El trabajo en la empresa no se detiene. He estado haciendo labores de todo tipo y llego exhausto a casa. Lo bueno es que algunas veces me siento en el cafetín a tomar alguna bebida caliente con Samantha y charlamos de todo un poco. Justo ayer le pedí que fuese mi acompañante en los almuerzos porque no quería ni necesitaba tener más amigos.Para mi sorpresa, ella aceptó.― ¿Qué me cuentas de tu familia? ―pregunto, luego de tomar asiento en el cafetín y sacar nuestros almuerzos.―Mis padres están casados. Mi hermana se mudó a Los Ángeles hace un tiempo, pero desde el accidente se ha estado quedando en casa de mis padres. Quiere quedarse aquí permanentemente, dice que es mi única amiga ―me cuenta, encogiéndose un poco de hombros.― ¿Y lo es? ―pregunto.―Ahora no ―dice y no puedo evitar sonreír al entender que se refiere a mí―. Puedo contar contigo, ¿cierto?―Para lo que sea, confía en mí ―digo, guiñándole el ojo.―Creo que Amanda y tú se llevarían bien, no lo sé ―dice, para luego darle u
DYLANSu mirada se cristaliza y yo siento un golpe en la boca del estómago. Estoy seguro de que ahora he generado un trauma en Samantha y eso jamás me lo perdonaré.Casi puedo ver a través de sus ojos como rebobina el momento exacto cuando le dan la noticia, cuando no resistí. Yo tuve la desdicha de estar presente y llorar mientras ella se rompía a pedazos.Jamás me había sentido tan impotente.Jeremy suspira y se detiene frente al refrigerador, sacando una botella de agua. Se acaricia la sien y deduzco que tiene dolor de cabeza.―En el estante hay un envase lleno de pastillas. Alguna ha de servirte ―digo, encogiéndome de hombros.―Gracias.Abre el estante y toma el envase, buscando alguna pastilla en concreto. Saca una de color azul, es para la migraña. Samantha sufre de migraña y yo solía cuidarla. Es un dolor espantoso.― ¿Sufres de migraña? ―pregunto.―Mmhum ―murmura.―Jer, ¿puedes…? —Samantha enmudece cuando se fija en el estante de pastillas y se cruza de brazos—. ¿Cómo supiste
SAMANTHA― ¿Qué quieres decirme? ―pregunto, cuando tomamos asiento en la cafetería.―Quisiera hablar de eso después de comer y… en privado ―responde Jeremy, se ve algo agobiado. Yo afirmo con la cabeza, un tanto extrañada―. Quiero saber cómo se conocieron, pero si no quieres decírmelo no hay problema.―Bueno… ―me remuevo, un poco incómoda―. Fue en la universidad. En el último año. Aunque yo… Bueno, él me gustaba de hace tiempo solo que yo era como invisible para él. O eso creí ―digo, sonriendo―. Recuerdo que…Hora del almuerzo. Al fin. No podía más con la estúpida clase de morfosintaxis. La detestaba con mi vida. Escuché la voz de Dylan y me tensé, me alteraba saber que estaba cerca. Era algo normal, pues él me gustaba mucho, es decir, ¿cómo no podría gustarme? Su rostro, su mandíbula cuadrada, sus ojos azules, sus labios finos que se veían suaves. Y mi debilidad, las venas que se marcaban en sus brazos. Dios, él era perfecto. Y lo sabía el muy desgraciado.― ¡Samantha! ―gritó Leona
Llego a la oficina y me detengo cuando veo a Jeremy allí dentro, sin poder negar que el corazón se me acelere por verle. Suelto la cartera en el suelo y me cruzo de brazos.― ¿Qué mierdas haces aquí? ―pregunto―. ¿Y cómo entraste? ¿Te ayudó Dylan?―Él no puede tocar… ―Mi mirada punzante le hace callar―. Tienes que escucharme, Sam.―No pienso escucharte. Todo lo que sale de tu boca es mentira. Y no me digas Sam ―le aclaro, tomando asiento en mi escritorio.―Tuvieron su primera cita en Lovebirds Café ―dice, dejándome con mil groserías en la boca.― ¿Quién te dijo eso? ¿Interrogaste a Amanda? ¿A mis padres? ¿A Jack o a Leonard? ―pregunto, furiosa.―Llámales y pregunta ―reta, cruzándose de brazos.Y eso hago, inventando excusas cuando todos me dicen que no le han visto desde el sábado. Lo observo mientras hablo un rato con Amanda y cuando cuelga, me cruzo de brazos.―Viste fotos en mis redes ―acuso.― ¿Publicaste en tus redes lo que pidieron de comer? ¿Y él? ―pregunta, yo niego con la cabe
