Una ambulancia llegó hasta la empresa, de inmediato un par de paramédicos atendieron a Victoria, la estabilizaron y la llevaron a un hospital. —¿Te encuentras bien? —indagó Alejandro abrazando a Lolita. Ella se aferró al cuerpo de él. —Estoy algo nerviosa, y bastante contrariada por lo que Victoria contó —expresó con voz trémula. —¿Crees que haya dicho la verdad? Alejandro resopló y la abrazó. —Si me permiten intervenir —interrumpió Oliver. Alex asintió. —Considero conveniente poner en conocimiento de las autoridades lo que la señora contó —indicó—, es posible que Emma tenga padres, y ellos estén buscando a su hija —expuso. El corazón de Lolita tembló al escucharlo, y se tambaleó, entonces Alejandro la sostuvo, y miró su semblante lleno de palidez, fulminó con la mirada a su amigo. —Amor, cálmate, piensa en nuestros bebés —solicitó ayudándola a tomar asiento. Oliver al escuchar la palabra bebés se tensó, y sacudió la cabeza. —Lo lamento… yo no lo sabía. —Se disculp
Alex y Lolita llegaron hasta las oficinas del ministerio público, acompañados de su abogado. Alejandro quería evitarle todas esas situaciones de estrés a María Dolores, pero era algo imposible, pues ella conocía a Ricardo y su familia, y era la persona a cargo de la niña. Cuando el fiscal los recibió de inmediato procedieron a colocar la grabación en donde Victoria relataba los hechos del nacimiento de Emma, también le informaron que las pruebas de ADN salieron negativas, y que por tal motivo sospechaban que Ricardo Benítez no era el padre de la niña. El fiscal analizó los hechos, mientras Lolita entrelazaba sus manos temiendo que Emma fuera llevada a un albergue y separada de su lado, su corazón bombeaba con fuerza, y por dentro oraba suplicando que no la apartaran de su lado. —Vamos a proceder con una investigación —informó observando a la pareja—, no enviaré a la niña a un albergue, puesto que, ante la ley, y mientras no se demuestre lo contrario es hija del señor Benítez, y é
Un par de días después Alex y Lolita anunciaron su compromiso, deseaban una boda sencilla, por lo que quedaron que la ceremonia se celebraría en un mes. Alba quedó en ayudar con los preparativos, para que María Dolores no se sintiera estresada con todo lo de la boda. —Debemos buscar una casa —sugirió Alex, abrazando a su mujer. —Nuestra empresa inmobiliaria tiene varias opciones —dijo Alba—. Deberían ver el catálogo. Lolita sonrió, y suspiró profundo, siempre soñó con tener su hogar, y encargarse ella misma de decorarlo, su corazón se agitó. —Deseo ver las opciones —expuso y de inmediato Alba la llevó hasta el despacho para que viera en el computador y luego escogiera las mejores opciones, para visitar las residencias. Entre tanto Alex se quedó en el salón con su padre. —Interpol ya emitió la alerta roja para arrestar a Andrew —informó a su hijo. Alejandro inhaló profundo. —Espero que lo atrapen, temo por nuestra seguridad —expuso con sinceridad. Santiago le colocó l
María Dolores presionaba la mano de Alex, su corazón retumbaba con cada paso que daba, cuando ingresaron a la oficina del investigador inhaló profundo, y cerró sus ojos por segundos, orando porque fueran buenas noticias. —¿Qué novedades tiene inspector? —averiguó Alejandro, también ansioso. —Señor Vidal —expuso con voz ronca el agente—, tomen asiento —solicitó mirando con profunda seriedad a ambos. Alex abrió una silla para que Lolita tomara asiento, y luego lo hizo él. María Dolores entrelazaba sus manos, esperando que el hombre hablara. El investigador se acomodó los lentes y leyó con atención un documento, enseguida se aclaró la garganta. —Encontramos a un familiar de la niña —indicó—, se trata de una tía abuela. María Dolores sintió estremecerse con la noticia, le dio la impresión que el corazón se le detuvo por minutos. Alex la tomó de la mano, la miró con atención, para él la noticia fue como si le clavaran un puñal. —¿En dónde está esa mujer? ¿Están seguros de que es su
