Se sentía bien el instante de paz silenciosa que acallaba por un momento el enloquecido bullicio de su cabeza.Había sido demasiada emoción y demasiada estridencia para un solo día, y por eso ahora era bienvenida la calma.Luego de tantas voces externas, luego de un coro de voces iracundas del pasado, voces confundidas del presente, voces con verdades a medias.Silencio, por un rato.Después todo cambió. A su alrededor escuchó voces reales, pero que estaban lejos, muy lejos.Tal vez, una era la voz de su abuela, Carmela, la que le había mentido por años.La otra era de su amiga, Celina, genuinamente preocupada. Ella era la que había sido su apoyo en las buenas y en las malas, desde antes de perder a sus padres, la que había hecho que le fuera imposible abandonar esa ciudad donde todo era tan difícil.Los brazos de alguien más fuerte que su amiga la levantaban del suelo donde había caído desmayada y aún no deseaba volver en sí.Era agradable estar así un poco más.El sonido de un auto
Alessia estaba decidida a ser madre sola, a pesar de que no estaba segura de cómo lo haría, cuando en los últimos meses no le había sido tan fácil sobrevivir. Apenas recibió el alta del hospital, decidió ir a la casa que compartía con su abuela, acompañada de Celina, cuya indignación se fue disipando en el camino, dejando paso a la ilusión de ser la tía que malcriaría al pequeño de su amiga.Ale tenía ahora demasiado en qué pensar, pero sabía que, si se organizaba, el sueldo que había guardado celosamente mientras trabajaba para Valentino, le duraría aún un tiempo, hasta conseguir un nuevo trabajo. Hubo épocas en las que había vivido con menos.Tendría que cuidarse mejor, en eso su médico estaba en lo cierto, y esta vez no sólo por ella, si no también por su pequeño, al que tenía que cuidar y proteger. Al que ya amaba y deseaba darle lo mejor.En el fondo, eso la angustiaba mucho, ya que no podía darle por ahora, la vida que un hijo se merecía.Pero estaba segura de que se enfrenta
Aunque frente a Valentino, Alessia se había mantenido firme y decidida, no era más que una representación.Se sentía angustiada, y luego de verlo había sido mucho peor.Se encerró en su habitación a llorar amargamente. Su desesperación era profunda y le parecía que se quedaría sin aliento, mientras sus lágrimas no hacían más que brotar y brotar, sin pausa.Qué difícil era sostener su decisión frente a la insistencia de él.Qué difícil mantener la resolución de desear para su hijo un futuro lejos de ese mundo tan turbulento al que el padre pertenecía. Un mundo que ya le había arrebatado a ella más de lo que habría esperado.¿Ella había creído, todo este tiempo, que Valentino Amato era sólo un empresario poderoso más, con algunas excentricidades y manías? En el fondo, Alessia muchas veces había sospechado que podía no ser sólo eso, y era consciente del temeroso respeto que él cosechaba allí dónde fuera o donde se mencionara su nombre.Y sí, las palabras que había dicho Valentino eran c
Durante el mes que estuvieron juntos, uno de los mayores deseos de Valentino era que Alessia quedara embarazada y fuera madre de sus hijos.Por eso mismo, a pesar de estar seguro, tras consultar con su médico, de que las píldoras que tomaba ella no eran completamente efectivas, nunca se lo había mencionado ni le había interesado utilizar otro método para protegerse.En cada encuentro con ella, cada vez que se hundía en su cálido y húmedo interior, derramando su semilla líquida, intoxicado de pasión e hipnotizado por el aroma dulce de su cuerpo, deseaba que fuera para siempre, deseaba formar junto a ella una familia.Sí, se lo podía culpar de no haberse preocupado por hablarlo con ella, pero era un anhelo tan poderoso que lo volvía irracional.Él mismo no fue capaz de pensar demasiado mientras estuvieron juntos en ese idilio mágico que ahora parecía un sueño lejano.Sólo sabía que deseaba prolongar eternamente esa sobrenatural felicidad, y vivir al lado de ella el resto de sus días.Mo
