Esa noche, Isabela dormía entre sueños y sombras, sintiendo que una figura se movía cerca de ella. Encendió la lámpara de la mesta de noche y vio a Miguel de pie junto a su cama, riéndose de forma malévola.Antes de que Isabela pudiera gritar, Miguel le agarró el cuello con fuerza:—¡Maldita zorra! ¡De hoy no pasas!Isabela sintió que su respiración se volvía cada vez más débil. Su rostro comenzó a ponerse azul y, aunque intentó con todas sus fuerzas apartar las manos de Miguel, no logró moverlo ni un centímetro. Sus ojos comenzaron a girar hacia arriba. Finalmente, con gran esfuerzo, logró alcanzar el timbre de llamada junto a la cama, lo que atrajo rápidamente a la enfermera de turno.Miguel la abofeteó y huyó antes de que llegara la enfermera.La enfermera de turno llegó rápidamente y, al ver que en la habitación solo estaba Isabela, le preguntó qué había pasado. Isabela le mostró las marcas de dedos en su cuello y le dijo que alguien había entrado en su habitación y casi la había e
Catalina mostró una sonrisa despectiva.—Tú misma estás tendida en la cama de un hospital, ¿cómo es que vas a enfrentarte a mí? ¿Qué pasa? ¿Otra vez vas a buscar a Matías?Catalina se apartó un mechón de pelo de la oreja y miró con indulgencia a Isabela.—Te diré algo. Los Guzmán ya están buscando una nueva candidata para que se comprometa con Matías. Y tú, siempre serás esa tercera rueda que se mantiene escondida en la cajuela.Isabela la miró a los ojos y soltó una risita.—Me importa un pepino si soy la otra. Lo importante es que yo tengo a Matías, y eso es suficiente.Isabela sabía lo que pasaba por la mente de Catalina, así que lo dijo a propósito para molestarla. Como era de esperarse, Catalina, al escuchar esto, abrió los ojos con furia y señaló a Isabela:—¡De verdad no tienes ni una pizca de vergüenza!Sus manos temblaban ligeramente de la ira. Nunca pensó que Isabela pudiera decir algo así. Mirando la sonrisa provocadora en el rostro de Isabela, Catalina deseó con todas sus f
Desde su ángulo, parecía que Catalina era quien había empujado a Isabela. Viendo que Mario no decía nada, Catalina se puso nerviosa. Ella sabía que Mario era buen amigo de Matías, y si él decía algo incorrecto frente a Matías, seguramente sería despreciada por él.En ese momento, sus lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Mirando a Mario con una expresión de inocencia le dijo:—Yo de veras no la empujé. Como colegas, me enteré de que estaba hospitalizada y quise venir a verla, pero no esperaba que la señorita Mendoza me insultara de esa manera.Isabela, al ver la expresión ansiosa de Catalina, no pudo evitar una sonrisa de alivio en su corazón. Catalina, ¡no eres la única que sabe actuar!—Señorita Salazar, si dices que no me empujaste, entonces no lo hiciste —dijo Isabela, bajando la cabeza, con una apariencia completamente afligida.—¡Isabela, ya basta de fingir! — gritó Catalina con voz desgarrada.—Señorita Salazar, dígame usted ¿qué es lo que estoy yo fingiendo? No voy a t
Después de un largo silencio, fue Matías quien habló primero, rompiendo el hielo. A lo que mirando a Isabela explicó:—Catalina es, después de todo, la hija mayor de la familia Salazar. Si ellos se enteran, es probable que te busquen problemas.En otras palabras, lo que Matías quería decir era que le había pedido a Isabela que se disculpara con Catalina por su propio bien. Isabela soltó una carcajada.—Bueno entonces, gracias por tu amabilidad.—Isabela, ¿es necesario que me hables así? — dijo Matías, notando la mirada de hostilidad que Isabela le dirigía, una mirada que podría haber sido dirigida a un enemigo. Eso lo enfureció y también lo dejó algo perplejo.Isabela no quería prestarle atención. Se recostó en la cama, dándole la espalda, y miró hacia la ventana. No pasó mucho tiempo antes de que Mario Morales entrara y organizara que una enfermera le cambiara de habitación. Matías, sin saber lo que había ocurrido la noche anterior, asumió que el cambio de habitación se debía a algún
