Luego de renunciar a su trabajo como niñera para el señor Amato, Alessia se esforzó en buscar un trabajo adecuado para mantenerse, y para devolver la supuesta indemnización que debía pagar. Sin embargo, algo le decía que Valentino no se la reclamaría, aunque más no fuera para no acercarse a ella otra vez.Aún así, de nuevo estaba atrapada sin conseguir nada en ningún lado. Al menos nada que no fuera un horroroso trabajo esclavizante.Estaba desayunando con Celina, en silencio, con su cabeza descansando pesadamente en una de sus manos. Le daba vueltas a la idea de mudarse de la ciudad. Lo único que tenía allí era a su amiga, y a un montón de recuerdos tristes.Celi la miraba pensativa, tratando de encontrar la forma de ayudarla.De pronto, tuvo una idea.-Ale, no sé cómo no se me ocurrió antes…Ella salió de su ensoñación:-¿Qué cosa, Celi?-Acabo de recordar que mis tíos tienen un restaurante sencillo no muy lejos de aquí y siempre necesitan camareras nuevas. Todas se cansan muy pro
Valentino había tenido un insoportable mal humor durante varios días desde la partida de Alessia. Desde que había renunciado, ni el importante avance que iban haciendo para desenmascarar a "Dragón rojo", ni las muchas mejoras de su negocio, ni el dinero lloviendo y acrecentando sus arcas, lo ponía de buen ánimo. De qué servía todo eso si no podía conservar a su lado y segura a la mujer que desestabilizaba su mundo y amaba de modo irracional.Estaba como un demonio, violento, irascible, bebiendo a menudo, para olvidar lo inútil y débil que todo eso lo hacía sentir. Alessia Marino era su talón de Aquiles, su mayor vulnerabilidad. Y la tenía en otra casa y odiándolo como a la peor basura del mundo.Todo porque la vigilaba y deseaba protegerla, hasta de sí mismo y sus enemigos.Ella había permanecido alejada de su pasado, y de quien realmente era, pero el destino es una entidad cruel y manipuladora, aún peor que el oscuro señor Amato.Por supuesto que la seguía haciendo vigilar, día y no
Alessia espantaba en su mente todos los pensamientos que la invadían ahora que estaba de pie frente a Valentino, una vez más, y en el salón de restaurante reinaba el silencio más incómodo de su vida. Se sentía ansiosa.Todos los presentes parecían estar expectantes de esa escena singular entre los dos, evaluando quién era más testarudo que el otro. Francis, incrédulo, veía a su enorme y fuerte jefe, a punto de colapsar mentalmente delante de esa pequeña y redondeada figura con ojos de miel. La joven tenía un poder latente que aún no sabía utilizar, aunque no dudaba de que muy pronto lo descubriría.Valentino y ella se medían con la mirada, intentando descifrarse, hasta que Alessia tomó aire otra vez, casi azul de tanto contenerlo sin darse cuenta, y le repitió como si fuera una grabadora sin asomo de expresión:-Buenos días y bienvenido a este restaurante, señor. Le dejo aquí la carta de platillos para que decida qué se le ofrece. El menú especial del día es risotto con crema de cham
Alessia volvió a su casa cansada por ese largo e inusual día de trabajo. Y también regresó bastante confundida. De verdad no lograba entender las actitudes de Valentino, por más que lo intentara con todo su esmero. Si no fuera tan extraño con ese modo en que la trataba, creería que él la amaba y por eso no podía dejarla ir. Por eso la perseguía de modo casi irracional. Pero no, eso era imposible. Valentino no podía amarla y corresponder a ese sentimiento que había nacido en ella y había crecido hasta la locura. Él podría habérselo dicho alguna vez, entre todas en las que tuvo oportunidad de hacerlo, y no ser así de distante y raro.Se lo podría haber dicho cuando estuvieron besándose en su cama. De sólo recordar esos momentos, el cansancio se le borraba y su piel se erizaba.Aunque para ser sincera, ella tampoco se había atrevido a decirle que lo amaba con locura, también se guardaba ese sentimiento como al mayor secreto. Su excusa era que las palabras de la condesa Carolina Belmon
