Durante el mes que estuvieron juntos, uno de los mayores deseos de Valentino era que Alessia quedara embarazada y fuera madre de sus hijos.Por eso mismo, a pesar de estar seguro, tras consultar con su médico, de que las píldoras que tomaba ella no eran completamente efectivas, nunca se lo había mencionado ni le había interesado utilizar otro método para protegerse.En cada encuentro con ella, cada vez que se hundía en su cálido y húmedo interior, derramando su semilla líquida, intoxicado de pasión e hipnotizado por el aroma dulce de su cuerpo, deseaba que fuera para siempre, deseaba formar junto a ella una familia.Sí, se lo podía culpar de no haberse preocupado por hablarlo con ella, pero era un anhelo tan poderoso que lo volvía irracional.Él mismo no fue capaz de pensar demasiado mientras estuvieron juntos en ese idilio mágico que ahora parecía un sueño lejano.Sólo sabía que deseaba prolongar eternamente esa sobrenatural felicidad, y vivir al lado de ella el resto de sus días.Mo
Era una tarde tranquila en casa de Alessia y su abuela. Santino jugaba en la habitación que le habían preparado, en un descanso luego de regresar del colegio y tomar una merienda, mientras Ale revisaba con cuidado las tareas y notificaciones de la escuela. Estaba mirando detenidamente los cuadernos del niño cuando se encontró con la ficha médica, con una nota de la maestra indicando que había que actualizar parte de la información. Iba a dejarla a un lado, pero sintió curiosidad.Nunca le había prestado atención en las otras ocasiones en las que había ojeado el documento en sus manos, pero esta vez, un dato interesante la hizo mirar con mayor interés. En rojo, estaban el tipo de sangre del pequeño y el de su padre, seguramente por si sucedía algo grave que requiriera algo así como una transfusión.Siempre le había extrañado que Santino no se pareciera físicamente, ni en el carácter, a Valentino, y había supuesto que sería a causa de que el pequeño era parecido a su misteriosa madre,
Pasaron los días. Tranquilos y en apacible calma, al menos para Alessia, su abuela y el pequeño Santino, que parecía feliz con sus rutinas al lado de su "mami".Realmente era un niño tranquilo y dulce, de carácter dócil… completamente diferente a su padre adoptivo.Ale había mejorado mucho de sus náuseas matinales, se la veía saludable y había superado la anemia. Sin embargo, su ánimo a menudo se tornaba taciturno.Su amiga Celina le había dicho que era normal, las hormonas podían ser algo inestables, pero que era importante que no pasara angustias ni malos ratos.Durante las tardes, conversaba mucho con su abuela sobre su futuro, mientras Carmela tejía, y ella la observaba con atención.Eran horas agradables que de verdad disfrutaba.Pero no siempre era grato escuchar lo que la anciana le aconsejaba. Su abuela se había alejado de su familia, y había perdido a su hijo a causa de "Terra Inferno". No quería el mismo destino para su nieta, ahora que la había recuperado, ni para su bisnie
Alessia cruzó la entrada de la mansión, pensando en que jamás regresaría, y caminó hacia la parada del autobús para irse a la casa que alquilaba con su abuela.Estaba decidida a abandonar esa ciudad donde había conocido el cielo y el infierno.Donde la vida se había complicado tanto, que ahora tenía que enfrentarse a decisiones difíciles pero necesarias.El dolor de ver herido a Valentino había sido profundo, mientras imaginaba lo terrible que sería perderlo en uno de esos enfrentamientos entre mafiosos.Un escalofrío recorrió su columna, erizando cada centímetro de piel mientras se apretaba el vientre, abrazándose a sí misma, y al pequeño brote en su interior. Se subió al enorme vehículo sumida en sus pensamientos lúgubres, aturdida por los miles de sentimientos que la acosaban, descendió en su parada y entró por fin a la casa, aún confusa.Verlo cara a cara había sido terriblemente movilizador, y le había costado más de lo esperado mantenerse con la mente fría, y firme. Soltar el c
