Mirian fue, es y será una persona importante en mi vida. Después del largo proceso de adopción recuerdo el día en que apareció en el lugar de acogida para buscarme, todavía desconfiada, pero feliz la seguí a mi nuevo hogar. Allí recibí la aceptación de mis padres. A pesar de sentirme tan rota me amaron incondicionalmente y sin prejuicios. Supe por la psicóloga, que contrataron para ayudarme a lidiar con mis tormentos, que debía hablar, porque mi verdugo se había encargado de marcarme para toda la vida. Comprendí que debía pagar por el abuso y la humillación. En el juicio denuncié cada violación, cada golpe y cada atropello. Lo condenaron a 10 años de prisión y, aunque no me sentía satisfecha, el alivio me envolvió. No sentiría nuevamente las náuseas que aparecían cada vez que me tocaba y mancillaba mi cuerpo. Mi madre adoptiva me abrazó, fue el primer acercamiento que tuvimos y, aunque no lo recibí con desagrado, el gesto me inquietó. A pesar de las terapias, mis temores y frustr
El joven militar resultó ser un adicto al trabajo. Sus obligaciones nunca se limitaron a acompañarme a los diferentes eventos diarios a los que asistía. A veces dormía en la mansión, realizando recorridos nocturnos. Lo contemplaba desde mi habitación extasiada con tanta belleza masculina. Me embargaba su olor varonil y su conducta seria y distante, pero era inocente y con escasas experiencias en cuanto a técnicas de seducción. Mis únicos encuentros íntimos habían sido generados por violaciones, por lo que tampoco podía precisar cómo reaccionaría ante una situación romántica. Comencé a pensar que quizás la atracción era mutua, porque en más de una ocasión lo sorprendí mirándome, pero ninguno mostró nunca su juego, quedando la posibilidad de una relación, relegada a un segundo plano. Me cuidaba con devoción y celo. En cada evento se mantenía a mi lado evitando el contacto con las personas. Un día presenció uno de los ataques de pánico, generado por mis inseguridades y la poca tolera
Cuando supe del diagnóstico de Mirian sentí que el destino me estaba arrebatando una parte importante de mi vida, pero Adrián, mi pequeño fue determinante para aguantar los avatares de mi mundo. Murió lejos de mí, pero haciendo justo lo que quería, disfrutando de sus últimos días en la tierra. Tuve la fuerza para soportar la pérdida de una de las personas más importantes para mí, porque se fue cómo había vivido, con dignidad. Observé a James, derrumbarse frente a mí cuando tuvo que acatar la decisión de mi madre, sufrió su pérdida y, particularmente su ausencia con mucho pesar. Acepté su boda con mi suegra, porque pensé que le traería paz y tranquilidad a su alma, sin embargo, ese acontecimiento era un grito de auxilio, de ese miedo genuino y fuerte a la soledad. Fue un buen compañero para Amara, pero nunca el esposo devoto que ella quería. - La lloraba todas las noches, cuando pensaba que yo no escuchaba ni lo veía, sufrió cada día de su vida la pérdida de su esposa. Yo lo cons
En nuestro vagar conscientes por la vida los seres humanos debemos enfrentarnos a situaciones difíciles, que atacan directamente nuestras mentes, llevándonos a la locura y ponen a prueba nuestra capacidad de resistencia. Perder a un hijo debe ser, para una madre, un derrumbe total de su mundo, una de esas situaciones límites que nos hace cuestionarnos la decisión de seguir con vida. Dunia, mi amiga cubana, sufrió la pérdida de su hijo, condenado, desde su nacimiento, a padecer una extraña enfermedad que atacaba a su organismo, afectando su sano y adecuado crecimiento y desarrollo y, particularmente al sistema inmunológico, dejándolo sin defensas para la lucha contra el padecimiento. Sumida en su dolor y aferrada al recuerdo del pequeño, la morena, abrazó una depresión de grandes connotaciones, que la envolvió en la tristeza y la desesperanza. Pasaba horas llorando en la habitación del pequeño, lamentando su desdicha. Su esposo, quien se había mantenido a su lado durante el proc
