Temiendo que el ama de llaves la metiera en una bolsa de basura y la sacara a la acera, Silvia se refugió en el deck para mantenerse fuera de su camino. Era su quinto día en Los Ángeles, y la primera vez que insistía en quedarse en la casa mientras Jim “iba a trabajar”, como él decía.Tan cerca del lanzamiento del cuarto sencillo de su último álbum, luego de tantos meses lejos de las luminarias, Deborah no les daba tregua, y Silvia sabía que Jim quería que lo acompañara tanto como pudiera. Había ido con él a verlo grabar dos programas de televisión, una entrevista radial con un breve set acústico, tres reportajes con medios gráficos y online. Salían a cenar todas las noches, en general con Sean y Jo, y Tom y Liam se les unían eventualmente. Luego iban por un trago a un bar o una disco, aunque nunca volvieron a quedarse hasta tan tarde como
Jim se comportó bien toda la semana, permitiendo que Deborah lo tuviera de aquí para allá a su capricho hasta el sábado. —Mañana me tomaré el día —declaró luego de la reunión con el fanclub—. Y el lunes retomaremos los ensayos. Deborah no protestó. Sabía que podía considerarse afortunada por haber podido cumplir con tantos compromisos pendientes en los últimos días. Se limitó a recordarle el stream que tenían agendado para el miércoles y la gala de beneficencia el jueves por la noche. Jim y Silvia pasaron el domingo en casa con los teléfonos apagados, y ella siempre recordaría ese día como un momento tan sorprendente como natural, que le mostró una vez más cuánto espacio le daba Jim para ser ella misma. —Creo que es la primera vez que estamos juntos sin un reloj corriéndonos —comentó al mediodía. Estaba sentada en la mesada de la cocina, vistiendo su ligero vestido playero. Jim estaba de pie junto a ella, en traje de baño y descalzo como ella,
Sean se dirigió a Santa Mónica en el tibio mediodía otoñal, de ánimos para tocar sin interrupción hasta la hora de la cena. No podía evitar preguntarse si Jim sería capaz de concentrarse en la música, sabiendo que Silvia lo esperaba. No era la línea de pensamiento que hubiera elegido, pero era mejor que especular cuántas canciones cursis Habría compuesto Jim tras tres semanas de luna de miel.Vio el auto de Tom estacionado frente a la casa de su hermano y halló al bajista muy cómodo en el porche, fumando un armado y jugando en su teléfono.—Jim está en casa —se anticipó Tom al ver la expresión tormentosa de Sean—. Ya debe estar arriba. Lo escuché tocar.Eso explicaría que Jim no hubiera oído el timbre. Sean abrió con sus llaves de emergencia. Apenas entraban cuando el sonido claro, limpio de l
Liam y Walt se sumaron al ensayo el martes, y la banda pasó seis horas encerrada en el tercer piso. Cuando dieron por terminada la jornada y bajaron, descubrieron que Silvia le había escrito a Jo para que se les sumara, y ya había pedido comida para todos. Cansados de ensayar, los músicos no tardaron en despedirse.Jim no insistió cuando Silvia aseguró que no precisaba ayuda para limpiar la cocina. Le hubiera gustado ir a recostarse en el sofá de la sala o en una reposera del deck, pero permaneció sentado a la isla para hacerle compañía, teléfono en mano.—Hoy confirmé mi vuelo de regreso —dijo Silvia de pronto, como al descuido.—¿Ya? ¿Cuál es la prisa? —preguntó Jim, riendo por lo bajo de un tweet de una fan polaca.—Me voy el viernes, Jim.Alzó la vista sorprendido. Silvia llenaba una bolsa de basur
Deborah detestaba que Silvia respondiera el teléfono de Jim, sin dejarle más alternativa que aceptar lo que decía para excusarlo. Sin embargo, el miércoles se alegró de que fuera ella quien la atendiera. Confirmó que Jim recordaba el stream en Reddit esa tarde, y sonrió para sus adentros cuando Silvia habló en plural al decir que estarían en su oficina en un par de horas.Cortó y llamó a Ron. Su asistente no ocultó su incredulidad al anotar todo lo que Deborah pretendía que obtuviera en sólo hora y media.Deborah lo despidió sin explicaciones. Estaba decidida a contrarrestar la constante prensa negativa sobre la nueva chica de Jim, y la gala de beneficencia la noche siguiente era una excelente oportunidad para lograrlo. De modo que quería asegurarse que así fuera.Para evitar que el stream se prolongara demasiado, sólo Jim, Tom y Liam tom
A Silvia le tomó unos cinco minutos superar el alivio de haber escapado de Deborah sin necesidad de ponerse desagradable. Entonces cayó en la cuenta de que la había rescatado la última persona que ella hubiera imaginado. Y ahora estaba sola con Sean, que conducía maldiciendo sin pausa el tránsito céntrico. No tenía idea por qué la había defendido, ni adónde la llevaba, y su evidente malhumor no invitaba a interrogarlo. Silvia recordaba lo que Jim le contara de él en Bariloche, pero fuera lo que Sean le había dicho de ella, era entre los hermanos, y lo mejor era actuar como si ella jamás se hubiera enterado. Sean condujo hacia la zona de los estudios sin siquiera mirarla, hasta que se internó en una callecita estrecha y poco transitada para detenerse frente a un barcito escondido. Se apearon los dos y Silvia lo vio abrir la puerta del bar para que ella entrara primero. No tenía más alternativa que hacerlo. Era un lugar pequeño y mal iluminado. Un par de hombre
—¿Ahora me crees? Jim reía mientras Silvia meneaba la cabeza junto a él en la camioneta, los dos mirando hacia adelante. Se les había unido en el bar cuando ellos terminaban la cerveza, y Sean había pagado y se había marchado sin decir palabra, con un gesto de despedida y una última mirada a Silvia. Ahora ella le refería incrédula su encuentro cercano con su hermano mayor. —Desde el momento que me separé de ti en la oficina de Deborah, fue como si me hubiera tragado un alucinógeno sin darme cuenta —decía Silvia—. De pronto tenía puesto un maldito Versace. ¡Y diamantes! ¡Y cinco minutos después estaba tomando una cerveza con Sean! —La forma en que meneaba la cabeza y gesticulaba hacía reír a Jim a carcajadas—. ¿Y sabes qué es lo más delirante de todo? Que verte llegar fue lo más tranquilizador que pudo pasarme, como volver a la normalidad. ¡Cuando sólo un mes atrás verte llegar a recogerme no podía ser más que un sueño! —Lo c
El sol tocó al mediodía la ventana del dormitorio orientada al sur, despertando a Jim. Se cubrió los ojos con un brazo y tanteó alrededor con la otra mano. La cama estaba revuelta, el cobertor caído, y él yacía desnudo boca arriba. Su mano aterrizó en el hombro de Silvia y resbaló perezosamente por su espalda mientras él notaba su cintura dolorida, los muslos envarados, el agotamiento que parecía entumecer cada uno de sus músculos. La noche anterior había sido una completa locura. Tenían pendiente una conversación sobre la promesa de Silvia de regresar. Jim no quería dejarla para llamadas de larga distancia. Pero tal parecía que ella no quería hablar al respecto, y cada vez que él intentaba sacar el tema, ella se las componía para distraerlo. El problema era que tras esas tres semanas durmiendo juntos, sabía demasiado bien cómo mantenerlo distraído. Hasta que Jim se cansó de tratar de conversar y decidió vengarse de tantas distracciones. Y ahora se sentía com