Mientras más me acercaba a él, más sentía que se me aflojaban las rodillas y que mi corazón latía con más fuerza. Tenerlo frente a mí, me quitaba la respiración. ¿Algún día dejaría de pasarme eso al verlo? Traía un traje gris claro que se amoldaba perfectamente a su cuerpo, una camisa rosa pálido y una corbata negra con rayas diagonales en blanco. Deseé con todas mis fuerzas colgarme de su cuello y besarlo con verdadera devoción. Sus ojos me recorrían entera y sentí que me desnudaba con la mirada.
—Lexy, te presento a Mariano Gutiérrez y Dante Navarro —dijo Raquel señalando a cada uno. Le tendí la mano al acompañante de Dante y éste me la besó.
—Es un enorme placer conocerte al fin, Lexy. Soy un gran admirador de tu trabajo —dijo en un tono encantador. Mari
El telefonillo sonó y sonó, hasta lograr despertarme. Con la mente algo nublada por el sueño y la resaca, miré la hora (apenas eran las 10:00 am). Maldije en mi fuero interno y me tumbé nuevamente. Volvió a sonar. «¿A quién demonios se le ocurre molestar a alguien un domingo a esta hora?».—¿Diga? —Mi tono era todo, menos “amistoso”.—Entrega para la señorita Lexy Vázquez —tecleé el acceso y me senté torpemente en el suelo. La jaqueca me estaba matando. Xander se me acercó preocupado al darse cuenta que no me sentía nada bien. Me abracé a su cuello y le susurré—: No hagas mucho ruido… mi cabeza es un desastre —nos quedamos así, inmóviles, hasta que los golpes del mensajero sonaron en la puerta. Me levanté con gran esfuerzo y fui a abrir. El adolesce
El viernes a las 6:00 am sonó el despertador. Para las 7:00 ya habíamos desayunado y paseado a Xander. Finalmente llené sus cuencos de agua y comida. Ariana estaba lista, me había pedido acompañarnos y yo accedí. Recogí los bolsos con los elementos que necesitaba para la sesión de fotos y cuando Tomy pasó por nosotras, salimos. Siempre me acompañaba a ese tipo de trabajos. De esa forma podía conocer modelos y yo disfrutaba de su compañía. Manejó por casi 2hs. Había encontrado la locación que deseaba, pero era más apartada de lo conveniente. Llegamos al viejo edificio. Era una fábrica abandonada. Tomamos las cosas y entramos. Ahí nos aguardaban Lucas y todo el equipo técnico, y de vestuario. Al verme llegar, sonrió de oreja a oreja.—¡Buenos días! ¿Cómo has estado? —pregunt&oac
—¡Pero tú estás completamente loco! ¡¿Cómo diablos se te ocurre tratarme así?! ¡¿Dime en qué pensabas cuando decidiste inmiscuirte en mi vida?! —mis gritos retumbaban en la habitación, no había ninguna necesidad de levantar el tono, puesto que solo estábamos nosotros dos, pero estaba muy cabreada.—Cierra la boca Lexy, intentó calmarme —se sostenía con ambas manos al borde del escritorio y miraba hacia abajo.—¡¿Acabas de mandarme a callar?! ¡Tú sí que no tienes vergüenza! —dije mofándome de él— ¡A ver guapo! dime, ¿Quién te has creído tú que eres? ¡Te metes en mis juegos con amigos, me sacas arrastrando y ahora me dices que cierre el pico! ¿Es que acaso careces de toda razón?—¡En este momento no soy due
Luego de sentirlo a él dentro de mí, supe que el sexo con cualquier otro sería insuficiente. Sacó despacio su miembro de mi vagina y por primera vez en mi vida me sentí completamente vacía.—Lexy debemos hablar —dijo después de varios minutos.—Lo sé —respondí enseguida—, pero ahora no. Estoy muy confundida y no puedo pensar con claridad.—Vale. Vamos, te llevaré a casa.—Preferiría tomar un taxi, si no te importa.—Sí me importa. Yo te llevaré.Mientras nos vestíamos, ninguno dijo nada. Todo lo que había pasado fue muy intenso y me sentía completamente agotada. Necesitaba la tranquilidad de mi cama. Finalmente fui yo quien rompió el silencio.—¿El lugar es tuyo? —Era una pregunta un tanto obvia, dado que abrió la oficina sacand
