23.

El viaje a Boston, Massachusetts dura un poco más de una hora. Cuando llegamos, me levanto como un resorte de mi asiento y me estiro un poco, pues tengo el trasero un tanto entumecido.

Jeremy se nota ansioso y, un tanto, preocupado. Se mueve con rapidez y toma nuestros bolsos para bajarnos del avión y hacer todo el proceso de desalojo.

Cuando estamos fuera del aeropuerto, detiene un taxi y me abre la puerta para dejarme pasar primero.

—¿Qué tal el viaje? —pregunta luego de indicarle la dirección al taxista.

—Bien. Me encanta lo bonito que se ve todo desde las nubes —respondo y él sonríe, afirmando en acuerdo—. ¿Cómo te sientes?

—Solo… solo quiero ver a mi abuela —responde y no me pasa desapercibido la forma en la que mueve la pierna de arriba abajo.

Mi mano viaja a la suya, que reposa sobre su pierna y me mira.

—Estoy aquí —le recuerdo, sonriéndole para animarlo un poco.

Él me rodea los hombros con su brazo y me atrae a su pecho, abrazándome. Me besa la cabeza y murmura un “gracias”.
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