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CAPITULO I

Despierto sacudiéndome por el sueño de alguna pesadilla que siempre me aborda durante la noche de cada madrugada cuando me dispongo a dormir, veo el reloj que esta sobre la mesa pequeña a mi derecha señalando que son las cinco de la mañana y me levanto con espasmo sentándome al borde de la cama y me quedo viendo al suelo, estiro mi cuello y escucho sonar mis huesos, cierro los ojos por un momento e inhalo de manera profunda y, aunque apenas comienza la mañana ya sé que hoy no será un día normal, abro los ojos bruscamente y rápidamente me levanto para ir al baño y darme una ducha rápida. Media hora después me encuentro saliendo de mi edificio con ropa deportiva, me coloco los audífonos en los oídos y me subo la capucha de mi sweater y comienzo a correr después de poner "History" de Michael Jackson

"He got kicked in the back

He says that he needed that

He hot willed in the face

Keep daring to motivate

He says one day you will see

His place in world history

He dares to be recognized

The fires deep in his eyes"

Paso cerca de un parque por una acera amplia con apenas personas que comienzan a transitar las calles, y como todos, salen de sus casas a ganarse sus salarios, el día esta húmedo llovió durante toda la noche y las nubes amenazan con seguir su idilio hoy también. Quizás por la tarde, por un momento veo un autobús de transporte privado y a una persona sentada cerca de la ventana por el lado de adentro, me atrae, nos quedamos viendo, pero ambos nos alejamos de todos modos y volteo a seguir mirando hacia delante, sin embargo, se queda en mi mente

"Don't let no one get you down

Keep movin' on higher ground

Keep flying until

You are the king of the hill

No force of nature can break

Your will to self–motivate

She says this face that you see

Is destined for history"

Ha pasado alrededor de una hora cuando cruzo por una calle que me llevará de regreso a mi edificio, no me tardaré en llegar menos trotando. Unos minutos y llego directo a mi ascensor y coloco el código que me llevará hasta mi piso, me bajo la capucha, veo la hora cuando se abren las puertas y cuando subo la mirada ahí está Matthew bien vestido en traje negro como siempre recostado de la pared cerca de mi puerta, se sobresalta separándose de la pared y se jala un poco la chaqueta de la vestimenta cuando me ve.

– Buenos días señor – Me saluda como de costumbre con su inusual voz algo ronca mientras me acerco

– Buenos días Matthew – Respondo mientras meto la llave en el cerrojo

– ¿Dónde andaba, señor? – Inquiere 

– Haciendo lo mismo de siempre – respondo en lo que entramos

– ¿No ha considerado contratar protección? – Pregunta – digo, es que siempre sale tan temprano

– Eso llamaría la atención – Respondo ido – ¿No lo crees así? – Pregunto mientras me quito la camisa

– Si, ciertamente – Alega igual de distraído – ¿Necesita algo? – Termina por preguntar haciendo la vista hacia mí

– No, puedes bajar estaré listo en un par de minutos Matthew

– Ok señor, lo espero entonces – Dice y sale del apartamento con paso acelerado

Me ducho rápido y entro al cuarto apresurado casi con el paño en el suelo, me pongo un bóxer después de secarme y busco en el clóset algún traje de los que me pongo siempre, pero finalmente elijo uno gris que me gusta y no he usado mucho, y que como todos los trajes que uso este también tapará mis tatuajes, también para varear un poco siempre me pongo solo trajes negros. Me termino de vestir y trato de arreglar mi cabello viéndome en el espejo de la puerta del guardarropa pero me gana, mientras el hombre del otro lado me devuelve la mirada desde la ventana de sus ojos, desisto y lo dejo algo alborotado, tomo mis cosas y bajo al estacionamiento saliendo del ascensor con un maletín que tiro en un lado del asiento de atrás cuando entro en el Mercedes Benz G 63 Amg blindado de color negro pulverizado con detalles en plateado, por alguna razón sé que hoy no es un día como todos los demás, puedo percibir un aire distinto en el ambiente

– ¿Cambio de atuendo hoy, señor? – Pregunta mirando por el retrovisor sacándome de mis pensamientos

– Solo de color – respondo mientras saco mi Tablet del maletín para ir revisando documentos incluso mandar algunos correos, y ya seguiré desde la oficina con el resto.

