Capítulo 32.

Mirando como la espalda de su hermano subía y bajaba conforme su respiración, se preguntó así mismo varias cosas de las cuales toda su vida se había dado cuenta de que estaban mal.

Durante los últimos cuatro meses en los cuales había estado disfrutando sin descanso alguno del cuerpo más pequeño, no sabía que podía a llegar a caer tan a fondo por él, y más aún que fuera un bastardo como su padre siempre le decía cuando estaba enojado con él.

Pasó las yemas de sus dedos por las marcas de mordidas que este tenía en esa área. No iba a negar para nada que los días en los cuales muy pocas veces habían salido de la habitación no los había disfrutado poseyendo el cuerpo del menor.

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