—¡Muy buena chica! —exclamó Yu-jin, con una sonrisa fría que me atravesó como una daga—. Tu madre va a estar muy orgullosa de ti por mantener el trato. Pero sabes que no puedes estar cerca de Ji-hoon… públicamente, claro.—¿Qué? —cuestioné, frunciendo el ceño y sintiendo una opresión en el pecho. «¿Qué más me están ocultando?».—Espera, ¿también te engañó? —la risa burlona de Ha-neul me hirvió la sangre. Sus palabras resonaron en la habitación, llenas de veneno—. ¡Bien! ¿Cómo se siente ser engañado por alguien que consideras cercano? ¿Te gusta la medicina que le das a los demás?—¡Ha-neul! —Jae-hyun alzó la voz, haciendo que todos diéramos un respingo. Su rostro estaba rojo de furia—. Dejemos que ellos hablen. Podemos llegar después a la premiación. Solo tenemos que presentar un premio. No es el fin del mundo.—¡No! —Yu-jin interrumpió, con un tono de voz cortante—. Van a subir a esa camioneta ahora mismo, y tú, Ariana —me señaló con el dedo, con una mirada gélida que me recorrió de a
—¿Por qué actuaste así? Fuiste grosero —me recriminó Ariana, con la voz baja para que nadie más nos oyera. Sus ojos me miraban con una mezcla de reproche y tristeza. Sentí su tacto suave en mi brazo, donde aún mantenía mi mano alrededor de su cintura, un recordatorio físico de mi comportamiento posesivo.—Tú y yo no somos un negocio, Ariana —respondí, con la voz grave y firme. La miré directamente a los ojos, intentando transmitirle la sinceridad de mis palabras—. No quiero eso para nosotros. Si vas a estar conmigo, debes respetarlo. Si no puedes hacerlo, puedes irte. —Sentencié, retirando mi mano de su cintura. El contacto con su piel, que antes me había resultado reconfortante, ahora se sentía como una carga.Pero ella me retuvo el brazo, con un agarre firme pero delicado, impidiendo que me alejara. Su tacto me quemó la piel, enviando una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. Me volví hacia ella, confundido.—¿Qué haces? —pregunté, con el ceño fruncido.—Te estoy diciendo que no m
(ARIANA JÁUREGUI)El agarre de Ethan en mi brazo se aflojó, y sentí cómo me alejaba de él, arrastrada por la mano firme de Yu-jin. Lo miré por última vez, buscando en sus ojos alguna señal de que todo esto iba a estar bien, pero solo encontré una mezcla de frustración y rabia contenida. «Lo siento, Ethan», pensé, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. «Lo siento por no ser lo suficientemente fuerte para luchar contra esto».Yu-jin me condujo a través del bullicio del salón, esquivando a los invitados y a los camareros con una agilidad sorprendente. El brillo de las luces y el murmullo de las conversaciones me mareaban. Me sentía como si estuviera caminando bajo el agua, con los sonidos amortiguados y la realidad distorsionada. El perfume de Ethan, que aún persistía en mi ropa, se convirtió en un recordatorio doloroso de lo que estábamos perdiendo.Una vez en un espacio más privado, Yu-jin sacó su teléfono y llamó a Silvia. Su voz, normalmente dulce y conciliadora, se endureci
—Yu-jin, no me separes de él —le supliqué, con las lágrimas corriendo libremente por mis mejillas. Sentía un dolor punzante en el pecho, como si me estuvieran arrancando el corazón.—No seas egoísta, Ariana —dijo Yu-jin, con un tono de voz que me heló la sangre—. Si el director Kim se entera de las fotos del aeropuerto, y del… del romance entre ustedes, la banda se va a tener que desintegrar. Y no solo eso, van a tener que pagar una deuda millonaria. Tu mamá se comprometió a que no darías problemas, pero esto ya no da para más.—Yu-jin, por favor… no me separes de Ethan —repetí, con la voz quebrada por el llanto. Intenté tomar su mano, buscando una pizca de compasión en su mirada, pero él se apartó bruscamente.—Dame tu teléfono —ordenó, extendiendo la mano con impaciencia—. Voy a hacer lo que no se atreve a hacer tu gente.Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. El miedo me invadió por completo. Sabía que Yu-jin hablaba en serio. Él era capaz de cualquier cosa para proteger a Chromat