Era una tarde tranquila en casa de Alessia y su abuela. Santino jugaba en la habitación que le habían preparado, en un descanso luego de regresar del colegio y tomar una merienda, mientras Ale revisaba con cuidado las tareas y notificaciones de la escuela. Estaba mirando detenidamente los cuadernos del niño cuando se encontró con la ficha médica, con una nota de la maestra indicando que había que actualizar parte de la información. Iba a dejarla a un lado, pero sintió curiosidad.Nunca le había prestado atención en las otras ocasiones en las que había ojeado el documento en sus manos, pero esta vez, un dato interesante la hizo mirar con mayor interés. En rojo, estaban el tipo de sangre del pequeño y el de su padre, seguramente por si sucedía algo grave que requiriera algo así como una transfusión.Siempre le había extrañado que Santino no se pareciera físicamente, ni en el carácter, a Valentino, y había supuesto que sería a causa de que el pequeño era parecido a su misteriosa madre,
Pasaron los días. Tranquilos y en apacible calma, al menos para Alessia, su abuela y el pequeño Santino, que parecía feliz con sus rutinas al lado de su "mami".Realmente era un niño tranquilo y dulce, de carácter dócil… completamente diferente a su padre adoptivo.Ale había mejorado mucho de sus náuseas matinales, se la veía saludable y había superado la anemia. Sin embargo, su ánimo a menudo se tornaba taciturno.Su amiga Celina le había dicho que era normal, las hormonas podían ser algo inestables, pero que era importante que no pasara angustias ni malos ratos.Durante las tardes, conversaba mucho con su abuela sobre su futuro, mientras Carmela tejía, y ella la observaba con atención.Eran horas agradables que de verdad disfrutaba.Pero no siempre era grato escuchar lo que la anciana le aconsejaba. Su abuela se había alejado de su familia, y había perdido a su hijo a causa de "Terra Inferno". No quería el mismo destino para su nieta, ahora que la había recuperado, ni para su bisnie
Alessia cruzó la entrada de la mansión, pensando en que jamás regresaría, y caminó hacia la parada del autobús para irse a la casa que alquilaba con su abuela.Estaba decidida a abandonar esa ciudad donde había conocido el cielo y el infierno.Donde la vida se había complicado tanto, que ahora tenía que enfrentarse a decisiones difíciles pero necesarias.El dolor de ver herido a Valentino había sido profundo, mientras imaginaba lo terrible que sería perderlo en uno de esos enfrentamientos entre mafiosos.Un escalofrío recorrió su columna, erizando cada centímetro de piel mientras se apretaba el vientre, abrazándose a sí misma, y al pequeño brote en su interior. Se subió al enorme vehículo sumida en sus pensamientos lúgubres, aturdida por los miles de sentimientos que la acosaban, descendió en su parada y entró por fin a la casa, aún confusa.Verlo cara a cara había sido terriblemente movilizador, y le había costado más de lo esperado mantenerse con la mente fría, y firme. Soltar el c
Un gran vehículo, costoso y oscuro, se detuvo frenando de golpe, a escasos metros de la banca de la desierta estación terminal de autobuses, donde una desesperada y aterrada Alessia veía con dolor su destino inminente, a medida que era recorrida por las desagradables manos de un desconocido, que se movían como tentáculos abriéndose paso entre su ropa.Apretaban sus pechos rígidos, sus carnes suaves y se friccionaban en sus rincones, hasta hacerla sentir náuseas, mientras intentaba bloquear su cerebro para no sentir.Para evadirse de esa pesadilla.Pegada a ella, la anciana casi se desvanecía a causa del ajustado agarre del otro atacante, del miedo y de la falta de aire.Estas cosas no pasaban en su apacible pueblito.Estas cosas horrorosas no podían estar sucediéndole a su joven nieta.Por esto tenían que irse.Por lo corrompida que estaba el alma de la ciudad.Por lo cerca que estaban siempre de la muerte y del dolor.Por lo omnipresente del jefe de la mafia en los pensamientos de Al