Matthew arranca y salimos del subterráneo a toda prisa, quedan como quince minutos para que se hagan las siete, pero con la carretera despejada y lo cerca llegamos rápido al imponente edificio con sus grandes letras plateadas que se logran apreciar incluso desde lo lejos antes de que bajemos de la autopista, aquellas letras un poco en cursiva "The Trozzccssell Enterprise" llegamos y subo hasta lo último en el piso treinta, salgo del ascensor y respondo el saludo a Marian como siempre

– Buenos días señor Trossell

– Buenos días, podrías llevarme un café a mi oficina – Espeto

– Por supuesto ¿Con leche?

– Negro – respondo más como para llevarle la contraria y no ser tan predecible

– En un momento señor

Con paso apresurado entro en mi oficina, y me concentro en el computador, Marian entra y me deja el café sobre la mesa, le hago un gesto con la cabeza y sale justo cuando agarro la taza. Un rato después la llamo y atiende en el segundo tono

– Sí, señor

– Marian necesito que me traigan los papeles del... – Me interrumpe

– Si señor ya están acomodando esos papeles para traérselos, haré una llamada al piso doce para que se apresuren – Que eficiencia, ya le había hablado que quería esos papeles para hoy

– Bien, estaré atento – Digo y cuelgo

Vuelvo a mi computador. Unos minutos más tarde Marian llama para avisar que la persona ya está afuera de mi oficina esperando para entrar le digo que la haga pasar y entra, sigo enfrascado en la pantalla de mi computadora sin fijarme quien entró

– Señor Trossell aquí están los documentos que mandó a pedir – Me quedo absorto al escuchar aquella voz y levanto mi cara lentamente y ahí está parada frente a mi Sara y mi mente vaga al pasado en un santiamén 

¡SARA! Hace aproximadamente siete años que me tuve que hacer cargo de este imperio que estaba por venirse abajo y entonces vi su nombre en la lista de la nómina cuando revisaba algunos papeles, pero ahí me quede paralizado con la frialdad que me caracteriza hoy en día, no fui capaz de hacer nada, simplemente seguí leyendo como si nada importante se hubiera cruzado ante mis ojos y ahora, tanto tiempo después el destino nos hace cruzarnos.

– No debí haber venido – Continua mientras me acerco – Para eso están los mensajeros internos o tu secretaria

– Pero querías, ¿No? – Digo tomando las carpetas y dejándolas sobre la mesa para seguir con nuestra charla – ¿Por qué es que después de tanto tiempo no habíamos coincidido antes? – Pregunto más al aire que a ella mientras me recuesto sobre el borde de la mesa

– Eres el jefe, supongo que por eso – Nos quedamos en silencio por unos segundos – Si no necesita nada más me retiro – Se da la vuelta para salir, pero yo me quito los lentes casi lanzándolos sobre la mesa y me levanto para detenerla

– Si, si necesito algo más – Me apresuro a añadir

– No, ¡Will! – Exclama, la había agarrado, pero después de gritarme y darse la vuelta opto por soltarla – ¿Por qué me haces esto?

– Es lo mismo que me llevo preguntando desde el día en que me dejaste sin una razón

– ¡Te lo dije!, pertenezco a tu pasado y debo permanecer ahí

– ¿A mi pasado? – Pregunto irónico – Yo creo que estas más en mi presente de lo que ambos creemos – La veo a los ojos e intenta evitarme – Aun me querías cuando lo hiciste, lo podía ver en tus ojos – Ojos que se plantaron sobre los míos – ¿Aun me quieres hoy en día?

– Tengo que irme

– No te lo estoy impidiendo – Digo metiendo mis manos en mis bolsillos – El problema es que no quieres irte

– Me arrepentiré – Añade asintiendo – Pero es lo mejor – Dice casi en un susurro

– ¿Y si te convenzo de que no? – Expongo casi en un susurro que nos absorbió por unos segundos

– No lo hagas – Es lo que dice con su voz, pero sus ojos piden a gritos que haga lo que sea para no dejarla ir. Lo puedo sentir, me acerco lentamente y cierra los ojos, pero sigo hasta la puerta y la abro

– Que tenga un feliz día señorita Rodríguez – Un momento después se da la vuelta y camina hasta la puerta parándose debajo del marco junto a mí – ya sabes lo que pienso de las personas que no son sinceras consigo mismas – Comento y como si esas palabras fueran el combustible que necesitaba para comenzar una incineración la veo voltearse hacia mí, pues esas palabras ala parecer le llegan a la conciencia y le revuelven algunos recuerdos

Se lanza sobre mí y me planta un beso que dice todo lo que se ha guardado, la tomo entre mis manos y sus labios siguen sabiendo como hace trece años, siguen siendo suaves y húmedos y fríos, pero ahora se mueven mejor, se nota la experiencia y lo mucho que ha aprendido todo este tiempo sin mí. Nuestras lenguas se encuentran en un juego rítmico y apasionado, veo sus ojos cerrados que dicen que no quiere que este momento se acabe, ni yo, pero lamentablemente ese momento llega y nos detenemos, nos separamos lentamente con algo de suavidad y nos quedamos viendo unos segundos, pero luego, ella se va dejándome ese sabor a mentas de su boca. Me deja pensando por unos instantes, pero regreso a sentarme en mi silla e intento concentrarme de nuevo en la pantalla de la computadora. ¡Algo imposible!