—No —dijo Yu-jin, con una frialdad implacable—. Tienen que separarse por un tiempo, y yo tengo que romper ese contrato. Y tú debes mantenerte lejos de él. Si te llama, no atiendas. Si te escribe, no respondas. Yo me encargaré de evitar que se encuentren alguna vez.—Yu-jin, por favor… —repetí, con la voz apenas audible. Sentía un vacío inmenso en el estómago, como si me hubieran arrancado una parte de mí.—Pediré que te lleven al aeropuerto para que te regresen a Los Ángeles —sentenció Yu-jin, con un tono de voz que no admitía discusión. Tomó mi teléfono entre sus manos, sin mirarme a los ojos. Sentí su tacto frío en mis dedos, un presagio de la frialdad que se avecinaba. El aroma de su perfume, que antes me resultaba familiar, ahora me parecía repulsivo. «Se lo va a llevar», pensé, con el corazón hecho pedazos. «Se va a llevar mi conexión con Ethan. Se va a llevar mi felicidad». El mundo a mi alrededor se desvanecía, dejando solo un vacío oscuro y doloroso.Pero yo no me iba a rendir
(ARIANA JÁUREGUI)Una vez dentro del aeropuerto, lo primero que hice fue buscar una tienda de electrónica. Necesitaba un teléfono nuevo. Yu-jin se había quedado con el mío, cortándome toda comunicación con el mundo exterior… y lo que era peor, con Ethan. «Tengo que encontrar una forma de contactarlo», pensé, mientras elegía un teléfono sencillo pero funcional. «Tengo que decirle que sigo aquí, que no me he rendido».Compré el teléfono y una tarjeta SIM local. Lo primero que hice al encenderlo fue intentar sincronizar mi agenda anterior. Crucé los dedos para que la copia de seguridad se hubiera guardado en la nube. «Si logro recuperar mis contactos, tal vez… tal vez pueda encontrar a alguien que nos ayude», pensé, con una chispa de esperanza encendiéndose en mi interior.Mientras el teléfono se sincronizaba lentamente, me senté en una de las sillas de la sala de espera, con la mirada fija en la pantalla. Cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad. Finalmente, la sincronización
—¡No es lo mejor para mí! —grité, con las lágrimas corriendo libremente por mi rostro. Sentía un dolor inmenso en el pecho, un vacío que parecía que nunca iba a llenarse—. Quiero tener una relación con Ethan.—Arruinaste las cosas, Ariana —dijo Silvia, con la voz dura y sin rastro de compasión. Sus palabras me golpearon como una bofetada—. Si no hubieses sido tan impulsiva, si no le hubieses entregado el teléfono a Yu-jin, todo hubiese sido diferente. Tendría margen de maniobra, tendría cómo atacar, cómo negociar. Pero fuiste tú quien rompió las cláusulas que tu madre y yo creamos con tanto cuidado. ¿Cómo se supone que voy a reparar esto ahora? Yu-jin tiene todas las de ganar.—Nunca me dijiste que no me enamorara —respondí, con la voz entrecortada por el llanto. La miré a los ojos, buscando una pizca de comprensión, pero solo encontré frialdad.—Vas a cumplir treinta años, Ariana —dijo Silvia, con un tono de voz que me hizo sentir como una niña pequeña—. ¿Cómo no tienes claro esto? ¿
Asentí con la cabeza, sintiendo el peso de la resignación sobre mis hombros. No tenía fuerzas para seguir discutiendo. Sabía que Silvia estaba decidida a llevar esto a cabo, y que no iba a ceder. El olor a ambientador de limón en el coche, que antes me resultaba familiar, ahora me producía náuseas. El cinturón de seguridad se sentía como una atadura, aprisionándome en una realidad que no quería aceptar.—Antes de irme a casa, quiero saber cuándo puedo volver a ver a Ethan, Silvia —le dije, con la voz temblorosa y la mirada fija en sus ojos. Necesitaba aferrarme a algo, a una mínima esperanza.—No puedes, Ariana —respondió Silvia, con un tono de voz firme, pero con una leve suavidad que no había notado antes. Suspiró profundamente y se pasó una mano por el pelo, denotando cansancio.—Por favor, quiero verlo —insistí, sintiendo las lágrimas picando en mis ojos. El olor a cuero del coche se intensificó, mezclándose con el aroma de su perfume, una fragancia floral que siempre me había par