Como siempre en esos días que uno se siente pleno, la noche llegó rápido, la cena fue deliciosa y la brisa que se colaba por el ventanal de la habitación era refrescante.

Pietro acunaba en sus brazos a una somnolienta Eva que se dejaba caer sobre su hombro.

Acariciaba su espalda y cada tanto plantaba un beso en su blanca palma.

Le causaba gracia el contraste entre la pálida piel de las niñas y su tez bronceada.

- Si no fuera por sus ojos, no podría creer que son tus hijas - reflexionó Lily - no puedo creer que tuviera esos recuerdos de mi noche de bodas en alguna parte de mi mente y los ignoré todos estos años.

Pietro se tensó.

Aún no se sentía muy cómodo hablando sobre esa noche, menos después de haber visto ese video.

No importaba lo que ella dijera, la culpaba que reprimió durante esos años gracias a sus recuerdos difusos, había aflorado cuando ese video le mostró el dolor en el rostro de su esposa.

- Los hombres de la familia Vermont siempre han tenido una genética prevaleciente,