AVRIL STEEL —¿El abuelo ya era muy viejito? —preguntó Amber procesando la idea de que el abuelo ya no volvería. Era complicado explicarle lo que significaba la muerte sin causarle esa ansiedad que todos los adultos sentíamos por lo menos una vez al mes, tal vez una vez a la semana para los más aprensivos. —Ya era grande —contestó mi papá acariciando sus cabellos. Tenía razón, ya era grande, pero eso no significaba que no doliera. Mientras organizábamos un rincón de la casa para mantener las cenizas del abuelo en buenas condiciones, me di cuenta de que regresar significó toda una avalancha de emociones y, sobre todo, dolor. Fue como si todos los problemas que había dejado aquí se hubieran alimentado y crecido durante mi ausencia, para recibirme con más hambre y furia. ↓ Antes de que John llegara decidí salir de la casa e ir directo a mi empresa. Tenía que recobrar mi vida, tenía que distraerme en algo más que no fueran mis penas. Al principio pensé en llevarme a George y Amber
AVRIL STEEL —¿Señora? Aquí está lo que me pidió… —dijo Alissa dejando caer un enorme bulto de papeles sobre el escritorio. Era bueno saber que seguía siendo tan buena investigadora como siempre. —Luisa Chapman… —pronuncié el nombre escrito en el expediente después de que Alissa se fuera. Sentí por un momento que su espíritu vendría, tan rencoroso y voluble como su hija, para torturarme por besar a su esposo. La señora Chapman tenía un historial muy largo asociado a depresión, al parecer Chapman la conoció en el hospital, tal vez se encontraron por los pasillos, cuando él iba a alguna consulta y ella salía de terapia. ¿Cómo alguien con depresión y miedo a estar sola, se pudo enamorar de alguien tan frío y antisocial? Su acta de defunción y reporte de autopsia manejó que se suicidó después de un ataque de ansiedad muy fuerte. Horrorizada por cada palabra, preferí cerrar todo y presionar mis ojos con las palmas de mis manos. Chapman le había preguntado a Rita si había tomado sus
JOHN FOSTER Después de arrullar a Mary y dejarla dormida en su cunita, me dediqué a beber en completa soledad en la sala. No podía evitar evocar una y otra vez ese beso en el aeropuerto. —Señor, ambas denuncias están vigentes… Se mandará un citatorio a la familia Chapman para que se presenten a juicio —dijo Damián entrando a la sala, deteniéndose en seco cuando notó mi actitud—. ¿Señor? —Vaya… Entonces vendrá Rita con su «amado padre». No puedo esperar para volverlos a ver, de seguro Avril se pondrá feliz —dije con ironía y la mirada perdida en el futuro. —Señor Foster, si me permite darle un consejo, creo que sería un buen motivo para que se casara con la señorita Steel. —Por el contrario, creo que este es un pésimo momento… —contesté malhumorado—. Si ella ama a Chapman, terminará de romperme el alma con su rechazo. No quiero imaginármela corriendo con el vestido de novia hacia los brazos de él. —No lo hizo en el aeropuerto, no lo hará en su boda —agregó sentándose a mi lado—.
