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Socios Sin Querer
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Por: S. Dal Santo
1. Ultima Noche de “Libertad”

Nueva York, su noche, su gente y un sábado más donde esa combinación hace que sus bares y discotecas estén a reventar. Todos disfrutan de su vida sin preocupaciones ni restricciones, pero para mí definitivamente no es así. Hoy es mi última noche de diversión absoluta en esta vida que hasta hoy, yo llevaba sin preocuparme de nada más que recorrer el mundo después de haberme graduado de la universidad. A partir del lunes, mi vida cambiara para siempre. Me toca hacerme cargo de la empresa de mi padre y aun no entiendo porque me ha pedido esto.

Intente negarme, poner mil excusas e incluso intentar hacer una segunda carrera universitaria con tal de no hacerlo, pero mi padre prácticamente me ha obligado a ocupar su puesto en la empresa y yo aun no comprendo porque ha sido así. Lo único que me ha comunicado, es que de no hacerlo me desheredaría y bueno, supongo que no me quedo más que aceptar, después de todo, mi estilo de vida es demasiado lujoso como para renunciar a él tan fácilmente.

El bar donde nos encontramos está completamente lleno y apenas cabe alguien más aquí. La música suena a todo volumen y los videos pasan por las pantallas que cuelgan de las paredes dando un efecto increíble. —¡Por tu última noche de libertad!— Grita Brittany levantando su copa de Martini y hace que todas imitemos su acción y choquemos nuestras copas.

Las cinco bebemos nuestros un sorbo de nuestros tragos rápidamente y el sonido de la música mezclado con el alcohol que comienza a recorrer mis venas, me hacen ir hacia la pista de baile para moverme como tanto me gusta sin importarme que piense el resto del mundo.

Adela baila un poco más lejos que yo y de a poco un hombre bastante guapo se va acercando a ella haciendo que perdamos contacto visual. Por su parte, Britanny sigue en la mesa bebiendo junto a Sara, Natalie y Kaira y a pesar de que le hago señas para que se unan a mí, ellas siguen sumergidas en su conversación en medio de risas.

—¿Te dejaron sola?— Me pregunta un hombre que se acerca a mi mientras baila y debo admitir que es muy guapo. Él tiene el cabello rubio oscuro, barba y unos ojos marrones tan profundos que podrían ver dentro de ti si el así lo quisiera. Me sujeta por la cintura y comienza a moverse al ritmo de la música haciendo que nos peguemos cada vez más y el aroma de su perfume es definitivamente hipnótico.

—Solo para bailar. — Le respondo colocando mis manos sobre sus hombros.

Cada movimiento que hacemos, provoca que mi corto vestido negro se suba un poco más. La música nos lleva a que el me haga girar haciendo que quede de espaldas a él y esto es demasiado tentador para mi propio mal. Una de sus manos se ubica sobre mi abdomen y la otra sujeta una de mis manos mientras que me muevo provocativamente sobre el pudiendo así sentir su trabajado cuerpo.

«Ufff… sigue moviéndote así.» Suplico por dentro y el sentir su aliento en mi cuello, no me ayuda en nada a mantener el poco autocontrol que me queda.

—Me estas matando…— Me susurra al oído y sonrió triunfal.

—Y tú a mí. — Respondo sin pudor, supongo que es el alcohol y el quienes me llevan a ser así esta noche. Con su mano entrelazada con la mía, hago que la ubique sobre mi abdomen justo encima de su otra mano.

—Vamos a mi casa. — Me propone sin rodeos y por dentro todas mis alarmas se encienden.

Inmediatamente, me doy la vuelta haciendo que él deba soltarme tan solo un poco y le miro a esos ojos profundos y sensuales que tiene –Vamos. — Digo y le tomo de la mano en un acto de valentía y seducción absoluto.

Camino con el de mi mano hacia la mesa donde están mis amigas y tomo mi bolso –Chicas, nos hablamos mañana. — Les digo e intento no prestar atención a la manera que me miran y mucho menos a sus comentarios y así, sin más sigo caminando con el hasta salir del bar.

Apenas salimos del bar, el me sujeta de la cintura una vez más y me pega a él para besarme como si mi boca hubiese sido aquello que estuvo esperando toda su vida. Es un beso apasionado, provocativo y que nos deja sin aliento –Vamos. — Dice sobre mis labios en una pausa que se ha visto obligado a hacer antes de que todo entre los dos se descontrolase.

Reímos como dos adolescentes mientras que prácticamente salimos corriendo hacia su auto. Al llegar a donde está su auto, me encuentro con un auto deportivo de lujo color rojo de dos puertas y el abre para que me suba para luego ir hacia el lado del conductor para subirse y conducir por las ya no tan transitadas calles de Manhattan a esta hora de la madrugada.

Afortunadamente, el bar donde nos encontrábamos estaba cerca de donde él vive y llegar allí no nos ha tomado ni más de 15 minutos, aunque el trayecto estuvo lleno de besos desesperados y roces que encendieron los sentidos de ambos. El entra al garaje del imponente edificio ubicado en el corazón del distrito financiero y una vez que estaciona en el quinto nivel del garaje, baja del auto para luego abrir mi puerta para ayudarme a bajar también.

Su mano y la mía están entrelazadas mientras caminamos hacia la puerta de acceso al edificio y no sé cómo es que he aceptado una cosa así, pero se siente tan bien hacer lo que quiera… atrás queda esa mujer con reglas que disfrutaba responsablemente de su vida, quizás el saber que todo cambiara, es lo que me ha llevado a cometer esta locura.

Caminamos el largo pasillo para llegar a la última puerta y al entrar al que es su departamento, me doy cuenta de que no es uno de esos diminutos departamentos de Nueva York, su departamento ocupa prácticamente la mitad del piso de este edificio y aunque quisiera prestar un poco más de atención al lugar donde me encuentro, eso es prácticamente imposible. El me vuelve a sujetar por la cintura pegándome a él y los besos que comienza a darme hacen que me olvide de mi nombre y apellido. Solo sigo el ritmo despiadado de su boca que parece estar hechizándome para así ir caminando con el hacia su habitación.

No sé si es culpa del alcohol, de la rabia que llevo por dentro o es que simplemente este hombre es tan guapo que me puede, solo sé que me dejo llevar porque es lo único que mi cuerpo me dice que haga.

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