Catalina no se imaginaba que Miguel fuera tan difícil de manejar. En ese momento solo tenía 200 mil en sus manos, y si se los daba todos, no podría llevar a cabo nada más de lo que tenía planeado. Así que le dijo:— Solo 100 mil dólares, ¿lo tomas o dejamos de cooperar?—Vale, venga ya. — Miguel contestó por celular con cierta impaciencia. — Deja de dar tantas vueltas y transfiéreme el dinero ya.—Te daré el dinero, pero quiero ver resultados en máximo tres días. — Catalina colgó en cuanto terminó de hablar.Unos segundos después, Miguel le envió el número de su cuenta bancaria. Catalina no dudó y fue directamente al banco para transferirle los 100 mil.El empleado del banco la vio transferir tanto dinero de una vez y pensó que tal vez era víctima de una estafa telefónica. Quiso advertirle amablemente, pero ella lo tomó como una intromisión en sus asuntos.El empleado, viendo su actitud, no pudo evitar poner los ojos en blanco en silencio y luego hizo la transferencia.Miguel, que acab
Así que la policía actuó de inmediato para investigarlo. Además, Isabela casi que había sido estrangulada por Miguel la noche anterior y temía que Miguel buscara a Renata y las demás. Por eso, Isabela las hizo quedarse en un hotel y llamó a la policía.La policía fue a vigilar cerca de la casa de Isabela, y si no fuera por la rápida reacción de Miguel, probablemente ya habría sido arrestado y llevado a juicio.En el hospital, Renata se enteró de que Miguel había salido, y estaba muy asustada. Renata había sido secuestrada y llevada a los cerros cuando era niña, fue vendida para favores sexuales varias veces y finalmente terminó en manos de Miguel.Miguel había tenido una esposa antes, pero la mató accidentalmente durante una borrachera, lo que lo llevó a pasar varios años en prisión. Después de salir, compró a Renata con dinero.Debido a los continuos abusos de Miguel, la salud de Renata se había deteriorado con el tiempo. Además, Miguel la culpaba por no poder quedar embarazada, lo qu
Había resultado que, en ese momento, Miguel estaba tratando de violar era a otra joven. Después del incidente, la familia de la víctima se había ido a buscar a Miguel, pero él afirmó rotundamente que ambos habían consentido. La familia, al no tener pruebas, no tuvo más remedio que dejar el asunto como estaba.Fue entonces cuando Isabela salió a testificar contra Miguel, y la policía logró encontrar restos de su semen en la escena del crimen, lo que llevó a su arresto. Al principio, Miguel fue sentenciado a cinco años de prisión, pero gracias a las gestiones del padre de Luciana, la sentencia se fue extendida a diez años.Ese mismo año, justo se cumplían los diez años de su condena, y en cuanto Miguel salió de la cárcel, se fue directamente a buscar a Isabela para vengarse.Cuando Renata se enteró, se desmayó del susto. Afortunadamente, Luciana estaba con ella y la llevó rápidamente al hospital, que resultó ser el mismo donde estaba ingresada Isabela. Mientras Luciana iba a recoger los
Isabela terminó de hablar y Renata se quedó en silencio por un largo tiempo.—Mamá, lo siento de veras mucho. Te he faltado y decepcionado —dijo Isabela con la voz algo decaída.Sabía que Renata tenía miedo de que, al estar sola luchando en la gran ciudad, fuera engañada por algún canalla. Por eso, cada vez que volvía a casa durante las vacaciones, intentaba evitar cualquier encuentro con Matías. Él era alguien que, una vez que empezaba, no tenía ningún tipo de control, y siempre insistía en dejar chupones en el cuerpo de Isabela.Había habido varias ocasiones en las que los chupetones en el cuello de Isabela eran claramente visibles. Ella sabía que Renata los había visto, pero su madre nunca preguntó nada sobre su vida personal. Sin embargo, esta vez, Isabela estaba embarazada sin haberse casado. Temía que Renata estuviera decepcionada de ella.Al escuchar esto, Renata suspiró y dijo:—Mi niña pendeja, mamá solo puede sentirse preocupada por ti, ni siquiera tuvo tiempo para decepciona