A veces el destino nos muestra caminos diferentes y rectos en medio de las tribulaciones, ofreciéndonos una vía de escape a tanto sufrimiento. Para Dunia el comienzo era difícil e incierto, pero después de días de conversaciones con su esposo, decidió perdonarlo y volver a Cuba, a su lado, quizá por el hecho de considerarlo su única familia, o porque ya había perdido mucho y no estaba dispuesta a darle paso a la soledad. Mirando a mis hijos, esa noche, mientras los acurrucaba entre las sábanas, supe que había acabado de romper, con todos mis traumas del pasado. Allí estaba, viviendo una vida diferente a la que tenía, e incluso mejor a la que había imaginado. En todas esas noches de desvelo, en mi adolescencia, nunca imaginé que años más tarde gozaría de paz y que tendría una familia que sería mi orgullo y mi fortaleza. Recordaba que ese mismo día había asistido a uno de aquellos eventos molestos, que causaban malestares en el pasado. Mi editora me había llamado en la mañana, recor
El tiempo inflexible sigue su tránsito, modificándolo todo a su paso. Mi vida se llenó del amor de los míos y de esa lucha constante por mantenerme centrada en mi objetivo. A lo largo de estos 15 años he tenido éxito en mi vida profesional y personal. Publiqué cinco obras que tuvieron un caluroso recibimiento por parte de mis seguidores y he visto crecer a mis hijos, disfrutando de cada uno de sus éxitos. - ¿Todo está listo? - preguntó Jerry, refiriéndose a los preparativos para la cena donde conoceríamos a la novia de mi hijo Adrián. - Espera - digo nerviosa - se me olvidaron algunos asuntos en la cocina. - Calma, todo va a salir bien - expresa mi chico, dándome un beso breve en los labios. Penetro en la estancia y observo a mi empleada, fiel y eficiente, moverse con habilidad por la cocina, dándole órdenes a las otras chicas encargadas del servicio, que hoy se encuentran bajo su tutela en las tareas culinarias. - ¿Todo bien? - Le pregunto a Tamara, acercándome al fogón.
Meses más tarde mi hijo nos dio la grandiosa noticia de su boda. Todos nos alegramos, pero, en mí, además de alegría por él, estaba la incertidumbre de no saber que tenía preparado el destino para su nueva vida. Como toda madre protectora quería evitarle problemas a Adrián, aunque estaba consciente, de que todos los seres humanos tenemos que vivir nuestras experiencias para aprender, porque eso es exactamente lo que nos hace más sabios. Ayudé en los preparativos de la boda, asumiendo gran parte de los gastos, pues mi hijo apenas estaba estudiando y la familia de la chica no tenía una solvencia económica estable, preparando para ellos una celebración de ensueño. Una tarde, días antes de la ceremonia, el chico entró nervioso a mi despacho, donde trabajaba en mi nuevo proyecto. - ¿Mami podemos hablar un momento? Su actitud solemne me hizo levantar de inmediato la vista de mi cuaderno de anotaciones. - Claro mi amor - respondí. - Quisiera pedirte que me dejaras vivir en esta c
- Llegamos señorita - avisó Jerry, con su acostumbrada seriedad, apenas estacionó frente al enorme e imponente edificio de la editorial. Bajó en silencio y rodeó, con elegantes movimientos el auto, para abrirme la puerta del asiento del copiloto. Suspiré, tratando de despojarme del miedo que invadía mi cuerpo. El corazón acelerado me recordaba constantemente que no estaba acostumbrada a socializar y que odiaba la invasión de mi espacio personal. Capté, inmediatamente, la luz emitida por una cámara fotográfica y me aterré. La noche promete, me dije internamente, tratando de reprimir el sentimiento de frustración que luchaba por salir. - ¡Buitres! – exclamé molesta, refiriéndome a los fotógrafos y reporteros que esperaban mi llegada. Caminé con pasos rápidos, aunque algo inseguros, hacia el vestíbulo de la monumental construcción. Los periodistas me acosaron, tratando de buscar un acercamiento que les permitiera interrogarme sobre el lanzamiento de mi libro. No quería hablar, por