― ¿Qué fue la primera cosa que te hizo especial? ―pregunta Amanda, acariciando mi cabello.―Nunca lo supe. Después de eso se me olvidó preguntarle; aunque siempre añadía cosas a esa lista y cada vez que le preguntaba cuál era la primera él solo negaba con la cabeza y sonreía. Y con eso todo se me olvidaba, con su sonrisa ―respondo, sintiendo las lágrimas mojar mis mejillas, pero no era un llanto rudo de esos que sacudían mi cuerpo, este estaba lleno de alegría porque él me permitió ser parte de su vida, al menos, mientras la tenía.De pronto los vellos de mi cuerpo se erizan y me empiezo a sentir observada. Para mí él está aquí y escuchó todo lo que dije. ¿Estará sonriendo o llorando como yo? ¿O ambas? ¿Estará feliz o triste? ¿Nostálgico? ¿Dañado… como yo?―Siempre te he envidiado, ¿sabes? Has vivido una historia de amor maravillosa, con un trágico desenlace, pero no sin un bonito fin.―No quiero un bonito fin. No quiero un fin ―le aclaro y ella afirma―. Y tú encontrarás tu propia his
SAMANTHAEstoy concentrada, traduciendo algunos documentos, cuando unos toques en la puerta me traen de vuelta a la realidad. Alzo el rostro y sonrío al notar a Amanda con una bandeja llena de vasos plásticos. Me tiende uno con una sonrisa.―Chocolate con canela para mi bella hermana y café con vainilla para mí ―dice, pero no me pasa desapercibido que sobra un café.― ¿Qué haces aquí? ―pregunto, dejándole pasar.― ¿No puedo visitar a mi hermana mayor? ―pregunta, ofendida.―Claro, por supuesto. Discúlpame ―respondo, apenada―. ¿Puedo preguntar para quién es ese café que sobra?―Es para una persona con quien debes hablar ―dice ella, confundiéndome. Toma asiento dejando la bandeja frente a mí, toma el vaso y da un sorbo de café antes de continuar―. Hablé con Jeremy.― ¿Qué hiciste qué? ―casi grito―. ¿Por qué rayos lo hiciste?―Quiero explicaciones, así como tú. Le advertí que no quería que te hiciera daño. Le pedí que se alejara de ti, pero… ahora que lo pienso, estuvo muy mal hecho ―dice
JEREMYSalgo de la empresa y me encuentro con una Amanda muy sonriente. Ella me abraza y me da un beso en la mejilla.―Tienes mejor ánimo que ayer ―comenta, tomando mi mano con la suya.―Sí, fue el café de ésta mañana ―insinúo y ella se sonroja al entender el mensaje―. Gracias por la bebida, por escucharme ayer y… por hacer que Sam hablara conmigo. Significa mucho para mí que me ayudes en esto.―Solo me estoy poniendo en tus zapatos ―dice, encogiéndose de hombros a la vez que sonríe―. ¿Vamos a almorzar?―Claro, ¿vamos en mi carro?―Sí.Manejo por las ajetreadas calles de Nueva York, pues a esta hora todo el mundo está afuera buscando donde comer. Observo por el retrovisor y suspiro al notar que Dylan no está, aunque sí estaba cuando Samantha se acercó a hablar conmigo. Su sonrisa de felicidad me llenó de alegría el pecho.Al final, él me está importando más de la cuenta. Quisiera evitarlo, pero no puedo. A pesar de todo, ha sido un gran amigo.Y un grano en el culo, pero es su esencia
― ¿Cómo durmió ella? ―pregunto cuando noto su presencia.―Pues no vomitó ni nada, pero sí se levantó en la madrugada para comer y tomarse una pastilla ―responde, tomando asiento frente a mí.― ¿Migraña?―No, un simple dolor de cabeza. ¿A qué hora van al cementerio? ―pregunta Dylan.―Ahora mismo. Almorzaremos después, tengo que contarle algo muy personal que solo pensarlo me quita el apetito.La muerte de mi hermana.Ambos salimos de mi oficina y nos detenemos en la de Samantha. Toco la puerta y enseguida aparece con una sonrisa pequeña.―Hola, Jer ―saluda. Puedo notar el vello de sus brazos erizarse ante la presencia del castaño y suspira―. Hola, Dyl.No me pasa desapercibida la sonrisa del fantasma. Samantha hoy no trajo su carro, así que ambos nos trepamos al mío. Él va atrás, solo. Enciende la radio, esta vez a un volumen bajo, y no puedo evitar reír cuando Samantha brinca en su asiento. Cambia de emisora en emisora, hasta escuchar una canción de James Arthur: Say you won’t let go.