Valentino tenía un día realmente complicado por delante. No tenía tiempo disponible para seguir discutiendo agotadoramente con Alessia y hacer otra vez ese juego absurdo de poder y orgullo, lanzándose fuego con los ojos y palabras hirientes. Francis le había informado con una llamada, sobre asuntos importantes que tenía que ver y resolver en persona, y en ese momento se dirigía rápidamente en su auto a las oficinas centrales de la empresa, donde lo esperaban hace horas. En el camino no podía sacarse a esa mujer de la cabeza, saboreando el beso robado y escuchando aún los ecos de su gemido.Llegó a la empresa todavía con el ánimo exaltado por su discusión con ella, y con un fuego casi incontenible ardiendo en sus entrañas. La necesidad de avanzar más en esa relación singular, era cada vez mayor.Apenas entró con paso acelerado a la elegante oficina, se encontró con Francis sentado en el sillón, que ya lo estaba esperando con una expresión seria y preocupada y se puso de pie saludándol
Alessia miraba por la ventana del amplio balcón de la habitación en la que había estado recluida todo el día, la oscuridad de la noche. Estaba demasiado furiosa, herida en lo profundo de su orgullo, retenida allí en contra de su voluntad y sin que Valentino se dignara a aparecer en toda la jornada y darle una explicación. Las mujeres que la vigilaban parecían más dos agentes secretas de alguna extraña fuerza militar, que simples empleadas de una casa. El señor Amato se había asegurado de que le fuera imposible ponerlas de su lado.Sentía que tenía que encontrar la manera de escapar de allí, pero parecía realmente imposible. Esa mansión era una fortaleza inexpugnable.A lo lejos en el jardín, podía ver las linternas y las siluetas de todos los hombres de seguridad que rodeaban la residencia de ese tirano. Aunque lograra salir de la casa, evitarlos era una tarea titánica, a menos que fuera invisible.Además, tenía una curiosidad que no la dejaba tranquila… ¿Qué era lo que había motivad
El silencio entre ellos era casi monstruoso en ese instante. Alessia sentía en cada poro de su piel la inminencia del posible peligro de seguir permaneciendo frente a la mirada ardiente de Valentino. Una mirada cuya elocuencia la agobiaba.Él era en ese momento un fuego nuevo, y estaba a punto de sucumbir a la tentación.Por fin, ella se atrevió a respirar, ante la quietud de ese hombre que tenía enfrente. En ese momento, al sentir su tibio aliento, Valentino la tomó del rostro con ambas manos, se sumergió en la miel de sus ojos, cobró valor y le susurró con voz grave:-Alessia, mi dulce y testaruda Alessia… ¿te gustaría ser mi novia a partir de ahora? No soporto más esta lucha absurda, esta distancia… te deseo, te necesito a mi lado… ¿Serás mi novia?...Ella lo miró asustada. Aterrada. ¿Era verdad todo esto? ¿El poderoso señor Amato le pedía que fuera su novia? No podía ser cierto. Era algún tipo nuevo de manipulación, una treta, una confusión de Valentino.Sin duda, era algo para
Durante los dos días siguientes, Alessia se dedicó a buscar algún otro trabajo que le permitiera vivir, mientras intentaba no pensar en Valentino Amato. Por alguna razón, decidió no volver al restaurante, y nadie la llamó para que volviera. Ella se avergonzaba por toda la situación con el señor Amato y sus hombres en su lugar de trabajo, y por haber faltado sin avisar el día del "rapto". Además, si de verdad le pagaría a Valentino lo de la indemnización, necesitaba con urgencia algo mejor pagado, y el restaurante no lo era. En ese momento supo que, en contra de su voluntad, tal vez era mejor retomar uno de los que habían sido sus primeros trabajos: la barra de un bar nocturno, con grandes propinas.Había trabajado allí durante un semestre, cuando las materias que cursaba de día no le dejaban otra opción por falta de horarios, y lo dejó porque estaba cansada de las insinuaciones de los clientes masculinos. Al final, también tuvo que dejar la carrera por no poder pagar más las cuot