«¿Qué? ¿Está hablando en serio?», pensé, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. «¡No puedo permitir que hagan eso! ¡Es una mentira!».—¡No! —exclamé, poniéndome de pie—. ¡No pueden hacer eso! ¡Es una mentira!—Lo sé, Ariana —dijo Mamá, con la voz cansada—. Lo sé. Pero es la única manera de controlar la situación. De salvar el contrato.—¡Pero no quiero que mientan por mí! —insistí, con las lágrimas corriendo por mis mejillas—. ¡No quiero vivir otra mentira!—Lo entiendo, cariño —dijo Papá, acercándose a mí y abrazándome con fuerza—. Pero a veces hay que tomar decisiones difíciles.A pesar de mis protestas, el comunicado se publicó. En cuestión de minutos, las redes sociales se inundaron de comentarios. Era como si se hubiera abierto una compuerta, dejando salir un torrente de opiniones, especulaciones y juicios. Algunos creían la versión oficial, otros la cuestionaban con suspicacia, y otros simplemente se burlaban de la situación, convirtiéndonos en el blanco de sus chistes
(PARK ETHAN)La imagen de Ariana con los ojos llenos de lágrimas y la voz temblorosa se repetía en mi mente como un disco rayado. Me sentía culpable, sí, pero también confundido y frustrado. «Necesito respuestas», me repetía, caminando de un lado a otro en la habitación del hotel. La sospecha sobre la madre de Ariana, que siempre había rondado en mi cabeza, ahora se había convertido en una certeza incómoda. Ella estaba detrás de todo. Ella era la arquitecta de esta farsa.Tomé mi teléfono y comencé a buscar vuelos. Necesitaba ver a Ariana, necesitaba hablar con ella cara a cara, lejos de las cámaras, de los managers, de las mentiras. Necesitaba saber la verdad directamente de sus labios. Encontré un vuelo para Tokio que salía esa misma noche. «Perfecto», pensé. Un lugar lejano, un nuevo comienzo, aunque fuera por unos días.Compré el boleto sin dudarlo y le envié una foto de la confirmación a Ariana, junto con un breve mensaje: “Te espero en Tokio. Necesitamos hablar”. Luego, la llamé
(PARK ETHAN)El jet lag me taladraba el cráneo, pero la adrenalina era un chute de energía. Me había pasado el día entero con una sonrisa de plástico pegada a la cara, dando entrevistas y posando para fotos. Todo un teatro. Por dentro, solo existía Ariana, su llegada a Tokio, la conversación que nos debíamos. Yu-jin me había presionado hasta el límite para que cumpliera con mis obligaciones, recordándome las nefastas consecuencias legales si me negaba. «Como si me importaran las consecuencias ahora mismo», pensé con amargura. Lo único que me importaba era ella.Por fin, llegó la hora. La dichosa premiación era esa misma noche, pero me importaba un bledo. Me escurrí del hotel con el traje más elegante que encontré en el vestuario que preparó para nosotros Yu-jin. Quiero que sus ojos solo me miren a mí. Necesitaba verla, tenerla cerca.Llegué al aeropuerto y me planté en la sala de llegadas, con el corazón latiendo a mil. El aire acondicionado apenas mitigaba el calor que sentía en la c
—¡Muy buena chica! —exclamó Yu-jin, con una sonrisa fría que me atravesó como una daga—. Tu madre va a estar muy orgullosa de ti por mantener el trato. Pero sabes que no puedes estar cerca de Ji-hoon… públicamente, claro.—¿Qué? —cuestioné, frunciendo el ceño y sintiendo una opresión en el pecho. «¿Qué más me están ocultando?».—Espera, ¿también te engañó? —la risa burlona de Ha-neul me hirvió la sangre. Sus palabras resonaron en la habitación, llenas de veneno—. ¡Bien! ¿Cómo se siente ser engañado por alguien que consideras cercano? ¿Te gusta la medicina que le das a los demás?—¡Ha-neul! —Jae-hyun alzó la voz, haciendo que todos diéramos un respingo. Su rostro estaba rojo de furia—. Dejemos que ellos hablen. Podemos llegar después a la premiación. Solo tenemos que presentar un premio. No es el fin del mundo.—¡No! —Yu-jin interrumpió, con un tono de voz cortante—. Van a subir a esa camioneta ahora mismo, y tú, Ariana —me señaló con el dedo, con una mirada gélida que me recorrió de a
