―No, no, gracias. Bueno esta es su planta.―¿No me acompañas hasta la puerta? Anda hija, ya que has sido tan amable. Con la artrosis me cuesta coger las bolsas con los dedos. ¡Mira como los tengo!A Sonia le entraron los siete males. Le ponía nerviosa bajarse en aquel rellano, y más ahora sabiendo que Richard podía estar allí haciendo ruiditos en la habitación. Si de pronto salía por la puerta, ¿cómo iba a reaccionar? Aunque en el fondo le apetecía que sucediera para ver qué pasaba. Pero al instante cambiaba de opinión y deseaba todo lo contrario. En un momento habían comenzado a lloverle todos los recuerdos de golpe.―Bueno, se las acerco a la puerta y me voy corriendo que tengo prisa.―¡Qué prisa ni prisa! Pasa y te tomas un cafetito con nosotros ―le indicó mientras abría la puerta y se metía hasta la cocina. Sonia no tuvo otro remedio que seguirla y cerrar la puerta tras ella. El marido a los pocos minutos apareció en escena―. Mira Pepe, esta es la vecina aquella de las llaves. Es
Málaga, 23 de agosto de 2010¿Recuerdas que te dije que yo no te invité al flamenco, que mi intención era regalarte las dos entradas?«¡Lo sabía, no me auto invité! ¿A que no?».No esperes que te vaya a decir que no era cierto, por ese lado tú diste por hecho que te invitaba a ir conmigo, aunque sé que te sentó fatal cuando lo supiste.«¡Es que aún sigo sin creerte!».Lo que sí te digo es que no intenté dárselas a nadie más. Me acordé de ti directamente y subí encantado con la idea de regalártelas, y reconozco también que bajé más contento aún con la invitación de ir contigo. ¡Ale, ahí lo llevas!Besos, Richard.«Mira listo, ibas encantado de la vida porque en el fondo querías invitarme y no sabías cómo… a mí me la vas a dar ya».Málaga, 24 de agosto de 2010Esta mañana estaba en el supermercado y de repente me ha venido tu perfume. Me he puesto a olisquear disimuladamente a todas las que he encontrado por allí cerca, pero no he conseguido encontrar a la propietaria. ¿Eras tú? Empieza
―¿Así sin más? ¿En tan poco tiempo? No. Como mucho llamas por teléfono y encargas una pizza que viene en caja y no tienes ni que sacar cubiertos; pero organizar una cena con mantel, una copa para el agua, otra para el vino, ¿aros en las servilletas? Sonia, por favor, que tú eres de sacar el rollo de cocina…―Pero déjala tranquila, Manu, mira que eres quisquilloso.―La vecina de abajo no es María, ni vive con Richard; vive con su marido. Richard les vendió la casa y se marchó de este bloque el mismo día de su última postal. Ahí queda eso, ¿cómo se os queda el cuerpo?―¡¡La virgen!! ―expresó Manu―. ¿Cómo sueltas eso sin anestesia?―¿Y cómo te has enterado? ―preguntó Andrés.―La vi salir con su marido de la mano, le pregunté al vecino de al lado quién era ese y me lo confirmó. Subí a casa y leí las postales.―La culpa es tuya, Sonia, mira que odio decir "te lo dije", pero lo hice, Sonia, te dije que las leyeses. ¡Qué rabia! ¿Y qué más te contaba?―Un montón de cosas preciosas, y que dejó
Continuó leyendo después del título:Diez sencillos pasos para librarse de esas incómodas supersticiones, que sumergen al que las padece en un mar de limitaciones.Paso número uno: "Cómo derramar un salero y no morir en el intento". Bueno, creo que aquí no queda nada que explicar, solo apuntar que estoy convencida de que aún sigues echándote una pizca de sal detrás del hombro izquierdo.«No he derramado ni un solo grano aún, y mira que he tentando a la suerte, pero eso tenlo por seguro».Paso número dos: "Cómo evitar que un paraguas asesino te ataque en un recinto cerrado". Se dice que esta superstición nació porque, al terminar en punta y tener varillas metálicas, se corría el riesgo de ocasionar daños a terceros. Así que si te encuentras solo en casa… no veo el problema a la hora de abrirlo. También se dice que cuando se introdujo el paraguas en Europa, al principio, lo usaban solo los sacerdotes para oficiar los entierros… quizá alguien hizo un remix con las dos historias y se creó
