El aire en las profundidades de la cueva era diferente, denso y pesado, como si cada respiración exigiera un esfuerzo. Las paredes comenzaron a brillar con un resplandor tenue, un azul profundo que parecía pulsar al ritmo de sus propios corazones. Damien lideraba el grupo, su postura alerta y sus sentidos en tensión, mientras Aurora, a su lado, mantenía la mirada fija en el camino que tenían delante.Elias y Freya caminaban detrás, intercambiando murmullos sobre las runas y los patrones que se desplegaban en las paredes. Era evidente que no solo estaban allí para proteger a Aurora; había algo más en juego, algo que ellos no estaban listos para compartir aún.Los ecos del pasadoA medida que avanzaban, Aurora sintió una presión creciente en su mente. Las voces de la cueva, que antes eran susurros, ahora se transformaban en palabras claras, invadiendo su mente con recuerdos que no eran suyos.“Protege el sello… ¡No permitas que lo tomen!”“Tu sacrificio será el precio de su poder…”Auro
La cueva retumbaba con el eco de la batalla. La figura de Evangeline parecía fluir como humo oscuro, moviéndose con una elegancia letal mientras lanzaba ráfagas de energía hacia Aurora y Damien. La luz dorada del cristal central pulsaba en respuesta a cada ataque, como si el corazón del Laberinto estuviera vivo, reaccionando al conflicto que lo rodeaba.Damien bloqueaba los ataques con la velocidad sobrenatural de un guerrero experimentado, su cuerpo moviéndose entre las sombras y la luz como una bestia depredadora. Cada vez que Evangeline avanzaba hacia Aurora, él estaba allí, deteniéndola con gruñidos de furia y movimientos que parecían devorar la distancia entre ellos.—¡Aurora, el cristal! —gritó Damien, su voz grave resonando en las paredes de la cueva—. ¡Debes conectar con él!Aurora dudó por un instante, su cuerpo temblando con la energía que brotaba del lugar. El cristal pulsaba más fuerte, un llamado que no podía ignorar. Pero cada vez que se acercaba, una barrera invisible l
El grupo avanzaba lentamente a través del bosque, apenas iluminado por la luz pálida de la luna. Después de la batalla en el santuario del cristal, las fuerzas de todos estaban agotadas, pero el peligro no se había disipado del todo. Damien, aún herido, caminaba junto a Aurora, su presencia como un faro constante de protección, aunque su rostro mostraba el cansancio acumulado.Freya y Elias lideraban el camino, lanzando hechizos suaves para disipar cualquier rastro de energía oscura que pudiera estar acechando en la espesura. La noche era espesa, el aire denso y cargado de presagios. El poder del cristal había despertado algo más que la furia de Evangeline; Aurora lo sentía en el viento, un susurro lejano que la llamaba, tentador y oscuro.—¿Cómo te sientes? —preguntó Damien en voz baja, rompiendo el silencio que había caído sobre ellos.Aurora lo miró de reojo, observando cómo la luz plateada destacaba las sombras de su mandíbula y la intensidad en sus ojos rojos. Su camisa estaba ro
El amanecer apenas empezaba a teñir el cielo con tonos suaves de dorado y gris cuando Aurora, Damien, Freya y Elias finalmente se adentraron en un claro oculto entre las montañas. Las ramas de los árboles centenarios parecían formar una bóveda natural, sus hojas susurrando con un lenguaje ancestral que parecía antiguo y vivo.—Este es el Refugio de las Sombras —murmuró Freya, levantando una mano mientras trazaba un símbolo en el aire—. Nadie que no esté invitado puede cruzar su barrera.Aurora sintió el cambio de energía de inmediato. Alrededor del claro, una barrera invisible vibró suavemente cuando Freya completó su hechizo. Era como si una manta de calma y protección descendiera sobre el lugar, aislándolos del mundo exterior.Damien se adelantó, su figura aún imponente a pesar de sus heridas y el cansancio. —Por ahora, estaremos seguros aquí. Pero no podemos quedarnos mucho tiempo. La Orden encontrará una manera de localizarnos.Aurora asintió mientras miraba el claro. En el centro
