Capítulo 44: El Reencuentro del DeseoLa fortaleza estaba en calma, pero no por paz, sino por la extenuación que seguía a una larga batalla. Aurora caminaba por los pasillos oscuros, sus pasos resonando en la piedra mientras trataba de ahuyentar los recuerdos de la última pelea. Su cuerpo estaba agotado, pero su mente se negaba a descansar. Pensaba en todo lo que habían enfrentado juntos y en lo poco que había tenido de Damien en las últimas semanas. La constante presión de las amenazas había dejado poco espacio para cualquier cosa que no fuera lucha.Sin embargo, esta noche era diferente. La Orden estaba en retirada, al menos por ahora, y Aurora podía sentir la promesa de unas pocas horas de respiro. Giró hacia el ala privada de la fortaleza, donde sabía que Damien estaría. Cuando llegó a la puerta de su habitación, dudó por un instante antes de levantar la mano y golpear suavemente.—Entra —su voz, baja y ronca, la hizo estremecerse incluso a través de la puerta.Aurora entró y lo e
Capítulo 45: Refugio Compartido La habitación permanecía sumida en una suave penumbra, iluminada solo por los primeros rayos de sol que se filtraban tímidamente a través de las cortinas de terciopelo oscuro. Aurora despertó con una sensación extraña: no era inquietud ni miedo, sino algo más cálido, como un eco de los momentos que había compartido con Damien la noche anterior. Se giró en la cama, esperando encontrarlo junto a ella, pero solo halló el hueco vacío en el colchón y el leve calor residual que él había dejado atrás. Suspiró, pasando una mano por su cabello alborotado. Su cabello castaño oscuro caía en suaves ondas sobre sus hombros, enredado tras una noche de sueños agitados. Los mechones más cortos enmarcaban su rostro, aún algo sonrojado por los pensamientos de lo sucedido. Sin prisa, se levantó de la cama y dejó que sus pies descalzos tocaran el suelo frío. Su vestido, el que había llevado puesto durante las últimas horas del día anterior, yacía en una silla cercana. N
Capítulo 46: El Filo del AbismoLa noche era densa, y el aire en el santuario estaba impregnado de una tensión casi tangible, como si las paredes mismas estuvieran conteniendo una verdad que nadie quería enfrentar. Aurora no lograba descansar; llevaba horas mirando el techo de su habitación, con su mente atrapada entre dudas y fragmentos de recuerdos que no lograba encajar. Sentía que el mundo a su alrededor giraba demasiado rápido y que en cualquier momento podría caer.Un ruido en la puerta la sacó de sus pensamientos. Antes de que pudiera levantarse, Damien ya estaba entrando, su silueta imponente enmarcada por la tenue luz de las antorchas en el pasillo. Él no solía entrar así, sin anunciarse, pero algo en su mirada la hizo enderezarse al instante.—Damien, ¿qué sucede? —preguntó, con la voz apenas firme.—Necesito que vengas conmigo ahora —respondió él, su tono bajo pero autoritario. La urgencia en su voz era suficiente para hacerle olvidar cualquier pregunta.Aurora se levantó,
El bosque los devoraba con cada paso. La penumbra era espesa, casi tangible, y solo los sonidos distantes del viento entre las ramas los acompañaban. Aurora sentía cómo cada hoja crujía bajo sus botas, un recordatorio de que cada paso los acercaba más al refugio de Evangeline. A su alrededor, el grupo avanzaba con cautela: Damien, al frente, su postura recta y dominante como un escudo inquebrantable; Freya y Elias caminaban a su flanco, varas en mano, como dos faroles de protección.La daga, escondida en la cintura de Damien, era la clave. La misma hoja que Marcus había confiado a Damien pesaba como una carga en la mente de Aurora. Era una herramienta de poder inimaginable, capaz de sellar su magia por completo o destruirla si caía en manos equivocadas. Cada vez que pensaba en ello, su cuerpo se estremecía.Damien rompió el silencio, su voz un susurro firme:—Estamos cerca. Manténganse alerta.Aurora miró la espalda de Damien. Aunque su voz era implacable, notó cómo sus hombros se ten
