El grupo continuaba su avance a través del bosque, dejando atrás la seguridad temporal del refugio. La niebla se aferraba a los troncos de los árboles, y los rayos del sol apenas lograban filtrarse, creando un escenario inquietante y misterioso. Aurora caminaba al frente, junto a Damien, mientras Freya y Elias mantenían una distancia prudente, vigilando los alrededores. Kael cerraba la marcha, su semblante más serio que nunca. El silencio que los rodeaba era opresivo, pero cargado de tensiones no dichas.Aurora sentía las miradas de los demás sobre ella, especialmente de Freya y Elias, como si estuvieran evaluándola. Aunque habían luchado juntos, aún no estaba segura de cuál era su lugar en este grupo. Decidió romper el silencio.—Elias, ¿cómo encontraste este refugio tan rápido? —preguntó, girándose hacia él.Elias, que había estado inspeccionando el suelo como si buscara señales, levantó la vista. Su rostro serio se suavizó un poco, y su voz resonó clara en el aire.—Conozco este bo
La niebla se tornaba más espesa a medida que el grupo avanzaba. El bosque, antes un espacio opresivo pero pasable, ahora parecía un laberinto interminable. Aurora mantenía una mano extendida hacia adelante, sintiendo el aire denso como si intentara tocarla. Detrás de ella, Damien se mantenía cerca, su presencia una mezcla reconfortante y protectora. Freya, Elias y Kael cerraban el grupo, sus ojos vigilantes a cualquier amenaza.—Esto no es natural —murmuró Elias, rompiendo el silencio. Su voz era grave, llena de una advertencia tácita.—No, no lo es —confirmó Freya, deteniéndose brevemente para inspeccionar un símbolo tallado en un árbol cercano—. Estas marcas… son runas de ilusión. Alguien no quiere que sigamos adelante.Damien frunció el ceño, mirando hacia los alrededores como si pudiera atravesar la niebla con la fuerza de su voluntad. —Evangeline debe haber dejado esto para ralentizarnos. Pero no es suficiente para detenernos.El acertijo del bosqueDe repente, un sonido retumban
El sendero que los conducía hacia la cueva parecía interminable, envuelto en un silencio sepulcral que solo era roto por el crujir de las hojas bajo sus pies. La luna brillaba tenue en el cielo, como si incluso ella dudara en presenciar lo que les aguardaba. Aurora caminaba al lado de Damien, sintiendo su presencia como un escudo protector, pero también como una llama que encendía algo dentro de ella. Había tanto que decir, pero las palabras parecían inalcanzables.El grupo había pasado por mucho en tan poco tiempo. Freya y Kael intercambiaban miradas, cada uno perdido en sus propios pensamientos tras la prueba del guardián. Elias, como siempre, se mantenía en silencio, pero sus ojos parecían llevar un peso que ninguno de ellos comprendía del todo.Finalmente, llegaron a la entrada de la cueva. La oscuridad que se extendía más allá era palpable, como si estuviera viva, y un murmullo bajo y constante emanaba de su interior.—Es aquí —dijo Freya, su voz apenas un susurro.Damien avanzó
El aire en las profundidades de la cueva era diferente, denso y pesado, como si cada respiración exigiera un esfuerzo. Las paredes comenzaron a brillar con un resplandor tenue, un azul profundo que parecía pulsar al ritmo de sus propios corazones. Damien lideraba el grupo, su postura alerta y sus sentidos en tensión, mientras Aurora, a su lado, mantenía la mirada fija en el camino que tenían delante.Elias y Freya caminaban detrás, intercambiando murmullos sobre las runas y los patrones que se desplegaban en las paredes. Era evidente que no solo estaban allí para proteger a Aurora; había algo más en juego, algo que ellos no estaban listos para compartir aún.Los ecos del pasadoA medida que avanzaban, Aurora sintió una presión creciente en su mente. Las voces de la cueva, que antes eran susurros, ahora se transformaban en palabras claras, invadiendo su mente con recuerdos que no eran suyos.“Protege el sello… ¡No permitas que lo tomen!”“Tu sacrificio será el precio de su poder…”Auro
