La penumbra aún cubría la ciudad de New York. Alba abrazaba sobre su pecho una almohada, sin dejar de llorar. Recordaba con tristeza en su alma el enfrentamiento de hace horas con Santiago, entonces sintió una punzada en su pecho, un escalofrío recorrió su piel, fue como si un mal presentimiento la envolviera. Sobó sus brazos y se acurrucó abrazando a su hijo, sin poder conciliar el sueño.
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Rodrigo descansaba abrazado el cálido cuerpo de su esposa. De pronto su móvil empezó a sonar. Aletargado y con cuidado de no despertar a Diana, extendió su brazo y aún soñoliento contestó:
—Buenos días —respondió con la voz adormecida.
—Hola, ¿hablo con el ingeniero Rodrigo Vidal? —preguntó una voz femenina.
El hombre no comprendió por
Alba llegó al piso, en la sala de espera observó a Rodrigo y Diana sentados, la señora tenía la cabeza en el pecho de su esposo y él la abrazaba, ninguno de los dos advirtió de su presencia, hasta que Alex corrió a ellos. —¡Abuelitos! ¿Mi papá se va a morir? —preguntó el niño con lágrimas en los ojos. Diana abrazó al pequeño sin decir nada, solo se puso a llorar. —Buenos días, vine apenas me enteré. ¿Cómo está? —averiguó con la voz entrecortada y la barbilla temblando. —No lo sabemos, llevan horas operándolo, nadie ha salido a informar nada más —respondió el señor Vidal consternado. El rostro de Rodrigo denotaba profunda tristeza, Alba se sentía miserable, al ver a los padres de Santiago sufrir de esa manera. En esos momentos, llegó una muchacha alta de cabello castaño oscuro, ojos verdes, muy parecida a la madre de Santiago caminaba de la mano de un atractivo hombre, más alto que ella, de pi
Alba se recargó en uno de los pasillos sollozando, entonces caminó abrazada a sí misma hacia la sala de espera. Justo cuando llegaba una voz femenina la increpó: —¿Qué hace aquí esta impostora? —gruñó Eliana mirándola con odio, se acercó a Alba, quien casi no podía reaccionar. —¿Con qué derecho te presentas aquí, zorra? —Insultó. —¡Basta! —vociferó Isabella, interponiéndose entre ambas chicas—. Alba tiene todo el derecho de estar aquí, porque ella es la mujer a la que mi hermano ama —espetó mirándola a los ojos. Eliana soltó una carcajada burlesca. —¿Con qué nuevas patrañas convenciste a la familia Vidal de ser una mujer de bien? —increpó. —¿Les contaste que trabajabas en un bar y que te acostabas con todos los clientes? Alba presionó sus puños con fuerza, miró con rencor a Eliana, sintió como la adrenalina corría por sus venas, entonces apartó a Isabe
Semanas después.Manizales-ColombiaDesde muy temprano la gente de la Momposina, andaba de un lado a otro ultimando detalles para recibir a su patrón, quién arribaba junto a su esposa.Carmencita el ama de llaves de la hacienda, dispuso que todo estuviera en perfecto orden y limpieza para la llegada de su niño Joaquín, la buena señora trabajaba en la Momposina desde hace años atrás, conoció muy bien a la madre de su actual patrón.Gonzalo, su esposo el capataz de la hacienda, por su edad ya estaba por retirarse delegando funciones en su único hijo Jairo, quien desde niño se crió en la hacienda como parte de la familia, haciendo gran amistad con Joaquín, y en el pasado con Carlos, también.Jairo
Isabela no perdía oportunidad de encontrar la forma de unir a Alba con su hermano, así que se ingenió un plan por lo que mandó a llamar a la joven a su oficina. —Alba qué pena contigo, sé que tienes mucho trabajo, pero necesito un favor urgente y esto solo te lo puedo confiar a ti. —Claro —respondió parpadeando con emoción—; gracias por contar conmigo. ¿Qué tengo que hacer? —Necesito que le lleves estos documentos a Santy, que se los entregues en sus manos, y que esperes que los firme y los traigas —¿A Santiago? —cuestionó, en esas dos semanas no lo había visto, solo sabía de él por su familia, su corazón se estremeció. —¿Yo? Isabella arqueando sus cejas se quedó observando a Alba. —Bueno yo pensé en ti, porque te considero alguien de confianza, pero si tienes algún problema ya veré la forma de hacerlo yo misma. —Isa, digitó el número de su