«¡No me lo puedo creer Sonia! Entras en mi vida como un huracán, desapareces, y ahora pretendes que todo vuelva a empezar como si nada. Con alguien como tú no contaba, ¿sabes? No me convienes en absoluto, rompes mis esquemas y además… ya había asumido tu fuga. ¿Y ahora qué? ¿Tiro la carta y hago como si no la hubiese recibido? ¿Qué harás si no aparezco, Sonia? ¿Te conformarás? ¿Insistirás? ¿Lo probamos? ¿Quieres algo de tu medicina?».Sonia estaba hecha un manojo de nervios. Después de darle mil vueltas había decidido ponerse el mismo conjunto que usó la primera vez que salieron juntos. No era por superstición ni porque creyese que le iba a dar suerte, simplemente pensaba que de esa guisa sería un volver al principio en toda regla. Le costó horrores enfundarse de nuevo aquellos vaqueros, la Semana Santa en Mallorca le había sentado de maravilla a su trasero. Cuando terminó de arreglarse, puntual como nunca, le dio cinco minutos de rigor en la espera de casa; conociendo su escrupulosa
―Pero me daba mucha vergüenza la verdad, por si pensabas que era idiota perdida.―Y muy rara, Sonia, me das miedo.―Tan rara no soy, lo que pasa es que siempre tomo las decisiones más… aparatosas.―¡Ahí le has dado!―Eso unido a que me pasan cosas muy extrañas… ¿Sabes qué? ―en un brote de entusiasmo apoyó la mano en su brazo para hablar―. Te debo una cena. No te superé en pasado escabroso, pero creo que te superaré en un futuro próximo de esa terminología.―Me estás asustando, Sonia. ¿Qué tienes pensado hacer?―En agosto voy de boda, se casa mi mejor amiga de toda la vida, adivina con quién.―¡No! ―contestó él, abriendo los ojos de par en par.―¡Sí!―¿Y cómo lo llevas, cómo te enteraste?―Bien, ya lo he superado, aunque admito que me ha costado hacerme a la idea. Me enteré por ella. Estuvimos un tiempo algo distanciadas, pero ahora bien. Con él más distante, es más fácil cuando se corta con alguien y se pierde el contacto. El tener que compartir a mi amiga es incómodo, sobre todo esta
-Fuese sido un idiota si no iba a ese concierto de flamenco -dijo mi abuelo-. Una historia complicada -añadió un poco pensativo. -Solo al principio -respondió mi suegra con una sonrisa-. Pero supimos valorear el tiempo después de lo sucedido. Richard cambió. Yo cambié. Nos hicimos bien. Y, un año después, ya estaba embarazada de David. Un año después de eso, nació Elliot. Pensabamos quedarnos con dos, hasta que supimos que venía Carmen en camino. -¿Qué fue lo más complicado? -preguntó mi hermano-. Digo, si se puede saber. -Creo que lo más complicado de la relación fue que nunca superó a tu madre -dijo con tranquiladad-. Era feliz conmigo, me amaba, de ello no tengo duda, pero tu madre siempre estuvo presente en su vida. No la culpo, ahora no. Me refiero que, tu madre era una mujer hermosa, llamaba la atención por dónde caminaba, ¿quién no se volvería loco y obsesionado con ella? Todas en el colegio la envidiaban. Nadie quiso acercarse a ella porque no querían sentirse opacada.
Como le hicimos, no sabemos. Pero volvimos a dormir en el duro suelo del patio. No habían suficientes camas y preferimos dejarselas a los adultos para que descansen bien y no tengan un viaje tan pesado. -Buenas noches. Fueron las úlimas palabras que logré escuchar de Elliot. Estaba muy cansada así que me dormí al tocar piso. La mañana siguiente estaba de vuelta en la cama. ¡David! pensé. Sonreí al imaginarlo subiendo conmigo en brazos. Me dolía un poco la cadera. Me duché y me alisté para bajar. Todos estaban listos para depedirse, el apuro los traía locos. -¿Pretendían irse sin depedirse de mí? -pregunté al entrar a la cocina. Todos voltearon a verme y me sonrieron de oreja a oreja. Le desvolví la sonrisa y me senté al lado de mis abuelo. -No, cariño-dijo mi abuela-. Pero tampoco pensabamos despertarte. -Entonces si pensabn irse sin deperdirse de mí -respondí fingiendo molestia-. No me lo puedo creer. N me parece justo. -Bueno, bueno, para que no andes llorando -dijo