Todos los días eran una lucha para mí, las noches eran largas y los recuerdos siempre me perseguían... Él siempre me perseguía.
Trato de alejar esos pensamientos de mi mente y me levanto de la cama, siempre era lo mismo todas las mañanas, lo primero que hago al despertar es recordar y es algo muy frustrante la verdad. Porque odio recordar.
Hace unos meses me gradué de la preparatoria y hoy me mudare a la universidad. Específicamente me iré del país también.
Quiero estar lo más lejos de aquí e intentar hacer una nueva vida.
Obviamente mi madre no está de acuerdo, piensa que es ridículo mudarse de Nueva Zelanda a Nueva York, se que está lejos pero es lo que quiero y es lo mejor para mí.
Ella dice que ya debí superar esa situación, no importa cuántos psicólogos haya visto, ninguno haría que olvidara lo que pasó y eso era algo que ella no entendía. Lo que me pasó no es algo que el dinero pueda borrar.
En cambio mi padre si lo comprendía, ser hija única tenía sus beneficios, como ser su consentida, él fue quien me ayudó a convencer a mamá de dejarme ir tranquila. Aunque si no la hubiera convencido igual me hubiera ido.
Mi vida ahora era una rutina que llevaba de una manera monótona, el bañarme al pararme, vestirme y prepararme para la preparatoria, pero en esta ocasión me prepararía para abordar un avión hacia lo que esperaba que fuera un respiro para mí corazón y mi alma.
Cuando me vengo a dar cuenta ya estoy bañada y vestida parada frente al espejo alisando mi cabello.
Dios me extraño tanto...
Antes mi cabellera tenía un brillo que resaltaba su color negro y mí piel que al ser bastante pálida resaltaba aún más, mis ojos son de un color marrón, pero no ese que es color caca, es un marrón que tiene un brillo que los hace ver profundos... Bueno tenían ese brillo, eso también lo había perdido como muchas otras cosas de mi misma.
Mi madre hizo todo lo posible para hacerme cambiar de opinión, me mostró las mejores universidades de Nueva Zelanda pero simplemente era el estar aquí lo que me hacía sentir peor cada día.
Mi único refugio había sido estudiar porque a pesar de todo todas mis notas eran excelentes y eso me abría las puertas en todos lados. Quería estudiar contaduría desde que era una adolescente y a mí padre le alegraba que siguiera sus pasos, aunque no lo hacía por él, si no por mí, pero me gustaba que estuviera orgulloso de mi.
Escucho como alguien entra a mí habitación y me volteo lentamente para observar qué es mi madre.
No la había oído subir, pero esto siempre me pasaba ya que un noventa por ciento del tiempo me la pasaba dentro de mi mente y eso me distraía mucho de lo que sucedía a mi alrededor.
—Llegaras tarde al aeropuerto Mhia— dice y yo hago un pequeño puchero— ¿O es que te arrepentiste y ya no quieres ir?— noto como algo brilla en sus ojos. Ya quisiera que me quedara, pero no sería así.
Hago algo parecido a una sonrisa, desde hace tiempo ya no sabía lo que se sentía al sonreír de verdad.
Necesitaba irme lo más pronto posible de aquí.
— No mamá, solo estaba pensando un poco pero no he cambiado de opinión, así que ya deja de esperar lo contrario porque no pasará— respondo y me encojo de hombros.
Mi madre era una mujer bien conservada, había sacado su color de cabello y la piel clara al igual que la de ella. Sus ojos eran de un color gris y para mí mala suerte la genética no estuvo de mi lado.
Y mi padre bueno es el mejor padre del mundo, es mayor que mamá por diez años aunque eso no hace que se vea de más edad que ella. Por qué al igual que mi madre está muy bien conservado es tanto así que serviría para esas chicas que buscan Sugar Daddys, pero mi padre amaba demasiado a mi madre como para hacer eso, además no andaría con alguien que podría ser literalmente su hija.
Él tiene los ojos azules y tampoco los herede, mis padres dicen que como mi abuela paterna tenía los ojos marrones que de ahí fue de dónde los saque.
— ¿Mhia?— mi madre me trae de nuevo a la realidad.
— Perdón mamá, sabes cómo soy— le doy una pequeña sonrisa y me voy a buscar mi equipaje para después bajar las escaleras con ella siguiéndome.
Cuando llegamos abajo el chófer de papá está esperando para tomar mi equipaje y llevarlo al auto.
Y mi padre también me estaba esperando.
— Mi Principessa— mi padre era italiano aunque no lo parezca, conoció a mamá en un viaje hacia aquí y apenas la vio quedó enamorado o eso era lo que siempre me decía él.
— Te voy a extrañar Papà— le digo en italiano y no porque él lo hablara si no porque adoraba el italiano y el francés.
