Capítulo 33.

La primera lágrima cayó por su mejilla, seguida de las demás que no tardaron en salir, todo estaba dicho. En sus manos tenía la prueba de que estaba esperando un bebé y ya todos sabemos de quién era.

Quería que el mundo se lo tragara en ese momento, no podía ser cierto que estaba esperando un bebé por el amor de Dios si apenas tenía dieciocho años recién cumplidos hace menos de mes y ya estaba con el domingo nueve en camino.

No sabía qué iba hacer ahora que ese niño venía en camino, su mente estaba nublada y no podía pensar con claridad. Necesitaba de la única persona en la cual podía confiar en que no lo juzgaría sin al menos preguntar cómo fueron las cosas desde el principio.

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