―¿Pero tú estás segura que salió de su casa? A ver si te equivocaste de puerta.―Que no, que su puerta es justo la que está enfrente de la mía pero en su planta. Cuando la tía dijo que la esperase, al escuchar su voz pensé que no podía ser la vieja aquella, y enseguida saqué la cabeza porque me entraron los siete males creyendo que iba a llevar de polizón a Susana, y claro, en ese caso habría cerrado el ascensor a cal y canto. ¡Que la espere su padre!―¿Y si es un lío pasajero? Puede que la conociera anoche, se la llevó a su casa, echó un polvo… Eso me cuadra más con sus antecedentes.―Pero es que da la casualidad de que ayer por la tarde me la encontré también en el ascensor. Iba con la basura y con cajas plegadas de mudanza, rotuladas con indeleble del tipo: libros, cocina, salón, delicado… esto me lo estoy inventando, a ver si te vas a creer que me puse a leer los cartones.―Pues eso tiene peor pinta… parece una mudanza en toda regla.―¡Coño! La postal… en una de las postales dijo
Manu, tras hablar con la madre de Sonia, se dirigió a la cocina a mirar si podía aprovechar algo de la despensa y evitar así pedir comida basura. Las opciones eran muy limitadas o más bien imposibles hasta para el más improvisador de los chefs del planeta. Sonia solo tenía en su despensa: una bolsa de patatas fritas donde ya solo quedaban migajas en el fondo, un paquete de seis bolsas de palomitas para microondas y una lata de cacahuetes con miel. En el siguiente estante había un paquete de galletas rellenas de chocolate, cereales integrales con chocolate, cereales no integrales, cereales con frutos rojos, cereales de arroz con chocolate, cereales de trigo inflado con miel, bolas de cereales, copos de avena, y una bolsa de gominolas; no quería ni imaginar qué harían allí mezcladas entre los alimentos de desayuno. En la nevera solo quedaban tres huevos de dudosa caducidad, cuatro yogures 0% materia grasa, un litro de leche desnatada a la mitad y seis latas de Coca-cola light.―He pedid
―No, no, gracias. Bueno esta es su planta.―¿No me acompañas hasta la puerta? Anda hija, ya que has sido tan amable. Con la artrosis me cuesta coger las bolsas con los dedos. ¡Mira como los tengo!A Sonia le entraron los siete males. Le ponía nerviosa bajarse en aquel rellano, y más ahora sabiendo que Richard podía estar allí haciendo ruiditos en la habitación. Si de pronto salía por la puerta, ¿cómo iba a reaccionar? Aunque en el fondo le apetecía que sucediera para ver qué pasaba. Pero al instante cambiaba de opinión y deseaba todo lo contrario. En un momento habían comenzado a lloverle todos los recuerdos de golpe.―Bueno, se las acerco a la puerta y me voy corriendo que tengo prisa.―¡Qué prisa ni prisa! Pasa y te tomas un cafetito con nosotros ―le indicó mientras abría la puerta y se metía hasta la cocina. Sonia no tuvo otro remedio que seguirla y cerrar la puerta tras ella. El marido a los pocos minutos apareció en escena―. Mira Pepe, esta es la vecina aquella de las llaves. Es
Málaga, 23 de agosto de 2010¿Recuerdas que te dije que yo no te invité al flamenco, que mi intención era regalarte las dos entradas?«¡Lo sabía, no me auto invité! ¿A que no?».No esperes que te vaya a decir que no era cierto, por ese lado tú diste por hecho que te invitaba a ir conmigo, aunque sé que te sentó fatal cuando lo supiste.«¡Es que aún sigo sin creerte!».Lo que sí te digo es que no intenté dárselas a nadie más. Me acordé de ti directamente y subí encantado con la idea de regalártelas, y reconozco también que bajé más contento aún con la invitación de ir contigo. ¡Ale, ahí lo llevas!Besos, Richard.«Mira listo, ibas encantado de la vida porque en el fondo querías invitarme y no sabías cómo… a mí me la vas a dar ya».Málaga, 24 de agosto de 2010Esta mañana estaba en el supermercado y de repente me ha venido tu perfume. Me he puesto a olisquear disimuladamente a todas las que he encontrado por allí cerca, pero no he conseguido encontrar a la propietaria. ¿Eras tú? Empieza