— Y yo a ti mi niña, sabes que cuentas con nosotros para lo que sea, así estés lejos nosotros estaremos hay contigo en cada momento, no lo olvides— lo abrazo tratando de no llorar por sus palabras, era una persona muy sentimental.
Mi madre se nos acerca por atrás para unirse al abrazo.
— Te amamos mi niña— susurra y siento como dos lágrimas corren por mis mejillas.
Cuando nos separamos veo que papá tiene los ojos rojos, en cambio mi madre no, dentro de la familia ella era la menos sentimental.
—Yo también los amo — les digo y vuelvo abrazarlos para luego dirigirme a la salida.
Les pedí que no me acompañarán al aeropuerto porque quería hacerlo sola, a partir de ahora estaría sola y tendría que luchar contra mis demonios.
Iba a comenzar una nueva vida en un lugar nuevo.
A veces uno se preguntaba cómo saber cuál era la decisión correcta, pues creo que no hay decisiones correctas, pienso que todo depende de lo que hagamos después de tomarlas.
No sé si está era la decisión que debía tomar, pero lo que si sabía era que o me va ayudaba a salir del hoyo en el que me encontraba o terminaría de hundirme.
Decisiones, decisiones, espero que a partir de aquí la vida me sonría un poco, porque no sé si quiero terminar de perderme o no.
El viaje había sido increíblemente largo, veinticuatro horas para ser más exactos. Nunca había viajado tanto la verdad, pero ahora mismo estar lejos de Nueva Zelanda era lo que más necesitaba. «Solo espero que no te hayas equivocado Mhia» Y claro lo que faltaba, mi conciencia, por supuesto que nunca está de acuerdo conmigo. Papá me quería mandar en primera clase pero rechace su oferta, quería comenzar una vida en Nueva York, trabajar y conseguir todo por mí misma, no valerme de mi apellido. Quería salir adelante por mí y quién sabe eso tal vez me ayudaba a olvidar mi pasado. «El pasado nunca se olvida Mhia...» Shhh cállate no te necesito ahora mismo. Cualquiera diría que mi consciencia tenía vida propia. Lo primero que veo al bajarme del avión es la neblina y que estaba haciendo un frío para morirse. Genial y yo odiaba el frío. Cuando entro al aeropuerto no puedo evitar admirar lo hermoso que es todo, estábamos en diciembre y todo gritaba navidad. Era simplemente espectacular.
Llevaba una semana en Nueva York y la verdad era que me había adaptado muy bien. Pero aún me faltaban meses para iniciar la universidad, así que papá me propuso comenzar a obtener experiencia en una de las empresas qué estaba asociada con la de él en Nueva Zelanda. Al principio me rehusé un poco ya que no quería sacarle provecho a mi apellido, pero después analizarlo un poco y me di cuenta que esto me serviría para comenzar a pagar por mi cuenta el departamento ya que con un trabajo ordinario no podría hacerlo. Claro, si fuera por papá no trabajaría y él me lo pagaría todo, pero me negaba rotundamente a eso, porque todo lo que tendría en la vida quería conseguirlo por mí misma. Así que ahora me dirigia a Accounting company Salvatore Inc, por lo que había investigado la compañía era de los hermanos Salvatore, que a pesar de qué eran muy jóvenes habían logrado llevar la compañía de su padre a las afueras de Estados Unidos. Mi padre, antes de venir me dijo qué no habría mejor lugar para
La oficina de Jace Salvatore era inmensa, lo primero que ves al entrar es una pared de vidrio, que estaba segura que si me asomaba me daría un ataque por mi miedo a las alturas, pero que también sería una vista hermosa de noche. Las otras paredes eran de un color blanco perla, tenía varios cuadros en ellas y muebles de color negro. El escritorio era gigante, fácilmente se podrían acomodar seis personas en el, tenía dos sillas al frente y otra donde se encontraba el señor Salvatore con su laptop. Al mirarlo lo detallo lo más rápido que puedo, se veía alto y dios, era demasiado apuesto, estaba más que segura que su mirada era igual o aun intensa que la de su hermano. Supongo que siente el peso de mía, ya que levanta la suya regalándome una pequeña sonrisa. ¡Oh Dios! Este hombres era un adonis, era simplemente hermoso y su sonrisa ¡Joder! siento como todos los vellos de mi cuerpo se erizan a la vez que me quedo sin aire. — Señorita Morshell, bienvenida — dice levantándose, pero no er
