JOHN FOSTER Deslicé mi mano de su hombro hacia su cuello, invitándola a recargar su espalda sobre mi pecho. Incluso en la penumbra Avril era hermosa y sensual. Su delicioso perfume cosquilleó en mi nariz mientras percibía su cuerpo tenso. Estaba nerviosa y yo era víctima del deseo. Deposité un beso suave en su hombro que la hizo estremecer. Suavemente acaricié su rostro, pasando mis dedos por encima de sus ojos, invitándola a cerrarlos antes de que los cubriera con la suave tela que había escogido para ella. Lo único que usaría esa noche para mí. —Yo… no… sé si esto… —comenzó a tartamudear y no pude evitar sentir ternura. Acaricié sus labios antes de besarla. En cuanto su boca estuvo en contacto con la mía, algo cambió. Me sentí como hacía años no me sentía. Mis latidos se aceleraron y mi deseo por ella se alteró. —No te haré daño —pronuncié contra sus labios. Le quité el bolso de las manos, temeroso de ser descubierto y al mismo tiempo emocionado por este juego, dispuesto a a
AVRIL STEEL Abrí los ojos en cuanto escuché que alguien tocó a la puerta. —¡Servicio a la habitación! —exclamaron del otro lado, entonces lo comprendí, ¡ya había amanecido y yo seguía en la habitación de ese hotel! Quise salir de la cama de un brinco, pero todo me dolía de la cadera para abajo y recordé al hombre de anoche. Las yemas de mis dedos hormigueaban como si volvieran a sentir su piel caliente y sus músculos tensos. Era atlético, no me cabía duda, y sus labios eran suaves y dulces. Me dejé caer en la cama, cubriéndome con la sábana hasta medio rostro, ocultando mi sonrisa y un suspiro de adolescente enamorada. El «donador» había controlado mi miedo y nerviosismo, me había acariciado como jamás nadie lo había hecho. Me hizo sentir deseada. Giré mi rostro y entonces me encontré con esa linda rosa descansando a mi lado. La tomé con cuidado y la vi más de cerca, acaricié sus pétalos y olfateé su perfume. Mi piel se erizó y mi sonrisa se hizo más grande. No pude evitar compa
JOHN FOSTER Avril y su osita bajaron las escaleras de la casa, listas para nuestro paseo dominical. Amber lucía un hermoso vestido rosa, mientras que Avril se veía jovial y fresca con esos pantalones de mezclilla y una blusa del mismo color que el vestido de su osita. Era como ver a «Barbie» y a su hija después de cambiar de accesorios. Era impresionante lo hermosa que se veía Avril de cualquier forma y entonces recordé la noche que pasamos. Esta noche se repetiría y ya tenía en mente un par de cosas que haría con ella. Me moría por sincerarme, por hablarle de la desesperación que me embargaba por volver a tenerla, pero sabía que aún no era momento, la reciente separación de su esposo aún era un obstáculo, pero confiaba en que, cuando descubriera que yo era su fiel amante anónimo y que tendríamos un hijo, no podría rechazarme, no podría alejarse de mí. —¡Estamos listas! —exclamó Amber dando un brinco para plantarse frente a mí—. ¿A dónde nos llevarás? —A la luna, si eso quieren…
AVRIL STEEL Sorbí por la nariz y volteé sin poder ocultar mis lágrimas. No estaba llorando de tristeza, era impotencia, odio, rencor, furia… frustración. Me apoyé en la tarja y traté de tranquilizarme. Las manos de John se posaron en mi cintura, me giró hacia él y me estrechó con ternura. —Estoy bien… —dije queriendo escapar de sus brazos, pero las lágrimas me delataban. —No estás bien —contestó acariciando mi cabello—. Es normal. —Es como si no se diera cuenta del daño que me hizo, o simplemente no le importara. No lo quiero cerca, no quiero volver a verlo, no quiero saber absolutamente nada de él —dije aferrándome a su playera con ambas manos, escondiendo mi rostro en su pecho. —Tranquila, no estás sola… mientras yo esté a tu lado, Derek no volverá a acercarse a ti —contestó besando mi frente con ternura. Levanté mi rostro hacia él, perdiéndome en la profundidad de sus ojos. Posé mi mano sobre su mejilla, sintiendo lo rasposo de esa barba que comenzaba a brotar por sus por