El santuario del Refugio de las Sombras parecía contener su aliento mientras el grupo se reunía alrededor del altar. Las runas grabadas en la piedra brillaban con una luz dorada, pulsante, como si respondieran directamente a Aurora. El aire estaba cargado de una energía que ninguno de ellos había sentido antes, una mezcla de promesa y advertencia.Aurora se llevó una mano al pecho, intentando calmar el latido frenético de su corazón. La visión que había recibido aún la perseguía: fragmentos de un lugar desconocido, figuras de luz y sombra que bailaban en el borde de su conciencia, y una mujer con un rostro que apenas podía recordar, pero que sabía que era importante. Su madre.—Esto no es casualidad —dijo Freya, su voz cortante interrumpiendo los pensamientos de Aurora. La bruja observaba el altar con una mezcla de fascinación y aprensión—. Este lugar fue construido para guiar a alguien como tú, Aurora.Damien, siempre vigilante, dio un paso hacia el altar, colocando una mano protecto
El amanecer trajo consigo un aire cargado de anticipación. El santuario, que había sido un refugio seguro durante semanas, ahora parecía casi opresivo para Aurora y el grupo. Era hora de partir hacia “La Fuente”, el lugar que prometía responder las preguntas que los habían perseguido desde el inicio, pero que también presentaba peligros desconocidos.Aurora se colocó la capa que Freya le había dado, un tejido oscuro adornado con pequeñas runas que brillaban suavemente bajo la luz del sol. Su cabello, trenzado con precisión, caía sobre un hombro, mientras su atuendo consistía en pantalones ajustados y una túnica diseñada para facilitar el movimiento. Se sentía lista, aunque el peso de la incertidumbre seguía oprimiendo su pecho.Damien apareció junto a ella, su figura alta y firme proyectando una sombra que casi la envolvía. Llevaba su armadura de cuero negro, decorada con grabados antiguos, y su espada descansaba en su cadera, lista para la batalla. Sus ojos rojos se fijaron en ella,
El sol de la mañana comenzaba a asomarse tímidamente por las ventanas de la mansión, llenando la habitación de Aurora con una luz cálida y suave. Ella despertó lentamente, sintiendo una extraña mezcla de serenidad y confusión. Sus manos se deslizaron por las sábanas, sintiendo el espacio vacío a su lado. Recordó la noche anterior: las caricias, los besos apasionados, y la presencia inconfundible de Damien. Pero mientras despertaba del todo, no podía evitar preguntarse si todo había sido un sueño.Su corazón latía con fuerza mientras repasaba los recuerdos. Cada detalle, cada susurro, era demasiado vívido como para ser una ilusión. Sin embargo, el espacio vacío junto a ella la hizo dudar.—¿Fue real? —murmuró para sí misma, llevándose una mano al pecho.Con un suspiro, se levantó, alisándose el vestido de noche mientras recogía su cabello en un moño improvisado. Su reflejo en el espejo mostraba a una mujer con el rostro iluminado por algo más que el amanecer: esperanza y amor. Con paso
Los días en la mansión de Damien pasaron con una calma engañosa. Después de la impactante revelación del embarazo de Aurora, el grupo intentaba equilibrar sus emociones mientras planeaban su próximo movimiento contra la Orden. La mansión, una de las propiedades más antiguas de Damien, había pasado de ser un refugio temporal a un símbolo de su lucha. Sin embargo, el ambiente aún estaba cargado de tensión no resuelta, y los momentos de paz parecían un lujo efímero.Aurora, a pesar de la alegría inicial por la noticia de su embarazo, no podía evitar sentirse abrumada. La idea de traer una nueva vida al mundo en medio de la guerra contra la Orden era aterradora. Matilde, con su sabiduría tranquila y maternal, la cuidaba como si fuera su propia hija. Desde el primer día, la anciana había asumido el papel de protectora, asegurándose de que Aurora comiera bien y descansara lo suficiente.En la mesa del desayuno, Matilde colocó frente a Aurora un plato con frutas frescas y un té especial que