***

Sigo sentado trabajando o mejor dicho tratando de trabajar, para la hora del medio día me tomo un descanso y me quito los lentes dejándolos sobre la mesa, y camino un poco por mí en derredor, me acerco al mini bar y me sirvo un vaso de vino de "Chateau margaux" luego me acerco al gran ventanal panorámico que está justo detrás de mi mesa. “No recordaba que me gustaba tanto” pienso, hoy no logro concentrarme en nada, todo el tiempo pienso en ella, debo hacer algo, me termino de un trago el vino y salgo después de dejar el vaso en su sitio.

– Marian – La llamo acercándome a ella – ¿Sabes a qué hora termina el turno de la muchacha que vino a traerme los documentos temprano? – Se queda pensando y me ve con ojos curiosos, le clavo mis ojos como diciendo. ¡Vamos que no tengo todo el día!

– Déjeme ver señor – responde al fin y revisa en su computador – a las seis de la tarde señor

– Gracias Marian – Suelto cuando entro al ascensor – Te puedes ir si quieres – Recuerdo decirle antes de que se cierren las puertas, mientras bajo al primer piso llamo a Erick

– Dímelo, papi – Responde con su usual humor

– Erick quiero un favor 

– ¿Qué necesitas?

– Quiero que me mandes todo sobre Sara Alejandra Rodríguez 

– Claro ¿Algo en específico?

– Sí, quiero que averigües todo acerca de su vida tanto fuera como dentro de la empresa durante el tiempo que lleva trabajando aquí

– ¡Ah! Es que la víctima trabaja para nosotros – Añade burlón – ¿Solo durante ese tiempo?

– Si Erick, espero... – Salgo del ascensor y justo veo que ella está por salir con un grupo de amigas y nuestras miradas se encuentran – Espero esa información lo más pronto posible – Termino por decir como si nada, me detengo a verla mientras cuelgo, me acerco y ella deja que sus amigas se vayan adelante

– Ya las alcanzo chicas – Les dice 

– ¿No quieres hacer algo distinto hoy? – Insinúo cuando ya se han retirado un poco – No se salir a almorzar a otro lado con alguien más

– ¿Qué propones? – Pregunta curiosa

– ¿Quieres salir a comer conmigo?

– Hoy no – Su respuesta me desalienta pero a la vez me calma, no lo ha rechazado del todo – Ya quedé con mis amigas, como siempre he hecho

– Bueno entonces ve con ellas que se están alejando mucho – en eso mi teléfono avisa de que me llegó un mensaje pero el teléfono se queda pegado con el tono, ella me ve raro

– Nos vemos – Dice con una seña curiosa en su entrecejo y se va

Saco el teléfono y casi lo bato contra el piso. El gracioso de Erick me mando lo que le pedí por mensaje de texto hasta se me guindó el teléfono

– ¡Maldito seas! – Vocifero cuando por fin me atiende pero lo que escucho es el estallido de su risa

– No me dijiste como querías la información

– ¡Eres un idiota!, tuve que quitarle la batería – refunfuño crispado

– No seas tan amargado – responde con su usual tranquilidad ante sus bromas

– Bueno, dime, ¿qué conseguiste? – Opto por preguntar ya que no leeré todos esos mensajes

– Nada interesante, durante estos casi ocho años no ha hecho nada fuera de lo común, entra en la mañana a trabajar y sale en la tarde, algunos fines de semanas sale a divertirse o a visitar a sus padres hasta el otro estado de donde nos mudamos

– ¿No hace algo a parte en ese estado? 

– No, lo único raro que conseguí es que es familia no cercana de la extinta familia de apellido Williams

– ¡Que! – Suelto – ¿Cómo así?