JOHN FOSTER Tomé distancia, solo un par de pasos, deseando verla por completo; su hermosa figura y su piel tersa. Avril había sido mi obsesión por tantos años, la única mujer de la que me he enamorado con tanta intensidad. Deslicé mi mano por su espalda, era una delicia ver cómo su piel se erizaba con mi tacto. Tomé su bolso y descuidadamente lo dejé sobre la mesa de noche, algunas cosas salieron de él, como su celular y un labial rojo, justo el que estaba usando para mí. Me planté detrás de ella y bajé el cierre de su vestido mientras dejaba pequeños besos en sus hombros y omoplatos, liberando mi aliento contra su piel antes de morderla con suavidad. Estaba hambriento por volverla a probar, por saciarme con su cuerpo. El vestido cayó al mismo tiempo que la pantalla de su teléfono se encendió. No emitía ningún sonido, ni siquiera una vibración, pero fui capaz de ver el nombre de Derek parpadeando con desesperación, como si fuera consciente de que la mujer que alguna vez fue suya,
AVRIL STEEL Llegué a la oficina, apresurada mientras Alissa corría detrás de mí con todos mis pendientes. La pasarela fue un éxito y los vestidos se vendieron casi de inmediato y a precios muy altos. John había tenido razón, incluso conseguimos más clientela de la que teníamos, conquistamos a otra clase de compradoras y parecía prometedor. Aun así, avancé a paso rápido con el único fin de esperar a mi CEO para hacerle algunas preguntas, me sentía confundida, nerviosa y la voz de mi amante solo giraba en mi cabeza y me hacía pensar en… John. ¿Era mucha coincidencia que ambas voces se parecieran? —¿Ya llegó el señor Foster? —pregunté ansiosa. —¡Sí! De hecho… Creo que llegó desde anoche —contestó Alissa detrás de mí haciendo que me detuviera en seco y girara hacia ella. —¿Cómo? —pregunté confundida. —Sí, tengo entendido que pasó la noche trabajando en su oficina —agregó escondiendo medio rostro detrás de los papeles, dejando que sus ojos detrás de esos grandes y redondos lentes fue
AVRIL STEEL Como bien había advertido Alissa, mi oficina estaba llena de tulipanes. Con solo abrir la puerta me sentí como si hubiéramos entrado a un jardín. Era demasiado. —Avril… —dijo Derek al verme, con una mirada cargada de incertidumbre, pero en cuanto vio a mi celoso protector, comenzó a rabiar—. ¿Le puedes decir a tu perro que nos deje a solas? —No pienso dejarte «a solas» con ella… ¿Algún problema? ¿Piensas hacer algo al respecto? —preguntó John, parecía ansioso por desatar una pelea. —¡Qué valiente hijo de puta! ¿Quieres que arreglemos esto afuera? —Derek le hizo frente. Ambos hombres parecían listos para intercambiar puños. —¿Afuera? Lo podemos arreglar en este mismo momento… —contestó John rechinando los dientes. —¡Suficiente! ¡Ya basta! —exclamé preocupada porque esto se volviera un espectáculo para toda la empresa—. John, por favor, déjame a solas con Derek. —¿Qué? —preguntó ofendido, como si le hubiera dado un golpe. —Lo que escuchaste, «Johny». Vete a la m
JOHN FOSTER Creí que podría ignorar la actitud de Avril, pensé que no me importaría que me corriera de su oficina, quedándose a solas con el hombre que había arruinado su vida. Me era imposible creer que, pese a todo lo ocurrido, lo prefiriera a él. Los celos y la frustración me carcomían. ¿Por qué no permitió que lo sacara a patadas del edificio? ¿Por qué tratarlo con diplomacia cuando no se lo merecía? Me sentí a punto de abandonar este juego de ser su amante, salir de la habitación y simplemente desaparecer de la misma forma que lo hice hacía tantos años. Vi la hora en mi reloj… no faltaba mucho para que Avril llegara, aun así, podía escabullirme. Dejé a un lado esas ideas y esperé. Triste y al mismo tiempo iracundo, hasta que la puerta se abrió. Fue la primera vez que a Avril no le costó encontrarme entre la penumbra, como si ya estuviera acostumbrándose a la oscuridad y a mi presencia. Sus ojos brillaron con intensidad y sus carnosos labios se entreabrieron. Todo el coraje