Capítulo71
—¿Qué gano acaso yo al ayudarte? — La voz de Matías cayo fría tal tempano de hielo del otro lado del auricular:

—Sabes muy bien que yo nunca hago nada sin recibir algo a cambio.

—Yo... —Isabela no sabía ya de veras qué podría ofrecerle más a Matías.

—Cuando lo tengas claro, ven a donde vivo y dímelo tú misma en persona.

Después, Matías colgó. Isabela preocupada miró su celular. Al final le dijo a Catalina que tenía algo que hacer y se marchó. Catalina, ya un poco recompuesta de su tristeza, estaba preciso a punto de llevarse a Mateo a casa, así que dejó mejor que Isabela se marchara. Isabela tomó un taxi hasta la mansión donde vivía Matías. Cuando vio el imponente portón abriéndose lentamente ante ella, sintió como si se estuviese metiendo en las fauces de un lobo.

El conductor, al verla parada durante un rato, la instó impacientemente:

— Señorita, baje que ya llegamos.

Isabela volvió en sí, pagó el taxi y con pasos firmes se dirigió a la mansión.

Matías estaba de pie en el segundo pis
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