JOHN FOSTER —Te juro que yo no… —Antes de que Avril continuara, posé mi mano en su mejilla, sintiendo el calor de su piel y la humedad de sus lágrimas. —Si quisiera una mujer amargada y desconfiada… No te buscaría a ti —la interrumpí, logrando que sus ojos llorosos se levantaran hacia mí—. Tu peor pecado es tu más grande cualidad, Avril. Ves bondad hasta en el hombre más ruin. Solo espero que sigas siendo así siempre. —Yo no amo a Chapman… No sé qué es lo que siento, pero no es amor… yo… —Sientes lástima y empatía por un hombre que supo muy bien cómo manipularte. Tanto él como Derek llegaron en un momento muy vulnerable y se mostraron ante ti como buenas personas, te dieron un poco de bondad para que pudieras confiar. Ese maldito corazón de pollo que tienes es tu peor enemigo, Avril… pero… sinceramente, no quiero que lo pierdas —contesté pegando mi frente a la suya—. Porque estoy seguro de que… próximamente tendré que hacer muchas cosas malas y no quiero perder tu amor. —Nunca
HENRY CHAPMAN —¿En verdad te enamoraste de esa mujer? —preguntó Rita pensativa, viéndome desde la puerta. No noté reproché o molestia, en verdad parecía curiosa, pero, aun así, preferí no contestar—. ¿Qué hay de mamá? ¿Ya la has olvidado? —Nunca podría olvidarla… —Tomé la fotografía sobre mi escritorio y suspiré lleno de melancolía. Sentía una atracción muy intensa hacia Avril, tal vez admiraba su fuerza y su manera tan protectora de ser con sus hijos. Era una chica inteligente y noble, no dudaba en sacrificarse por la gente que amaba, y quería saber lo que se sentía ser la prioridad de una mujer así, además, su belleza era inigualable, a la altura de la bondad de su corazón. ¿Deseo, amor o capricho? ¿Cómo podría catalogarlo? Tal vez era más simple de lo que estaba dispuesto a admitir. Decir que lo nuestro era incompresible era lo más atinado. Tan fuerte como la explosión de la pólvora, tan inestable como la nitroglicerina. ¿Mataría o moriría por ella? Quería creer que aún no lle
JOHN FOSTER —No puedo permitir que estés arruinando tu vida —dijo mi madre entrando como un vendaval mientras me acomodaba la corbata. —John, esa mujer solo es una oportunista. Solo quiere estar contigo por tu dinero. ¿No te das cuenta? —segundó mi padre. —¿Ahora entienden por qué no los invité? —pregunté divertido, volteando hacia ellos—. Si no salen de aquí por iniciativa propia entonces tendré que llamar a seguridad. —¿Serías capaz de sacarnos de esa manera a nosotros, tus padres? —inquirió mi madre sorprendida e indignada—. Error tras error… John… Mientras tú nos das la espalda y nos quieres sacar de aquí, tu amada esposa debe de estarse fugando con el doctor Chapman. —¿Perdón? —pregunté confundido y sintiendo como el jugo gástrico recorría mi esófago. —Después de tus acusaciones contra Rita, nos enteramos de que el doctor ha venido a arreglar el problema. No lleva mucho desde que llegó al país —agregó mi padre con desinterés y un resoplido decepcionado—. John, siempre sup
AVRIL STEEL —No me iré de aquí sin ella… —sentenció Chapman viéndome fijamente. —Ella no quiere ir contigo, ya escogió, se acabó el juego —contestó John plantándose delante de él. Ambos eran casi igual de altos, pero se notaba que la edad causaba una gran diferencia. Mientras John se veía vigoroso y su cuerpo parecía vibrar, listo para la contienda, Chapman se mostraba más relajado, incluso con las manos en los bolsillos. —Johny, sabes que no soy un hombre que le guste la violencia, sabes que, como médico, no haría nada que comprometiera mis manos. Vivo de ellas —agregó Chapman viendo sus manos con atención. De pronto levantó la mirada hacia mí, entornando los ojos—. Nunca creí que sería capaz de poner en juego mi carrera, arruinando mis herramientas más preciadas, por una mujer. Comprendí muy tarde a lo que se refería cuando su puño impactó contra el rostro de John, haciéndolo retroceder mientras mi grito se quedaba atorado en la garganta. De esa manera se desató una contienda
JOHN FOSTER En la sala de espera me quedé plantado frente a la ventana, con los ojos nublados por las lágrimas. Ningún quejido o sollozo salía de mi garganta. La reunión fracasó, mis suegros se llevaron a los niños a casa, sin explicarle a Amber lo que había ocurrido. Como una estatua sin alma, permanecí de pie, sin sentir cansancio, solo dolor, uno del que no te puedes deshacer con pastillas. Las horas pasaron, el sol se asomó por el horizonte y Chapman no salía del quirófano. Solo escuchaba gritos pidiendo más bolsas de sangre, material y una oración. Lo único que sabía era lo que los enfermeros comentaban antes de ingresar a urgencias. Sonaba poético, pues solo mencionaban a la novia del corazón roto. Por momentos quería caer al piso, romper en llanto, sentirme miserable y sucumbir, pero me mantuve de pie, llorando en silencio. ¿Nuestro amor estaba condenado a la agonía? Cada vez que intentara ser feliz con Avril, algo terminaría saliendo mal, ¿era la manera en la que el destin