Una sonrisa salió de sus labios cuando se dio cuenta de que ya era hora de salir de su cabaña e ir hacia donde su hermano a seguir lo que habían estado haciendo por días, semanas y los meses que él había regresado de esa escuela militar.
Miró hacia ambos lados para darse cuenta de que no había nadie a la vista que pudiese interrumpir su huida hacia el otro lado del campamento, donde supuso que su hermano estaba solo porque vio a Nedward salir hace unas horas solo hacia una de las salidas del bosque. Ajustó bien su abrigo, para no morir de hipotermia, agradeció a los dioses que la supuesta tormenta no hubiese comenzado aún, porque si no su pene estuviera morado y no solamente por la excitación.
Miró por la ventana de la habitación y su sonrisa se hizo más gra
Mirando como la espalda de su hermano subía y bajaba conforme su respiración, se preguntó así mismo varias cosas de las cuales toda su vida se había dado cuenta de que estaban mal.Durante los últimos cuatro meses en los cuales había estado disfrutando sin descanso alguno del cuerpo más pequeño, no sabía que podía a llegar a caer tan a fondo por él, y más aún que fuera un bastardo como su padre siempre le decía cuando estaba enojado con él.Pasó las yemas de sus dedos por las marcas de mordidas que este tenía en esa área. No iba a negar para nada que los días en los cuales muy pocas veces habían salido de la habitación no los había disfrutado poseyendo el cuerpo del menor. La primera lágrima cayó por su mejilla, seguida de las demás que no tardaron en salir, todo estaba dicho. En sus manos tenía la prueba de que estaba esperando un bebé y ya todos sabemos de quién era.Quería que el mundo se lo tragara en ese momento, no podía ser cierto que estaba esperando un bebé por el amor de Dios si apenas tenía dieciocho años recién cumplidos hace menos de mes y ya estaba con el domingo nueve en camino.No sabía qué iba hacer ahora que ese niño venía en camino, su mente estaba nublada y no podía pensar con claridad. Necesitaba de la única persona en la cual podía confiar en que no lo juzgaría sin al menos preguntar cómo fueron las cosas desde el principio. Su abuelo Harry había convencido a sus padres de que se quedaría con ellos esa noche por motivos de que sus padres necesitaban pasar más tiempo a solas y esas cosas de las cuales él trataba de ser oídos sordos la mayor parte del tiempo por diferentes razones.Ahora se estaba mirando en el espejo de cuerpo completo que tenía en el closet de su habitación y era cierto lo que su abuelo le había dicho sobre que estaba más gordo o de igual forma que su padre y que solo era cuestión de tiempo para que la ropa dejara de servirle.Debía de ser una broma si estaba esperando un bebé de su director y más aún si eran dos en lugar de uno. No sabía que haría después de ese día, tenía algo en mente y era decirle todo a Jeremy sin importar que suCapítulo 33.
Capítulo 34.
Escuchaba gritos de personas discutiendo en algún lugar del sitio de donde estaba. Su cuerpo estaba tan ligero que con seguridad podía decirse así mismo que estaba en una cómoda cama o que era la suya a ciencia cierta.No recordaba mucho de lo había pasado, estar abrazando a su padre cuando se llevaron a Jeremy en una patrulla de policía y después todo se volvió negro. Sus planes de decirle que estaba esperando un bebé se fueron a la mierda en el mismo instante en que se dejó hacer por las caricias del mayor y nunca le pudo decir que estaba esperando a su bebé.Se movió un poco en la cama, lo cual no le causó nada a las personas que seguían discutiendo donde estaba. Abrió los ojos encontrándose con las paredes de la habitación en su total
La boca de Nicolás se abrió en una perfecta O cuando escuchó esas palabras de su hijo. Era algo imposible que él estuviera hablando y que haya dicho esas palabras hacia ellos. Durante años los médicos le habían dicho que su hijo tenía un severo problema en las cuerdas bucales y que por esa razón no podía hablar con nadie ni aunque lo intentara.Por esa razón él y su esposo habían dejado de insistir con los doctores desde que se mudaron en esa casa, no necesitaban que alguien más les dijera que su hijo no podía hablar ni aunque quisiera.El rostro de su hijo estaba rojo y no era precisamente porque sintiera vergüenza de algo, nada de eso. Estaba completamente enojado con el mundo y con sus padres sobre todo.
Jeremy estaba tan débil, que aún no cabía de la impresión de ver al gran Liam Jackson, el hombre que alguna vez gobernó dos continentes sin la necesidad de ayuda más que uno de sus primos.Fue levantado de las sillas y llevado a una superficie suave que hizo que su cuerpo se sintiera un poco aliviado por unos pocos segundos, antes de que sus manos fueran amarradas a la cabecera de la cama y sus pies en las partes de abajo.No había tenido descanso desde que fue llevado a ese lugar el día anterior, le habían dado más golpes que los que alguna vez recibió en su vida, pero qué más daba si seguían dándole, había cumplido con su parte del trato con esa persona anónima que ahora sabía su nombre y apellido. Desde que salió del avión privado de sus padres, y vio a sus hermanos y primos parados esperándolos con unas enormes sonrisas de oreja a oreja por verlo a él y a su invitado.No podía creer que estaba con ellos en Italia como alguna vez lo deseo, pero en otras circunstancias de la vida. Los abrazó a todos y luego dirigió su mirada hacia donde estaba Ángel parado con las mejillas rojas como una manzana cuando todas las miradas se posaron en él.—Soy Ángel Millet —les tendió la mano en forma de saludo y los cuatro la aceptaron inmediatamente.— Yo soy Edward.— Soy James— Soy el único con cerebro entre nosotros &mdCapítulo 38.
Ángel se levantó con rapidez de su lugar y luego dirigió su mirada hacia donde posiblemente estaba Sebastián a unos metros de los baños de ese parque mirándolo con una sonrisa de medio lado que tanto se le hacía conocida.Su mirada inmediatamente se dirigió hacia donde estaba Nedward y fue hacia él, tomándolo del brazo para salir de ese lugar lo más rápido posible si deseaban quedar vivos después de eso.— ¿Qué te pasa? —intentó soltarse de su agarre, pero Ángel se lo impidió.— Sebastián nos encontró, él está en Italia —le dio la nota mientras seguían caminando.— Es algo i-im