El aire estaba cargado con los ecos de la batalla. Aurora abrió los ojos lentamente, la sensación de calor residual de la daga aún pulsaba en su cuerpo. Estaba en una habitación desconocida, una estancia pequeña pero acogedora. Las paredes eran de madera oscura, cubiertas con tapices bordados con runas antiguas que parecían vibrar con un leve resplandor. Una ventana al lado de la cama dejaba entrar la luz tenue del amanecer, pero el frío del entorno penetraba hasta sus huesos.Damien estaba sentado en una silla cerca de la cama, su postura rígida, su mirada fija en ella. Su camisa estaba desgarrada, mostrando heridas que aún no habían sanado del todo. Aunque su expresión era de calma aparente, Aurora podía ver la preocupación oculta en sus ojos.—Estás despierta —dijo Damien, su voz baja pero cargada de alivio.Aurora intentó sentarse, pero un dolor agudo en su costado la hizo gemir. Damien se levantó rápidamente, acercándose para ayudarla a incorporarse. Sus manos fuertes pero cuidad
El grupo continuaba su avance a través del bosque, dejando atrás la seguridad temporal del refugio. La niebla se aferraba a los troncos de los árboles, y los rayos del sol apenas lograban filtrarse, creando un escenario inquietante y misterioso. Aurora caminaba al frente, junto a Damien, mientras Freya y Elias mantenían una distancia prudente, vigilando los alrededores. Kael cerraba la marcha, su semblante más serio que nunca. El silencio que los rodeaba era opresivo, pero cargado de tensiones no dichas.Aurora sentía las miradas de los demás sobre ella, especialmente de Freya y Elias, como si estuvieran evaluándola. Aunque habían luchado juntos, aún no estaba segura de cuál era su lugar en este grupo. Decidió romper el silencio.—Elias, ¿cómo encontraste este refugio tan rápido? —preguntó, girándose hacia él.Elias, que había estado inspeccionando el suelo como si buscara señales, levantó la vista. Su rostro serio se suavizó un poco, y su voz resonó clara en el aire.—Conozco este bo
La niebla se tornaba más espesa a medida que el grupo avanzaba. El bosque, antes un espacio opresivo pero pasable, ahora parecía un laberinto interminable. Aurora mantenía una mano extendida hacia adelante, sintiendo el aire denso como si intentara tocarla. Detrás de ella, Damien se mantenía cerca, su presencia una mezcla reconfortante y protectora. Freya, Elias y Kael cerraban el grupo, sus ojos vigilantes a cualquier amenaza.—Esto no es natural —murmuró Elias, rompiendo el silencio. Su voz era grave, llena de una advertencia tácita.—No, no lo es —confirmó Freya, deteniéndose brevemente para inspeccionar un símbolo tallado en un árbol cercano—. Estas marcas… son runas de ilusión. Alguien no quiere que sigamos adelante.Damien frunció el ceño, mirando hacia los alrededores como si pudiera atravesar la niebla con la fuerza de su voluntad. —Evangeline debe haber dejado esto para ralentizarnos. Pero no es suficiente para detenernos.El acertijo del bosqueDe repente, un sonido retumban
El sendero que los conducía hacia la cueva parecía interminable, envuelto en un silencio sepulcral que solo era roto por el crujir de las hojas bajo sus pies. La luna brillaba tenue en el cielo, como si incluso ella dudara en presenciar lo que les aguardaba. Aurora caminaba al lado de Damien, sintiendo su presencia como un escudo protector, pero también como una llama que encendía algo dentro de ella. Había tanto que decir, pero las palabras parecían inalcanzables.El grupo había pasado por mucho en tan poco tiempo. Freya y Kael intercambiaban miradas, cada uno perdido en sus propios pensamientos tras la prueba del guardián. Elias, como siempre, se mantenía en silencio, pero sus ojos parecían llevar un peso que ninguno de ellos comprendía del todo.Finalmente, llegaron a la entrada de la cueva. La oscuridad que se extendía más allá era palpable, como si estuviera viva, y un murmullo bajo y constante emanaba de su interior.—Es aquí —dijo Freya, su voz apenas un susurro.Damien avanzó