Jace Salvatore Mhia Morshell era todo lo que mi hermano y yo no imaginábamos, pensábamos que era una niña mimada de mami y papi, pero era todo lo contrario, con tan solo dieciocho años se había mudado a otro país donde no conocía a nadie, a comenzar una vida e independizarse. Sabíamos que en unos meses comenzaría la universidad y por lo que quiso buscar experiencia en el mundo de la contaduría, ya que se dedicaría a lo mismo que su padre. Ray Morshell era un hombre el cual todos querrían como padre, era bueno con su esposa e hija y sabía muy bien como cerrar grandes tratos. Por eso no me sorprendió cuando se comunicó con mi hermano y conmigo, diciendo que quería que su hija hiciera pasantías en una de nuestras empresas. Al principio me había negado, pero cuando su padre me convenció de que primero viera su expediente. Mhia era una mente maestra para cerrar negocios, no solo era buena con los números, ella sabía moverse en este mundo, donde se debías atacar igual de rápido que una pi
Mhia Morshell Era increíble que llevara más de una haciendo mis pasantías, estaba feliz y saben que es lo mejor ¡Que me pagan! Ya podía pagar mi departamento y oficialmente ya no dependía económicamente de mis padres. «Olvidas quien pagaba tus caramelos favoritos» Mmm, si bueno, eso era algo que solucionaría después. Trabajar con los hermanos Salvatore me ayudaba muchísimo, en poco tiempo había aprendido muchas cosas. «Y también te los habías comido con la mirada en innumerables ocasiones, que no se te olvide» Odiaba cuando mi conciencia tenía razón, pero no podían culparme, trabajar con dos dioses no era sencillo. Era imposible escoger entre ambos, si me pidieran que lo hiciera pues simplemente me iría con los dos. Lo sé, sonaba loco pero era la verdad. Hoy comenzaba mi segunda semana en la empresa, sería honesta aún no me acostumbraba a las miradas molestas de algunas de las chicas. No sé si era porque trabajaba con los hermanos Salvatore o si era por mi apellido. No era est
Mhia Morshell Estaba en una fiesta, todo era borroso. No reconocía el lugar, ni a nadie a mí alrededor, intento encontrar un rostro familiar, hasta que una mano interrumpe mi camino. Cuando veo quien es el dueño de esa mano me quedo de piedra — Leonardo Milano —intento correr, gritar, pero mi cuerpo no reacciona, sé que estoy soñando, es como estar dormida y a la vez despierta. Mi cuerpo por si solo toma la mano de Leo y me dirige a una habitación. Se a donde va esto, por eso intento despertarme con todas mis fuerzas. Entramos a una habitación y reconozco a sus amigos. Ahí es cuando mi conciencia me deja tomar control de mi cuerpo y comienzo a gritar... — ¡Nooo! — Me despierto de golpe, estaba empapada en sudor, pego mis piernas a mi pecho — Es un sueño, solo un sueño — comienzo a susurrar lo que es mi mantra. Desde lo que paso con Jacob volvieron las pesadillas e hecho de todo, ejercicio antes de dormir, salir a caminar e incluso pastillas para conseguir un sueño profundo. Pero na
Jace Salvatore Llegamos al departamento de Mhia, estaba muy bien ubicado. Era claro que a sus padres les gustaba consentirla y como no hacerlo si literalmente parecía una princesa. ¿Princesa? ¡Joder! No era de usar esos estúpidos apodos, eran demasiado cursis para mí gusto. Pero Mhia... ella tenía algo diferente, algo que la hacía especial, cuando ella me miraba con ese gris tan intenso sentía como se removía algo en mí, ablandaba la coraza que tanto me había costado construir. Ella podría pasar mis muros si se lo propusiera. Jared me mira fijamente mientras vamos en el elevador, se que ha notado como la he mirado y como lo estoy haciendo ahora — con adoración y dulzura — y no soy de mirar a las mujeres así. Antes de que ella llegara, las mujeres para mí eran como un pedazo de carne. Pero ahora, es como si me hubiera hechizado y tuviera solo ojos para ella. Era increíble que llevara dos semanas con nosotros y en todo el sentido de la palabra, nos tenía a sus pies. Salimos del elev
Jared Salvatore Una Diosa, eso era ella. Pienso mientras la veo dormir. Partimos hace solo unos minutos y Mhia cayó profundamente dormida. Las ojeras que la acompañaban me decían que le hacían falta muchas horas de sueño, tanto a mi hermano como a mí, nos dolía verla así, no saber que era lo que le hacía daño nos afectaba. Mhia era una mujer hermosa, pero viendo más allá de su belleza, su inteligencia, la manera en la que se expresaba, atraía de una manera inimaginable. Mhia Morshell me tuvo a sus pies desde el momento en que sus ojos gris intenso me miraron fijamente. Tal vez a muchos hombres no les parezca correcto estar a los pies de una mujer — como a mi padre — pero yo me arrodillaría ante ella sin pensarlo. — Quiero decírselo hoy — rompo el silencio que hay en el jet, dirigiéndome a Jace. — ¿Estás seguro? Ella no está bien ahora, sea lo que sea que le haga daño, le está afectando bastante. Si se fue de Nueva Zelanda huyendo de eso, no quiero que después tenga que mudarse hu