– Si Will ella vendría siendo como tu prima tercera o cuarta y por parte política la verdad no indague mucho en ese tema solo sé que es algo de ese apellido – que yo llevo por nombre por cierto

– Bueno Erick déjalo así – señalo colgando y empiezo a caminar hasta el estacionamiento del edificio, pero iba un poco descuidado y tropiezo con una chica

– Disculpa – es lo primero que me viene a la mente

– Descuida yo venía distraída – Dice en tono apacible mientras nos agachamos a recoger sus cosas – ¿Qué manera de andar es esa? – Profiere clavándome esos espectaculares ojazos verdes claros

– Creo que tienes razón – Respondo ido mientras nos levantamos 

– Creo que eso es mío – Expresa señalando el libro que logré recoger y veo el titulo

– El arte de la guerra – Digo dándoselo – ¿para leer?

– Ya lo hice – Dice tomándolo – Este es un regalo para un amigo – Continúa guardándolo en su bolso – Soy Katherine, por cierto – Extiende su mano cuando logra poner su cartera a un lado

– Soy Williams – Extiendo mi mano tomando la de ella y me doy cuenta que lo hace como lo hacen los masones. Que querrá decir eso ¿Sera una masona? Creí que eso era solo para hombres

– Como el dueño de este edificio – Dice

– Si, como él – Respondo sonriendo 

– Bueno creo que me tengo que ir – hace una media sonrisa y da la vuelta

– ¿Necesitabas algo? – Por alguna razón la detengo y ella me ve

– Si, ¿trabajas aquí? – Cuestiona

– Si – me limito a responder

– ¿Sabes en donde puedo encontrar a Erick?

– Sí, claro, llega a recepción y pregunta por él, di que vas de mi parte – Digo sacando una tarjeta negra con un código – Y enséñales esta tarjeta – ella la toma y me la ve curiosa

– Disculpa pero, ¿Tu apellido es?

– Trossell – Le respondo virándome para seguir mi camino

***

Le doy vueltas y vueltas en mi mente a eso que me dijo Erick hace quizás tres días, y no logro sacármelo de la cabeza, aunque sin dejar de prestarle atención al periódico sabatino que tengo sobre la mesa del comedor, le doy un sorbo a mi café mientras espero a que Andrea sirva el desayuno, paso la página. Ella es mi ama de llaves, vive en el piso de abajo, todo un piso para ella sola, así como lo tiene Matthew, Erick y bueno también yo. Esa chica Katherine me gusta su nombre y como suena, Katherine, Katherine, Katherine incluso creo que me sorprendo diciéndolo en voz baja y antes de que Andrea me escuche trato de seguir en mi periódico. ¡Es imposible! su cabello rubio y sus ojos, como me veía con ellos. No sé qué porque, pero algo si puedo decir y es que. La acabó de conocer y ya me dejo un recuerdo para toda la vida, aunque también siento que ya la conocía de antes

– Toma – Andrea me despierta de mí de ensoñación. Aguafiestas – ¿Piensas en algo Will?

– Nada en lo que te tengas que inmiscuir – respondo devorando un pedazo de sándwich

 – ¿Desde cuando eres así con nosotros? – Me despoja desprevenido

–Así ¿cómo? Cariño

– Olvídalo – espeta girándose a la cocina de espaldas a mí – Ya tú no quieres a uno – dice de pronto

– ¿Acaso yo te he querido? – No puedo sostener mi carcajada ocasionada por mi humor negro y además malo, ella voltea a darme una mirada de desprecio y regresa a lo suyo, me levanto y me coloco detrás de ella – No tengo que ser diferente, soy como soy Andreina – Se voltea a verme a los ojos – Ustedes estuvieron cuando lo perdí todo, y están aquí ahora, decidieron seguirme y lo agradezco y es algo que ustedes saben

– Has cambiado mucho

– Lo sé – respondo mientras subo mis manos hasta su cuello – Todos los días somos diferente

– ¿Porque?

– ¿La verdad? – Asiente – no lo sé

– ¡Señor! – Volteo – Dejaron un paquete para usted en la recepción

– ¿Ya vieron que es? Matthew – Pregunto viendo que se acerca hasta la mesa

– Si, parece ser un libro – responde dejándolo sobre la mesa

– A ver – rompo el papel de regalo y si es un libro con una nota dentro. Qué raro no lo dejaron por fuera, se lo doy a Andrea para que lo lea 

– Porque me arrepentí de regalárselo a quien iba destinado al principio y ahora es para ti – Arrepentimiento, esa palabra que no existe en mi vocabulario hace que se me agite el cuerpo, relativamente. – Katherine

– ¿Katherine?