—¿Por qué actuaste así? Fuiste grosero —me recriminó Ariana, con la voz baja para que nadie más nos oyera. Sus ojos me miraban con una mezcla de reproche y tristeza. Sentí su tacto suave en mi brazo, donde aún mantenía mi mano alrededor de su cintura, un recordatorio físico de mi comportamiento posesivo.—Tú y yo no somos un negocio, Ariana —respondí, con la voz grave y firme. La miré directamente a los ojos, intentando transmitirle la sinceridad de mis palabras—. No quiero eso para nosotros. Si vas a estar conmigo, debes respetarlo. Si no puedes hacerlo, puedes irte. —Sentencié, retirando mi mano de su cintura. El contacto con su piel, que antes me había resultado reconfortante, ahora se sentía como una carga.Pero ella me retuvo el brazo, con un agarre firme pero delicado, impidiendo que me alejara. Su tacto me quemó la piel, enviando una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. Me volví hacia ella, confundido.—¿Qué haces? —pregunté, con el ceño fruncido.—Te estoy diciendo que no m
(ARIANA JÁUREGUI)El agarre de Ethan en mi brazo se aflojó, y sentí cómo me alejaba de él, arrastrada por la mano firme de Yu-jin. Lo miré por última vez, buscando en sus ojos alguna señal de que todo esto iba a estar bien, pero solo encontré una mezcla de frustración y rabia contenida. «Lo siento, Ethan», pensé, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. «Lo siento por no ser lo suficientemente fuerte para luchar contra esto».Yu-jin me condujo a través del bullicio del salón, esquivando a los invitados y a los camareros con una agilidad sorprendente. El brillo de las luces y el murmullo de las conversaciones me mareaban. Me sentía como si estuviera caminando bajo el agua, con los sonidos amortiguados y la realidad distorsionada. El perfume de Ethan, que aún persistía en mi ropa, se convirtió en un recordatorio doloroso de lo que estábamos perdiendo.Una vez en un espacio más privado, Yu-jin sacó su teléfono y llamó a Silvia. Su voz, normalmente dulce y conciliadora, se endureci
—Yu-jin, no me separes de él —le supliqué, con las lágrimas corriendo libremente por mis mejillas. Sentía un dolor punzante en el pecho, como si me estuvieran arrancando el corazón.—No seas egoísta, Ariana —dijo Yu-jin, con un tono de voz que me heló la sangre—. Si el director Kim se entera de las fotos del aeropuerto, y del… del romance entre ustedes, la banda se va a tener que desintegrar. Y no solo eso, van a tener que pagar una deuda millonaria. Tu mamá se comprometió a que no darías problemas, pero esto ya no da para más.—Yu-jin, por favor… no me separes de Ethan —repetí, con la voz quebrada por el llanto. Intenté tomar su mano, buscando una pizca de compasión en su mirada, pero él se apartó bruscamente.—Dame tu teléfono —ordenó, extendiendo la mano con impaciencia—. Voy a hacer lo que no se atreve a hacer tu gente.Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. El miedo me invadió por completo. Sabía que Yu-jin hablaba en serio. Él era capaz de cualquier cosa para proteger a Chromat
—No —dijo Yu-jin, con una frialdad implacable—. Tienen que separarse por un tiempo, y yo tengo que romper ese contrato. Y tú debes mantenerte lejos de él. Si te llama, no atiendas. Si te escribe, no respondas. Yo me encargaré de evitar que se encuentren alguna vez.—Yu-jin, por favor… —repetí, con la voz apenas audible. Sentía un vacío inmenso en el estómago, como si me hubieran arrancado una parte de mí.—Pediré que te lleven al aeropuerto para que te regresen a Los Ángeles —sentenció Yu-jin, con un tono de voz que no admitía discusión. Tomó mi teléfono entre sus manos, sin mirarme a los ojos. Sentí su tacto frío en mis dedos, un presagio de la frialdad que se avecinaba. El aroma de su perfume, que antes me resultaba familiar, ahora me parecía repulsivo. «Se lo va a llevar», pensé, con el corazón hecho pedazos. «Se va a llevar mi conexión con Ethan. Se va a llevar mi felicidad». El mundo a mi alrededor se desvanecía, dejando solo un vacío oscuro y doloroso.Pero yo no me iba a rendir