar la propuesta que yo le estaba haciendo. No me llenaba de felicidad aquello de saber que lo que Cristian sentía por mí iba más allá de cualquier rencor o rabia, pero si me daba una especie de satisfacción saber que lo mismo que yo sentía por él, él lo sentía por mí y es que no hubiese existido fuerza en el mundo que hubiese podido alejarme de él más que aquella que la maldad del corazón de Martins había empleado para arrancarme de su lado todo ese tiempo y eso era el amor y la vocación de protección que sentía por
Auge y caídaCaía de mi pedestal, pero al final, llegué a los brazos del amor de mi vida. Un dolor agudo y punzante me acuchillaba la espalda, al mismo tiempo una sensación convulsa me hacía sentir mi abdomen como empujado desde adentro. Las lágrimas salían de mis ojos como por un automatismo premeditado para expresarse cuando el dolor se hacía verdaderamente insoportable. Las circunstancias estaban dadas en aquel momento para llorar y sentirse mal, pero ahora que estaba en brazos del hombre al que amaba, aunque él también lloraba, yo solo podía sentirme llena de valor y satisfacción.― ¡Emi resiste por favor! ―me suplicaba él con lágrimas en los ojos. En su rostro se descubría la frustración que aquello le debía significar, nadie podía ser tan desgraciado como para que le ocurriese algo como aquello, pero parecía que mi mala fortuna estaba decidida a hacerme sufrir si es que quería encontrar la felicidad al final del túnel― ¡Arthur, por todos los cielos, llama la ambulancia!Las pal
¿Cómo es posible?¿No que la tercera era la vencida? Por lo menos eso era lo que siempre había escuchado y que muchas veces repetíamos en la vida como una salmodia de una sabiduría ancestral que se hacía eco de verdades que no habíamos comprobado, pero que dábamos por ciertas a pesar de la falta de pruebas. Mi aparente terquedad que me llevaba a reincidir en caminos inciertos que devenían todos hacia una habitación de hospital después de tropiezos en el andar, estaban signando mi proceder con un patrón que se podía volver tedioso y repetitivo. Dos desmayos fortuitos y un accidente leve en el coche eran los antecedentes de ese historial que se acumulaba en el trascurso de no más de tres semanas. Un tiempo de caos y locura, pero sobre todo de llevar al límite, mi cuerpo extenuado por situaciones de intensidad y pesar. Mi mente vagaba a pleno en un mar de lechosa oscuridad. Pristina soledad que me sumía en una sensación de incorporeidad donde límites difus
Nota del autor.Fue una decisión bastante compleja, la de dividir en tres partes, lo que en realidad era una sola historia, sé que posiblemente sea un poco complejo el tener que saltar a otra novela para poder descubrir el desenlace de la historia, pero les aseguro, con el corazón en la mano, que vale totalmente la pena. Fue una decisión que me dejó muy feliz, pues las tres partes, como sus respectivos títulos lo indican, muestran el avance progresivo de nuestra Emi a lo largo de toda la historia.Si en «Sometida por obligación» tuvimos a una Emi que a más de uno nos mantuvo comiéndonos las uñas por su pasividad, les aseguro que en la tercera y última parte de esta trilogía, esto quedará en el pasado, llegará su momento para brillar y cobrar venganza de todos los que se quisieron valer de ella. «Sometida por placer», nombre que me costó escoger, es la oportunidad para que nuestra protagonista alcance sus triunfos y victorias personales, solo si es capaz de entender de una buena vez, q
PrefacioÉlSu nombre era grande, al igual que su persona. No había forma de que una pluma endeble como yo no fuese llevada por un huracán como lo era él.El poema no puede ser poema si no hay dolor y conflicto, pues aun en medio de la alegría, el poeta logra descubrir lo marchito.Así fue que conocí que él era el amor de mi vida: De desconocidos a socios, de extraños a confidentes, de enemigos a amantes. La de nosotros había sido la historia de la locura convertida en realización. El acercamiento de dos polos opuestos a punto de una colisión inevitable con la fuerza suficiente para destruir todas las verdades de mi corazón. No había defensa, no había necesidad, mi mundo entero había sido entregado a los pies del señor Cavill. No había manera de negarlo ni de ocultarlo. Yo le pertenecía completamente a él, no había como disimularlo. El simple sonido de su voz servía para desmoronar lo más férreo de mi voluntad y echar por tierra cualquier disposición de mi corazón. El roce de su piel
Visita del pasadoLas lágrimas habían brotado a borbotones lavando mi rostro del dolor y de la angustia de una vida vivida al límite de las emociones, donde la vida ya no era vida y el dolor se hacía cada vez más agudo. Era mi tercera visita al cementerio desde que nos habíamos mudado al pueblo.Frente a ese par de lápidas adornadas con los nombres de nuestros padres con letras escritas con firuletes rimbombantes, me quedé un buen rato, dejando que las lágrimas se llevaran lo más que pudieran de mi dolor, pero mientras más lloraba, extrañamente, más me dolía.La mañana aún era joven, por lo que la mayoría de las personas en el pueblo se hallaban metidas en sus cosas de manera oportuna. Aquel cementerio estaba presto en su soledad a mi estera disposición, para que llorase a gusto, sin temor a nada, como lo hacía cada vez que visitaba las dos tumbas gemelas debajo del gran roble.En el par de meses que llevábamos en el pueblo ya habíamos pasado el proceso inicial de las saludes y sorpre
Confusiones y explicacionesEthan me ayudó a subir a la enorme camioneta que él conducía. El frío era demasiado en esa época del año, y el pueblo al estar tan cerca de las montañas era más golpeado por las inclemencias del clima. Una vez dentro de la camioneta, al fin volví a sentir mis dedos que se habían entumecido de tanto secar las lágrimas congeladas de mi rostro.Él había estacionado en la calle justo al frente del cementerio y me explicó cómo había permanecido casi una hora esperando en la entrada del lugar mientras yo regresaba. El asunto me pareció chistoso de cierta manera, pero me llevó a una pregunta lógica.― ¿Y por qué no me hablaste antes de que entrara allí?Ethan, que se había acomodado detrás del volante y había arrancado el motor que hizo un estruendo enorme al encender, se encogió de hombros al escuchar mi cuestionamiento. Obviamente, era una pregunta lógica, no tenía ningún sentido esperar en la intemperie congelándose sin explicación cuando pudo haberme saludado