La cueva retumbaba con el eco de la batalla. La figura de Evangeline parecía fluir como humo oscuro, moviéndose con una elegancia letal mientras lanzaba ráfagas de energía hacia Aurora y Damien. La luz dorada del cristal central pulsaba en respuesta a cada ataque, como si el corazón del Laberinto estuviera vivo, reaccionando al conflicto que lo rodeaba.Damien bloqueaba los ataques con la velocidad sobrenatural de un guerrero experimentado, su cuerpo moviéndose entre las sombras y la luz como una bestia depredadora. Cada vez que Evangeline avanzaba hacia Aurora, él estaba allí, deteniéndola con gruñidos de furia y movimientos que parecían devorar la distancia entre ellos.—¡Aurora, el cristal! —gritó Damien, su voz grave resonando en las paredes de la cueva—. ¡Debes conectar con él!Aurora dudó por un instante, su cuerpo temblando con la energía que brotaba del lugar. El cristal pulsaba más fuerte, un llamado que no podía ignorar. Pero cada vez que se acercaba, una barrera invisible l
El grupo avanzaba lentamente a través del bosque, apenas iluminado por la luz pálida de la luna. Después de la batalla en el santuario del cristal, las fuerzas de todos estaban agotadas, pero el peligro no se había disipado del todo. Damien, aún herido, caminaba junto a Aurora, su presencia como un faro constante de protección, aunque su rostro mostraba el cansancio acumulado.Freya y Elias lideraban el camino, lanzando hechizos suaves para disipar cualquier rastro de energía oscura que pudiera estar acechando en la espesura. La noche era espesa, el aire denso y cargado de presagios. El poder del cristal había despertado algo más que la furia de Evangeline; Aurora lo sentía en el viento, un susurro lejano que la llamaba, tentador y oscuro.—¿Cómo te sientes? —preguntó Damien en voz baja, rompiendo el silencio que había caído sobre ellos.Aurora lo miró de reojo, observando cómo la luz plateada destacaba las sombras de su mandíbula y la intensidad en sus ojos rojos. Su camisa estaba ro
El amanecer apenas empezaba a teñir el cielo con tonos suaves de dorado y gris cuando Aurora, Damien, Freya y Elias finalmente se adentraron en un claro oculto entre las montañas. Las ramas de los árboles centenarios parecían formar una bóveda natural, sus hojas susurrando con un lenguaje ancestral que parecía antiguo y vivo.—Este es el Refugio de las Sombras —murmuró Freya, levantando una mano mientras trazaba un símbolo en el aire—. Nadie que no esté invitado puede cruzar su barrera.Aurora sintió el cambio de energía de inmediato. Alrededor del claro, una barrera invisible vibró suavemente cuando Freya completó su hechizo. Era como si una manta de calma y protección descendiera sobre el lugar, aislándolos del mundo exterior.Damien se adelantó, su figura aún imponente a pesar de sus heridas y el cansancio. —Por ahora, estaremos seguros aquí. Pero no podemos quedarnos mucho tiempo. La Orden encontrará una manera de localizarnos.Aurora asintió mientras miraba el claro. En el centro
El santuario del Refugio de las Sombras parecía contener su aliento mientras el grupo se reunía alrededor del altar. Las runas grabadas en la piedra brillaban con una luz dorada, pulsante, como si respondieran directamente a Aurora. El aire estaba cargado de una energía que ninguno de ellos había sentido antes, una mezcla de promesa y advertencia.Aurora se llevó una mano al pecho, intentando calmar el latido frenético de su corazón. La visión que había recibido aún la perseguía: fragmentos de un lugar desconocido, figuras de luz y sombra que bailaban en el borde de su conciencia, y una mujer con un rostro que apenas podía recordar, pero que sabía que era importante. Su madre.—Esto no es casualidad —dijo Freya, su voz cortante interrumpiendo los pensamientos de Aurora. La bruja observaba el altar con una mezcla de fascinación y aprensión—. Este lugar fue construido para guiar a alguien como tú, Aurora.Damien, siempre vigilante, dio un paso hacia el altar, colocando una mano protecto