Capítulo 8

Emily.

Paso las imágenes que tengo por editar con monotonía, sin verlas siquiera, solo con la mirada fija en el PC, pero con la mente en otra parte —en el recuerdo de la oficina de Alex—. Un estremecimiento eriza toda la piel de mi cuerpo y algunos relámpagos iluminan la oficina. Es un hecho que ha oscurecido repentinamente y que deben ser más de las seis de la tarde, a pesar de ello, no quiero irme a casa.

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