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Capítulo 38. Sólo mío

Se sentía bien el instante de paz silenciosa que acallaba por un momento el enloquecido bullicio de su cabeza.

Había sido demasiada emoción y demasiada estridencia para un solo día, y por eso ahora era bienvenida la calma.

Luego de tantas voces externas, luego de un coro de voces iracundas del pasado, voces confundidas del presente, voces con verdades a medias.

Silencio, por un rato.

Después todo cambió.

A su alrededor escuchó voces reales, pero que estaban lejos, muy lejos.

Tal vez, una era la voz de su abuela, Carmela, la que le había mentido por años.

La otra era de su amiga, Celina, genuinamente preocupada. Ella era la que había sido su apoyo en las buenas y en las malas, desde antes de perder a sus padres, la que había hecho que le fuera imposible abandonar esa ciudad donde todo era tan difícil.

Los brazos de alguien más fuerte que su amiga la levantaban del suelo donde había caído desmayada y aún no deseaba volver en sí.

Era agradable estar así un poco más.

El sonido de un auto
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