Mhia Morshell Los efectos del sedante ya habían pasado cuando me desperté, suponía que tuvieron un error a la hora de administrármelo, era de madrugada quizás un poco más de las tres, lo único que se escuchaba en la habitación eran los pitidos de la maquina que monitoreaba mi corazón, Jace dormía a mi izquierda y Jared a mi derecha. La respiración de ambos era lo único que me mantenía distraída, acariciar el dorso de sus manos era una buena manera de centrar mis pensamientos en algo. Los recuerdos de la noche anterior eran borrosos, había sido igual que en mi cumpleaños, hace tres años, era como si algo se apoderara de mí y tomara el control de mi cuerpo, la única diferencia ahora es que el impulso había sido más intenso y la única razón por la que me detuve fue por Jace y Jared. Y la herida en mi estomago. Estuve tan cegada que ni siquiera sentí el dolor de un cuchillo rasgando mi piel, eso me demostraba una vez más, que era un peligro para los demás y para mí misma. Comenzaría a
Mhia Morshell Estábamos de regreso en Nueva York, estuve cuatro días en el hospital hasta que decidieron que me encontraba en condiciones para viajar, la herida en mi estómago aún dolía y tenía cero dudas de que quedaría una gran cicatriz. Mi padre, Jace y Jared iban a mi lado en el jet, papá no le había dicho nada a mi madre y simplemente porque se lo había pedido. Me contó que el encargado de mi seguridad lo contacto en cuanto llegaron los rusos, lo que me hacía dudar de su mensaje y cito "Estamos fuera de su alcance". No se había ido de Italia, solo había mandado a mamá a casa. Se encontraba recostado en el asiento durmiendo, ninguno de los tres había pegado ojo en estos cuatro días cuidándome. Jace y Jared también se encontraban dormidos, así que éramos solo yo y mis pensamientos. No había vuelto a tener pesadillas, pero sabía que sería cuestión de tiempo para que regresaran, el sueño se repetía constantemente como una película y mientras más tiempo pasaba, más segura me sentí
Jared Salvatore Una semana después de que Mhia se marchara le pedimos a su padre que nos enviara a Leonardo, el además de Mhia era el único que tenía el código de ese sótano. La extrañaba con cada fibra de mi ser y sabia que Jace igual, pero él era mejor ocultando sus emociones, lo último que nos habían informado nuestra gente es que había iniciado la quimioterapia y visitaba un psicólogo. Como se lo habíamos prometido, la cuidábamos desde las sombras, aunque ciertamente ella no lo necesitaba. Llegar a la empresa y no verla en su oficina era extraño, me había acostumbrado a la calidez que le daba al lugar, el sonido de su risa era una de las cosas que más extrañaba. Sé que en cuanto se subió en ese auto para irse pudimos haberla detenido, ella se hubiera quedado, pero nos era más fácil lidiar con el hecho de no tenerla, que estuviera con nosotros y fuera infeliz, eso era algo que no podríamos soportar. Ella era una guerrera, valiente y fuerte, pero no importaría cuantas veces se l
Mhia Morshell La quimioterapia me hacía sentir débil en ocasiones, el agotamiento en mi cuerpo no era normal, pero sabía que eso significaba que estaba luchando contra mi cáncer, los doctores decían que en seis meses debería estar totalmente limpia, pero existía el miedo de que no desapareciera del todo. Llevaba un mes yendo a terapia y por primera vez sentía que estaba funcionando, la ligereza en mi pecho era indicativo de ello, respirar a la vez que escucho los latidos de mi corazón era la manera más eficaz de controlar mis arranques de ira, no había ingerido ningún tipo de medicamento y me sentía orgullosa de cómo había avanzado. La universidad había aceptado mi petición de iniciar las clases vía online, mis padres me estaban ayudando con todos los gastos, en un principio me había negado pero comprendí que ambos necesitaban ayudarme de alguna manera después de todo lo que había pasado, así que acepte con el objetivo de que dejaran de sentirse culpables por algo que no debían. Te
Mhia Morshell Si me hubieran preguntado hace tres años que formaría mi propia asociación para la ayuda y el apoyo a las mujeres, no lo hubiera creído, hace un par de semanas tome la decisión de formar Guerreras en Acción, les presente la propuesta a los de la universidad y la aceptaron, ahora estaba a punto de presentarla al consejo de la empresa de mi padre, quería que de ahora en adelante las mujeres contaran con el mayor apoyo posible y no se sintieran solas. Llegue a Nueva Zelanda ayer por la noche, Daniel había venido conmigo ya que había un riesgo de que pudiera desmayarme por los efectos de la quimio, llevaba tres meses luchando contra el cáncer y debía decirles que cada vez me sentía peor. Estaba más delgada, apenas si podía dormir y se me había caído todo el cabello, el cansancio siempre estaba presente pero eso no evitaba que estuviera activa, mantenía un excelente promedio en la universidad e iba a todas mis terapias. La oficina de mi padre seguía tal y como la recordaba,
Mhia Morshell Se había terminado el tratamiento, ayer había sido mi último día de quimioterapia. Estaba limpia, mis ovarios estaban sanos al igual que todo mi sistema reproductor, pero los doctores no descartaban la posibilidad de que podría aparecer el cáncer nuevamente, así que me sometería a un chequeo mensual, sin falta, Estaba orgullosa, los últimos seis meses fueron duros pero me mantuve en pie, las terapias me habían ayudado de una manera increíble, mis arranques de ira ahora eran escasos y la depresión había desaparecido por completo, la asociación Guerreras en Acción estaba siendo un éxito, el mundo había recibido muy bien la noticia y también habíamos recibido varias demandas de mujeres y niñas que habían sido abusadas, hoy habría un baile de beneficencia, el primero, lo que se recolectara iría a las casas hogares que habíamos comprado para las madres adolescentes, también se haría una feria para que todas las mujeres pudieran disfrutar y ser libres del miedo. Era la anfit
Algo que siempre e tenido presente es que nuestro corazón no escoge a quién amamos, aunque la parte racional de nosotros nos diga que no es el indicado, aún así nos aferramos a la idea de que sea lo contrario.Y eso es lo que me llevo a perderme, debí hacerle caso a mí instinto, a lo mejor no estuviera tan rota de haber sido así.El llegó como una luz a mi vida, pero que podría saber yo si tan solo era una adolescente, no pensé en que ese chico que parecía tan bueno terminaría persiguiéndome toda la vida...O eso pensé hasta que aparecieron ellos.
Todos los días eran una lucha para mí, las noches eran largas y los recuerdos siempre me perseguían... Él siempre me perseguía. Trato de alejar esos pensamientos de mi mente y me levanto de la cama, siempre era lo mismo todas las mañanas, lo primero que hago al despertar es recordar y es algo muy frustrante la verdad. Porque odio recordar. Hace unos meses me gradué de la preparatoria y hoy me mudare a la universidad. Específicamente me iré del país también. Quiero estar lo más lejos de aquí e intentar hacer una nueva vida. Obviamente mi madre no está de acuerdo, piensa que es ridículo mudarse de Nueva Zelanda a Nueva York, se que está lejos pero es lo que quiero y es lo mejor para mí. Ella dice que ya debí superar esa situación, no importa cuántos psicólogos haya visto, ninguno haría que olvidara lo que pasó y eso era algo que ella no entendía. Lo que me pasó no es algo que el dinero pueda borrar. En cambio mi padre si lo comprendía, ser hija única tenía sus beneficios, como ser