– Si, no dice apellido 

– ¿Hace cuánto que llego? – Inquiero pasando una mano por las hojas

– Hace un momento

– ¡Vaya! Sí que están mejorando con el análisis de los objetos sospechosos ¿No? – Le regalo una sonrisa – Gracias Matthew – Asiente y se va

– ¿Ves? – Espeta Andrea de pronto – A eso me refiero

– A ver, lo diré una vez Andreina, – Casi la señalo con el dedo por mi ofuscación provocado por su punto de vista – No podemos ser los mismos por siempre

– Sí, claro – vocifera y se va también

– ¡Eso! ¡Mi! ¡Amor! – Vocifero antes del portazo – ese es el carácter que me gusta – Susurro para mi mientras agarro mi taza de café para darle un sorbo

***

Creo que necesito a una mujer en mi vida para que me ablande un poco, recuerdo las palabras de Andrea hablando de lo que cambié y es cierto, veo el atardecer por el panorámico que tengo como pared y que lo comparte la sala y cocina, le subo un poco el volumen al radio y dejo que "Réquiem lacrimosa" de Amadeus invada mis oídos e irrumpa en el ambiente, cierro los ojos y disfruto. ¡SARA! Pienso de pronto, saco mi celular para llamar a Erick, pero cuando estoy a punto de marcar apago el teléfono y lo dejo deslizarse por mi bolsillo, no soy de los que llamaría a alguien sin que esa persona me haya dado su número, pero se me ocurre algo mejor, camino hasta la mesa y agarro el walkie–talkie y le hablo a Matthew para que suba, siento la presión del aire disminuir cuando se abre la puerta

– Sí, señor 

– Necesito que compres... – Me acerco a agarrar una hoja blanca cerca del radio grande y un bolígrafo – Esto y que lo lleves a esta dirección – Digo dándole la hoja cuando termino de escribir 

– Quiero que sea del mismo modelo que el que usamos nosotros, necesito que no tengan límite de distancia, uno me lo traes y el otro lo llevas ahí – Indico

– ¿Algo más? Señor

– Si, mételo dentro de alguna bolsa de regalo que no sea el aparato solo y también llévale algunos caramelos o un postre lo que tu prefieras

– Esta bien, hare eso lo más pronto que pueda

– Te lo agradecería – Solo asiente y se va

***

Las palabras de Matthew dieron sus frutos unas horas después cuando llegó deslizando un walkie–talkie sobre la mesa en la que tomaba un tercer café. Por hoy

– ¿Se lo diste personalmente? – Pregunto distraído en alguna información de internet en mi teléfono

– Sí, señor 

– ¿Le dijiste que esperara a qué yo le hablara?

– Si

– Bueno, gracias – Indico dejando mi teléfono sobre la mesa

– No hay de que – Expresa dócil – Si no necesita algo más me retiro – asiento

A penas sale me lanzo sobre el aparato y pienso por un segundo, pero me decido y presiono el botón, lo suelto, ¿Qué le voy a decir? Lo vuelvo a presionar

– Señorita Rodríguez, ¿Esta ahí? – Digo y suelto – Rodríguez – Insisto al no escuchar nada

– Pensaba que era broma cuando me trajeron este artilugio de quien sabe qué siglo – Al fin la escucho responder

– Bueno, no creí prudente llamarte al número que no te pedí ni me diste

– ¿Si? Y ¿desde cuándo esa nueva modalidad? – Cuestiona mientras la imagino moverse por toda su casa

– Respeto la privacidad – Digo

– Hum, Se nota 

– Hace poco la verdad pero te cuento el por qué – Me acomodo sobre mis codos – Antes de que se me acabe el saldo – Apresuro a añadir con una sonrisa mordaz – Quedamos en que saldríamos ¿Qué te parece el fin de semana que viene?

– No lo sé, ¿Crees que no tengo una vida propia? – Añade con la carcajada picante que se corta al soltar el botón

– No 

– Bueno, eso es cierto, mientras siga trabajando para ti – Me levanto del asiento y camino un poco

– No trabajas para mí – Expongo – ¿Qué te parece si paso por ti a las siete? ¿estarás lista a esa hora?

– Quizás, sigo en abstención de mi respuesta

– No tienes que, ya lo hiciste, ya respondiste

– ¿Cuando?

– No me hagas recordarte tus propias palabras – Se quedó en silencio

– Esta bien – ¡SI!

– Bueno, cambio y fuera – Suelto el botón y lo dejo sobre la mesa

– Que anticuado – Vuelvo por el aparato

– Que perezosa – Espeto satírico

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