Alex resopló, inspiró profundo, se metió al baño a mojarse el rostro, y esperar que su dolorosa erección, bajara, y luego mientras Lolita se maquillaba los labios, él fue a abrir la puerta. —Venimos por la novia —dijo Mafer sonriente, enfundada en corto y atrevido vestido rojo. —En cinco minutos está lista —indicó él, y dejó a su prima pasar a la sala. Instantes después María Dolores apareció reluciente, sonrió al ver a Mafer, las distinguía porque la joven tenía el cabello más corto y lucía unos mechones rosas. —Estoy lista —indicó. Se acercó a Alex, lo besó como despedida, mientras él volvía a advertirles que tuvieran cuidado. —Luces muy bien —le dijo Mafer a Lolita una vez que subieron al elevador. —No más que tú —aseveró María Dolores, pues la chica tenía una figura envidiable—. Eres muy bonita. Mafer sonrió, irguió su barbilla orgullosa. —Herencia de familia —indicó y carcajeó—. Vos también sos muy bella, y traes loco a mi primo, y mira que él ha salido con varias modelos
—¿Ya no viviré con ustedes? —Fue la pregunta que hizo Emma a Lolita en la mañana del día siguiente de la despedida. Los ojos de la pequeña se hallaban cubiertos de lágrimas. Lolita la abrazó y acarició su rubia cabellera. —Siempre vivirás con nosotros, la señora Cassandra es la tía de tu mamá, y desea conocerte —mencionó con calidez—, ella está dispuesta a dar la firma para que nosotros te adoptemos. Emma retiró su rostro del pecho de su madre y la miró a los ojos. —¿No me mientes? —cuestionó temblorosa. —Sabes bien que jamás lo hago —informó. —Tengo miedo —confesó la pequeña. —Nosotros te vamos a proteger —intervino Alexa con inocencia, y abrazó a Emma. Lolita miró con ternura a ambas, y las abrazó. —Es cierto, no temas, nosotros te vamos a proteger, Alex ya fue a hablar con los abogados, te juro que no nos van a separar —aseveró. El corazón de Emma se tranquilizó al escuchar a su madre, suspiró, y se dirigió a jugar con Alexa. María Dolores se quedó tranquila, y e
—¿Qué sucede? —indagó Santiago al ver el semblante descompuesto de su hijo. Alex no decía nada, su mano temblaba al sostener el móvil, y su mirada era llena de confusión. —¿Cómo pasó? —cuestionó alterado a la persona al otro lado de la línea. —¡No lo sé! —expuso Rose—, los estoy siguiendo, necesito ayuda. —Dime en dónde estás y salgo para allá —enfatizó—, no te expongas. —Por mi amiga y sus bebés soy capaz de dar la vida —rugió y acarició el arma que siempre la acompañaba, pisaba hasta el fondo el acelerador, sin perder de vista el auto en el que viajaban—, logré esquivar un balazo —indicó y le dijo en que carretera iban. —Voy para allá —informó Alex, y colgó la llamada, salió como loco del salón, mientras su padre, y tío corrían tras de él. —Alejandro ¿qué sucede? —cuestionó Santiago angustiado. —Andrew se llevó a Lolita —expresó arrastrando las palabra. Santiago resopló y deslizó sus manos por su rubio cabello. —¿En qué te ayudo? —indagó. —Llama a la policía, Ro
—Por favor, amigo resiste —solicitó Alex sollozando con angustia, sosteniendo en sus brazos el cuerpo ensangrentado de Oliver. Andrew aprovechó la oportunidad para huir, pero cuando abandonaba la cabaña, varios oficiales lo interceptaron, al verse acorralado, elevó las manos y enseguida le colocaron las esposas y lo subieron a una patrulla. Entre tanto, mientras Alex intentaba contener la hemorragia, Rose ingresó corriendo, su respiración era agitada, al ver aquella escena se llevó las manos al rostro, enseguida recordó el motivo por el cual entró. —Lolita se siente mal, está sangrando. Alex palideció por completo. —Ayúdame con Oliver —solicitó, entonces con lágrimas en los ojos se dirigió a su amigo—. Por favor resiste. Justo cuando Alex se iba a levantar el joven lo tomó de la mano. —Cuida a Alma —balbuceó jadeante—, dile que sea feliz con nuestro hijo… —¡Oliver! —clamó Alejandro con la voz temblorosa al instante que su amigo se desvaneció. En ese momento la puerta se abrió