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Llevaba una semana en Nueva York y la verdad era que me había adaptado muy bien. Pero aún me faltaban meses para iniciar la universidad, así que papá me propuso comenzar a obtener experiencia en una de las empresas qué estaba asociada con la de él en Nueva Zelanda.

Al principio me rehusé un poco ya que no quería sacarle provecho a mi apellido, pero después analizarlo un poco y me di cuenta que esto me serviría para comenzar a pagar por mi cuenta el departamento ya que con un trabajo ordinario no podría hacerlo. Claro, si fuera por papá no trabajaría y él me lo pagaría todo, pero me negaba rotundamente a eso, porque todo lo que tendría en la vida quería conseguirlo por mí misma.

Así que ahora me dirigia a Accounting company Salvatore Inc, por lo que había investigado la compañía era de los hermanos Salvatore, que a pesar de qué eran muy jóvenes habían logrado llevar la compañía de su padre a las afueras de Estados Unidos. Mi padre, antes de venir me dijo qué no habría mejor lugar para conseguir experiencia en la contabilidad, qué los hermanos Salvatore eran dueños de varias empresas de corredores de bolsa y todo esto era manejado por los números. Claro y no olvidemos que mi madre me advirtió qué eran hombres muy arrogantes.

«Además de apuestos y que nunca se les había visto con una pareja»

Bueno a veces mi conciencia tenía razón, no pude evitar notar que eran muy apuestos y que en todas las revistas en las que habían sido entrevistados siempre se habían presentado solos.

«Tal vez podamos pescar uno nosotras y así podemos olvidarnos por fin del idiota de...»

Shh cállate. Ahs ojalá no fueras mi conciencia.

La verdad es que estaba un poco nerviosa, nunca había tenido una entrevista de trabajo, bueno esto en si no era un trabajo, serian como unas pasantías antes de iniciar a estudiar la carrera.

«Velo como un bonus»

Sip, podría verse de esa manera.

Cuando estoy frente al edificio me quedo de piedra, era altísimo, debía tener más de cien pisos, el lobby era hermoso, había porcelana blanca por todas partes y adornos navideños. Amaba esta época del año, aunque también tenía uno de los recuerdos más triste y dolorosos de mi vida, era lo que me había hecho ser como soy.

Me dirijo a la recepcionista para que me indique las oficinas de los hermanos Salvatore.

— Buenas tardes vengo... — me corta antes de que pueda decir mi nombre.

— Si no tiene cita previa aquí está nuestro número telefónico y correo electrónico para que pueda agendarla — dice mirándome con suficiencia. Dios pero qué mujer tan maleducada.

«Tal vez lo es porque nunca te han tratado así»

Tienes razón, nunca me habían tratado así, pero eso no significaba que ella tenía el derecho de tratar a cualquier persona de esa manera.

Hora de poner algunos traseros en su sitio y hago lo que siempre medice dicho mi madre “Mentone in sue guarda in alto

— No, lo siento se ha equivocado de persona, yo no necesito cita para ver a Jace Salvatore — digo haciendo que ponga toda su atención en mí al mencionar a uno de los hermanos — Soy Mhia Morshell y tengo que hablar con el ahora mismo, si quiere dígale que voy subiendo, pero de igual forma si no lo hace me presentaré yo misma en su oficina, señorita — termino de decir alejándome y dirigiéndome a uno de los elevadores.

Por lo que leí, las oficinas de los hermanos Salvatore se encontraban en el último piso, es decir en el 150.

Carajo, porque tenían que construir un rascacielos, me tomaría varios minutos en subir. Por lo menos los elevadores funcionaban, porque subir escaleras sería un infierno y más aun con tacones de aguja.

La música que estaba de fondo era relajante y lo mejor de todo era que me encontraba sola y podía prepararme mentalmente para la entrevista.

«Y no olvides el hecho de que te ibas a presentar tu sola»

Ahs era verdad, esperaba que al final la señorita hubiera avisado de mi llegada.

El elevador se detiene y de inmediato me pongo nerviosa, pero al observar el contador noto aún me faltan 60 pisos para llegar a mi destino.

Las puertas se abren dejando entrar a un hombre... No, eso no era un hombre. M****a.

Eso era un puto Dios griego.

Era alto, tenía el pelo de un rubio oscuro y sus ojos... Dios, su mirada haría que me arrodillara y no precisamente para rezarle. El traje se le ceñía como un guante al cuerpo, tenía los músculos bien trabajados...

«Maldita sea estás babeando literalmente, deja de mirarlo como una estúpida»

Cuando me percató de algo literalmente se me detiene el corazón, era Jared Salvatore, si así se veía él, no quería ni imaginarme a su hermano.

«No querías imaginártelo, querías comértelo»

M*****a.

Lo más interesante de todo esto, era que tendría que trabajar con estos dos hombres y solo la presencia de Jared Salvatore ya me ponía a temblar como una hoja.

Que Dios se apiade de mi alma...

«...y de tus pensamientos»

Estaba tan metida en mis pensamientos que tardo unos segundos en darme cuenta de que me estaba hablando.

—... a qué piso subirá? — termino de medio escuchar lo que dice.

Carraspeo intentando volver a la tierra y mirarlo a los ojos para responder.

«¡Error no debimos mirarlo a los ojos!»

Eran de un gris azulado, dios verlos era como ver un océano o un iceberg o la combinación de ambos, no sé lo que era su mirada, pero me sacaba totalmente de mis sentidos, era muy intensa y penetrante.

— Ahh...voy al último piso señor — respondo omitiendo el hecho de que sabía perfectamente quien era.

El solo asiente y vuelve a presionar el botón del último piso, no sé si era yo o de repente el elevador se sentía demasiado pequeño, sentía una corriente que me recorría todo el cuerpo hasta ponerme los vellos de punta.

Llegar al último piso se me hizo eterno y más aun en ese silencio incómodo, pero también intenso de alguna manera.

Cuando llegamos boto un pequeño suspiro, el me mira enarcando una ceja y yo solo puedo dar una pequeña sonrisa, porque sabía que si abría la boca solo saldrían incoherencias de ella.

Me dirijo a la recepcionista y está se levanta al verme, bueno, posiblemente no era por mí si no por el hombre que venía detrás.

— Señor Salvatore, buenas tardes y bienvenido — dice bajando la cabeza y poniéndose colorada.

Ahs estás niñas y sus hormonas.

«No olvides que tú casi te lo comes en ese elevador, idiota»

Vale no tengo respuesta para eso.

— Gracias Raquel — dice el señor Salvatore, su voz era ronca, un poco intensa. Creo que de solo escucharlo varias chicas mojarían sus bragas... Vale, me incluía también.

— Señorita Morshell, el señor Jace Salvatore la está esperando, así que pase por favor — dice la recepcionista dirigiéndose a mí.

— Gracias — para mí suerte mi voz suena segura aún sabiendo que ese hombre me estaba mirándome fijamente y de una forma que me ponía a temblar.

Al alejarme de la recepción podía sentir como su mirada me quemaba la espalda, pero intento olvidar eso y concentrarme en lo que estaba a punto de hacer.

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