―¿Así sin más? ¿En tan poco tiempo? No. Como mucho llamas por teléfono y encargas una pizza que viene en caja y no tienes ni que sacar cubiertos; pero organizar una cena con mantel, una copa para el agua, otra para el vino, ¿aros en las servilletas? Sonia, por favor, que tú eres de sacar el rollo de cocina…―Pero déjala tranquila, Manu, mira que eres quisquilloso.―La vecina de abajo no es María, ni vive con Richard; vive con su marido. Richard les vendió la casa y se marchó de este bloque el mismo día de su última postal. Ahí queda eso, ¿cómo se os queda el cuerpo?―¡¡La virgen!! ―expresó Manu―. ¿Cómo sueltas eso sin anestesia?―¿Y cómo te has enterado? ―preguntó Andrés.―La vi salir con su marido de la mano, le pregunté al vecino de al lado quién era ese y me lo confirmó. Subí a casa y leí las postales.―La culpa es tuya, Sonia, mira que odio decir "te lo dije", pero lo hice, Sonia, te dije que las leyeses. ¡Qué rabia! ¿Y qué más te contaba?―Un montón de cosas preciosas, y que dejó
Continuó leyendo después del título:Diez sencillos pasos para librarse de esas incómodas supersticiones, que sumergen al que las padece en un mar de limitaciones.Paso número uno: "Cómo derramar un salero y no morir en el intento". Bueno, creo que aquí no queda nada que explicar, solo apuntar que estoy convencida de que aún sigues echándote una pizca de sal detrás del hombro izquierdo.«No he derramado ni un solo grano aún, y mira que he tentando a la suerte, pero eso tenlo por seguro».Paso número dos: "Cómo evitar que un paraguas asesino te ataque en un recinto cerrado". Se dice que esta superstición nació porque, al terminar en punta y tener varillas metálicas, se corría el riesgo de ocasionar daños a terceros. Así que si te encuentras solo en casa… no veo el problema a la hora de abrirlo. También se dice que cuando se introdujo el paraguas en Europa, al principio, lo usaban solo los sacerdotes para oficiar los entierros… quizá alguien hizo un remix con las dos historias y se creó
«¡No me lo puedo creer Sonia! Entras en mi vida como un huracán, desapareces, y ahora pretendes que todo vuelva a empezar como si nada. Con alguien como tú no contaba, ¿sabes? No me convienes en absoluto, rompes mis esquemas y además… ya había asumido tu fuga. ¿Y ahora qué? ¿Tiro la carta y hago como si no la hubiese recibido? ¿Qué harás si no aparezco, Sonia? ¿Te conformarás? ¿Insistirás? ¿Lo probamos? ¿Quieres algo de tu medicina?».Sonia estaba hecha un manojo de nervios. Después de darle mil vueltas había decidido ponerse el mismo conjunto que usó la primera vez que salieron juntos. No era por superstición ni porque creyese que le iba a dar suerte, simplemente pensaba que de esa guisa sería un volver al principio en toda regla. Le costó horrores enfundarse de nuevo aquellos vaqueros, la Semana Santa en Mallorca le había sentado de maravilla a su trasero. Cuando terminó de arreglarse, puntual como nunca, le dio cinco minutos de rigor en la espera de casa; conociendo su escrupulosa
―Pero me daba mucha vergüenza la verdad, por si pensabas que era idiota perdida.―Y muy rara, Sonia, me das miedo.―Tan rara no soy, lo que pasa es que siempre tomo las decisiones más… aparatosas.―¡Ahí le has dado!―Eso unido a que me pasan cosas muy extrañas… ¿Sabes qué? ―en un brote de entusiasmo apoyó la mano en su brazo para hablar―. Te debo una cena. No te superé en pasado escabroso, pero creo que te superaré en un futuro próximo de esa terminología.―Me estás asustando, Sonia. ¿Qué tienes pensado hacer?―En agosto voy de boda, se casa mi mejor amiga de toda la vida, adivina con quién.―¡No! ―contestó él, abriendo los ojos de par en par.―¡Sí!―¿Y cómo lo llevas, cómo te enteraste?―Bien, ya lo he superado, aunque admito que me ha costado hacerme a la idea. Me enteré por ella. Estuvimos un tiempo algo distanciadas, pero ahora bien. Con él más distante, es más fácil cuando se corta con alguien y se pierde el contacto. El tener que compartir a mi amiga es incómodo, sobre todo esta