Días después. El señor Vidal bajó de su auto y con paso firme se encaminó ingresando al edificio en donde la familia Valdiviezo, no lo esperaba. Al instante se anunció con el guardia, y de inmediato lo hicieron pasar, cuando subió al elevador se quitó las gafas para el sol, y al llegar al piso enseguida tocó. Una joven empleada de servicio abrió la puerta. —Buenas tardes, siga por favor —indicó la amable chica. —Gracias —respondió él, y enseguida sus ojos se cruzaron con los de Carolina. —Rodrigo, que gusto tenerte en mi apartamento —expresó la mujer y se acercó a querer saludarlo con un beso en la mejilla, pero él se apartó. —Carolina esta no es una visita de cortesía —mencionó mirando a la mujer con seriedad—. Eliana se atrevió a ofender a mi esposa,
Al día siguiente Alba solicitó salir temprano de su empleo para esperar a que Santiago dejara a Alex en el apartamento como todos los días lo hacía.Llegó corriendo con varias bolsas del supermercado y enseguida se puso a preparar la cena. Mientras en el horno se alistaba la lasaña, la joven corrió a bañarse. Cuando salió de la ducha miró sobre la cama el fino conjunto de lencería negro, que compró antes de pasar al súper. Dudó en colocárselo, pero recordó las palabras de María Paz, entonces se lo puso, y luego humectó su cuerpo con su crema favorita, enseguida enfundó su figura en un vestido de gasa en color turquesa sin manga y de corte recto.Mientras esperaba que su cabello se secará fue a revisar la cena, entonces minutos después con todo listo, caminaba de un lado a otro por el f
Después de varios minutos, la cerradura del departamento sonó. Santiago inhaló profundo. Alba se sobresaltó al momento que abrió la puerta y encontró las luces encendidas. Alex al ver a Santiago corrió a los brazos de su padre. —¡Papi! —exclamó con la mirada iluminada. Los latidos del corazón de Alba aceleraron su ritmo al observarlo; frunció el ceño sin entender cómo estaba en su apartamento. —Santiago ¿qué haces aquí? —preguntó Alba, enarcando una de sus cejas. Él se llevó las manos a la cabeza. Ella lo conocía bien, sabía que ese gesto denotaba nerviosismo. —Discúlpame por haber ingresado sin tu permiso. —Se disculpó mirándola a los ojos con ternura—, no quiero que pienses mal, ni malinterpretes las cosas, mi presencia es necesaria. La forma en la que Santiago la observó estremeció cada poro de la p
En algún lugar del mundo. Las azules aguas del Mar Caribe golpeaban la playa. Él caminaba descalzo sintiendo la cálida arena hacerle cosquillas en sus pies. De pronto ante sus ojos una imagen celestial apareció: Una bella chica de delicada figura, de piel trigueña jugueteaba con las olas, la brisa agitaba su larga y brillante cabellera negra. Ella no advirtió que esos ojos celestes la admiraban, entonces la mirada de él no la perdía de vista, la vio irse adentrando al mar, pero minutos después la joven desapareció. Enseguida corrió hasta el lugar y miró cómo ella agitaba sus manos intentando vencer la fuerza de las olas, pero el mar parecía querer tragarla con voracidad. Sin pérdida de tiempo, él se lanzó al agua, y nadó hacia la chica, la rescató, pero cuando la sacó y la recostó en la tibia playa, la joven no reaccionaba, asustado y agitado, le dio respiración boca a boca, ella tosió un par d