Un gran vehículo, costoso y oscuro, se detuvo frenando de golpe, a escasos metros de la banca de la desierta estación terminal de autobuses, donde una desesperada y aterrada Alessia veía con dolor su destino inminente, a medida que era recorrida por las desagradables manos de un desconocido, que se movían como tentáculos abriéndose paso entre su ropa.Apretaban sus pechos rígidos, sus carnes suaves y se friccionaban en sus rincones, hasta hacerla sentir náuseas, mientras intentaba bloquear su cerebro para no sentir.Para evadirse de esa pesadilla.Pegada a ella, la anciana casi se desvanecía a causa del ajustado agarre del otro atacante, del miedo y de la falta de aire.Estas cosas no pasaban en su apacible pueblito.Estas cosas horrorosas no podían estar sucediéndole a su joven nieta.Por esto tenían que irse.Por lo corrompida que estaba el alma de la ciudad.Por lo cerca que estaban siempre de la muerte y del dolor.Por lo omnipresente del jefe de la mafia en los pensamientos de Al
Alessia se desesperó a causa de la impotencia que sentía.Hace tanto tiempo que debería haberse ido lejos de ese hombre.No podía ser, era imposible, otra vez no le haría lo mismo, ella necesitaba con desesperación paz, tras haber decidido a pesar de todo que tendría a su bebé, que sería madre en soledad.Necesitaba por fin conectar con su embarazo en un lugar tranquilo, cerca del campo, lejos del ritmo frenético de la ciudad.Necesitaba alejarse de la violencia, aunque eso significara alejarse de Valentino.Lo que sentía por él estaba en juego. Ya no estaba segura de amarlo como había creído en ese mes mágico que pasaron juntos, hasta que averiguó quién era en realidad. Entonces intentó oponerse:-No, no lo harás de nuevo, Valentino … Esta vez no dejaré que me encierres en tu casa y me obligues a permanecer a tu lado… quiero estar tranquila y me iré de aquí… déjame bajar de este vehículo y subir al autobús..Ella se disponía a salir, forcejeando a intentar apartar esa mole humana fr
Alessia miró a Valentino con una expresión vacía y gélida. No tenía más opción que obedecer mientras sentía que su corazón se desgarraba y la decepción la invadía, y eso la había destrozado por dentro.Era ahora un cascarón vacío, y, sin embargo, aún tendría que soportar un poco más.El día, todavía, no había llegado a su fin.Ella entró a la mansión en silencio, seguida de cerca por la presencia imponente de Valentino, sintiéndose diminuta y frágil, dirigiendo con lentitud las emociones pasadas, demasiado para una mujer en su estado, con mucho miedo de perder al bebé, y esperando no tener que ver ahora mismo al pequeño Santino, que le diera tiempo de reponerse de tantas sorpresas desagradables para verlo con los ojos menos hinchados y el cariño que le tenía.Pero tal parecía que ese día iba a ser cada vez más opuesto de lo que deseaba, trastocándose una y otra vez, ya que, ni bien dio un par de pasos, el niño se le acercó corriendo y la abrazó con fuerza.Alessia intentó contenerse,
Hace varios días, cuando Valentino, siguiendo el camino de sutiles pistas que había descubierto, fue en la búsqueda de quien él creía que era Carlo Marino, el padre supuestamente muerto de Alessia, pero en un nuevo sitio y con otra familia y organización, se encontró con un panorama bastante diferente al que había creído, y en una situación mucho más comprometida. De hecho, cuando llegó, junto con algunos de sus hombres de mayor confianza y habilidad, encontró al sujeto del que sospechaba en medio de un enfrentamiento con una organización rival menor, pero que parecía fuertemente armada y que este hombre llevaba todas las de perder.No estaba por completo seguro de que realmente, éste se tratara del padre de Alessia. Se hacía llamar Franco Antolini, aunque había cierto parecido de familia, sobre todo con la señora Carmela Marino, que parecía confirmar la teoría del señor Amato. Aún sin tener la certeza, Valentino decidió que lo mejor para él era intervenir activamente en la lucha qu