Capítulo 61

Cuando por fin llego a casa puedo ver el carro de Jean estacionado, un ligero escalofrío llena cada una de mis venas pero al final decido que es tiempo de dejar de escapar de él, entró a casa y el aroma a panecillos recién horneados inunda mis fosas nasales. Llego hasta la cocina y ver a mi hermano mayor con el delantal que era de mamá, puesto, y sus guantes de cocina… hacen que quiera matarlo con un abrazo.

—¡Mírate nada más, ya eres toda una señora! —sonrío para amortiguar el dolor de mi pecho.

—¡Mierda Bri, me has dado un susto espantoso —se queja y hace una mueca.

No digo nada, esta vez me quedo de pie recorriendo cada parte de cuerpo, su mirada, su voz, intento grabar todo de

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