El sonido del telefonillo me despertó. Miré el reloj, que marcaba las 10 am., negué con la cabeza y volví a cerrar los ojos. Cuando volvió a sonar, me levanté y tecleé el acceso sin preguntar quién era. Ya imaginaba que sería nuevamente, el joven de las entregas. Esperé unos minutos apoyada en el brazo del sofá. Los golpes de la puerta sonaron diferentes, más fuertes. Me levanté y abrí la puerta con cautela. No era el mensajero que esperaba ver.—¡Buenos días dormilona!, ¿qué tal tu noche? —me quedé en blanco. Dante se apoyaba en el umbral con una sonrisa encantadora. Llevaba un sweater gris claro con escote en V que dejaba ver una remera blanca por debajo, unos jeans gastados y zapatillas deportivas negras. Me sorprendió verlo tan informal, pero lucía guapísimo y olía a gloria. Cargaba un
Cuando mi cuerpo paró de convulsionarse, se salió de mí, dejándome esa horrible sensación de vacío una vez más. Me besó toda la línea de mi columna, me giró suavemente y besó dulcemente los labios. Sus continuos cambios de salvaje a tierno me aturdían y me excitaban. Sentí mi cuerpo flojo y él también lo notó. Me cargó hasta la cama y me sentó sobre sus piernas, rodeándome la cintura con ambos brazos.—¿Te encuentras bien nena?—Sí, solo me has quitado las fuerzas. Me repondré en unos minutos.—Tómate el tiempo que quieras, no te soltaré —pasé un brazo por sus hombros y con la otra mano acaricié los brazos que me rodeaban la cintura. A pesar de todos mis temores, me sentí segura. Había cedido, me había entregado por
Cuando cruzamos la puerta, luego de dejar las cosas y llenarle los cuencos a Xander, me senté en la cama a reflexionar sobre todo lo que me había pasado en las últimas 24hs. Sopesé la posibilidad de que no fuera un completo desastre. Quizás, después de todo, podría manejarlo. Mantenerme a raya iba a ser difícil, me lo veía venir y mantener a Dante lejos de mis secretos iba a serlo mucho más; pero por el momento decidí guardármelos. Ya vería si, con el tiempo, confiaría lo suficiente en él como para mostrarle mis grietas. Después de todo, mi pasado queda afuera de nuestro arreglo, me dije, muy consciente de la mentira que me estaba contando.Lo innegable era que él me hacía sentir segura, deseada, protegida, poseída, extasiada, viva...Me recosté en la cama, satisfecha de mi decisión de entregarme a él
—Señorita Vázquez, soy Félix, el chofer del señor Navarro. Me envió a recogerla.Asentí, y subí al lujoso auto. Al rato llegamos a un edificio, muy moderno, de 12 pisos. Estaba completamente revestido de vidrio y acero. En el lobby había un inmenso mostrador con dos rubias imponentes; un cartel gigante, que manifestaba lujo, anunciaba que estabas en “Navarro Inc.” Félix me acercó una credencial y me indicó que fuera al último piso. Apoyé la tarjeta en un scanner y los molinetes me dieron acceso a los ascensores. Marqué el 12. Sonaba música clásica de fondo. Las puertas del ascensor se abrieron a una sala enorme con espaciosos y cómodos sillones. Pocos pasos más adelante se hallaba una señorita muy elegante, rubia y con lentes impecables, sentada frente un escritorio de caoba. Supuse enseguida que sería la secretaria de D