El uno de septiembre Sonia recuperó su vida cotidiana a regañadientes. Se había despedido de sus padres en el aeropuerto el día anterior, y aquella semana se perfilaba con el hastío del final de las vacaciones, incluso del verano, porque aunque todavía quedaba un mes largo de buen tiempo en aquella ciudad, septiembre marcaba un inicio de todo, al igual que lo hacía el mes de enero.Había recobrado la fuerza que trajo al principio, cuando aterrizó en Málaga hacía ya cuatro meses, aunque hubiese jurado que había pasado casi un año. Su casa estaba tal y como la había dejado el día que hizo su equipaje para un mes. No había vuelto a pisarla desde entonces.Al volver del trabajo pensó en deshacer la maleta que seguía aún cerrada desde el día anterior. Cambió de opinión al darse cuenta de que primero debía comprar productos de primera necesidad: leche, pan, huevos, chocolate, patatas fritas, cervezas, y un sinfín de chucherías más. Llamó al ascensor con total tranquilidad. Ya no le preocupa
Málaga, 7 de agosto de 2010¿Sabes una cosa? Estas vacaciones son las más extrañas que he tenido. Es la primera vez que las paso en Málaga, sin hacer ningún viaje. Y, sobre todo, es la primera vez que me tomo un mes a la bartola. Excepto porque voy al gimnasio tres veces por semana y recojo la casa a diario… (No sé si te dije que soy bastante "marujo") el resto del día me lo paso tirado en el sofá sin hacer nada, mirando las musarañas y dejando escapar el tiempo tranquilamente (tampoco sé si te dije que era un obsesionado controlador del tiempo y odio perderlo). También me estoy poniendo hasta arriba de porquerías. Si sigo así, en septiembre volveré al trabajo rodando. Y si sigo dándote tantos detalles sobre mis horribles costumbres, lo mismo de aquí a entonces te alejas más de mí, si cabe.Besos, Richard.«No hace falta que lo jures, si te calé enseguida… bueno, vale, sí, fallé un poco, pero aquella forma de mirar el reloj y los dígitos "pasa plantas" eran de un maniático obsesionado
―¿Cómo de íntimo?―¡Que se liaron, vamos!―¡No jodas!―Como lo oyes. Y tu madre, como es lógico, puso tierra de por medio.Sonia llegó a casa cerca de las dos de la madrugada. Sabía que debía irse a dormir si no quería levantarse como una muñeca de esas Monster High que estaban tan de moda, pero no pudo resistirse a coger el taco de postales y seguir leyendo.Málaga, 8 de agosto de 2010Hola Sonia,Te escribo desde la playa con todos los domingueros. Nunca me ha gustado venir en domingo, pero últimamente me he prohibido mantener tantas costumbres, y me estoy desquitando. ¿Qué sentido tiene hacer las cosas de una manera o de otra? Si al final lo que cuenta es el resultado, y este, a veces, es el mismo hagas o dejes de hacer. Lo estoy pasando muy bien, no recuerdo la última vez que vine solo a tomar el sol. Aunque ahora que lo pienso, es como si hubiese venido contigo. ¡Te presto un trocito de mi día de playa! ¿Lo aceptas?Besos, Richard.PD: Se ha puesto el sol. Sin noticias de Sonia.
«¡¡¡Pero si estuve allí!!! Ese día estuve en la feria. Con lo pequeña que es a veces Málaga».Málaga, 19 de agosto de 2010Que conste que estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para escribirte, tengo un "resacón" como creo que nunca he tenido.Besos, Richard.PD: Si no te llegase esta, sería que me he confundido de buzón, no me lo tengas en cuenta.«¿Y esta postal para qué es, para que te dé una medalla al mérito "resaquil"? Bueno me quedan diez, mejor será dejarlas para mañana o no habrá quién me levante».Sonia pensó mientras se acostaba que quizá había sido demasiado dura con Richard. Todo el mundo tiene derecho a explicarse y ella se lo había negado rotundamente. Puede que nada de lo que le dijera cambiase algo entre ellos, pero tampoco había nada malo en dejarle hacerlo y que se quedase tranquilo. Y más después de las molestias que se había tomado por ella. Decidió que al día siguiente saldría puntual, con la misma precisión que el reloj de Richard, y se lo encontraría en el asce
―¿Pero tú estás segura que salió de su casa? A ver si te equivocaste de puerta.―Que no, que su puerta es justo la que está enfrente de la mía pero en su planta. Cuando la tía dijo que la esperase, al escuchar su voz pensé que no podía ser la vieja aquella, y enseguida saqué la cabeza porque me entraron los siete males creyendo que iba a llevar de polizón a Susana, y claro, en ese caso habría cerrado el ascensor a cal y canto. ¡Que la espere su padre!―¿Y si es un lío pasajero? Puede que la conociera anoche, se la llevó a su casa, echó un polvo… Eso me cuadra más con sus antecedentes.―Pero es que da la casualidad de que ayer por la tarde me la encontré también en el ascensor. Iba con la basura y con cajas plegadas de mudanza, rotuladas con indeleble del tipo: libros, cocina, salón, delicado… esto me lo estoy inventando, a ver si te vas a creer que me puse a leer los cartones.―Pues eso tiene peor pinta… parece una mudanza en toda regla.―¡Coño! La postal… en una de las postales dijo
Manu, tras hablar con la madre de Sonia, se dirigió a la cocina a mirar si podía aprovechar algo de la despensa y evitar así pedir comida basura. Las opciones eran muy limitadas o más bien imposibles hasta para el más improvisador de los chefs del planeta. Sonia solo tenía en su despensa: una bolsa de patatas fritas donde ya solo quedaban migajas en el fondo, un paquete de seis bolsas de palomitas para microondas y una lata de cacahuetes con miel. En el siguiente estante había un paquete de galletas rellenas de chocolate, cereales integrales con chocolate, cereales no integrales, cereales con frutos rojos, cereales de arroz con chocolate, cereales de trigo inflado con miel, bolas de cereales, copos de avena, y una bolsa de gominolas; no quería ni imaginar qué harían allí mezcladas entre los alimentos de desayuno. En la nevera solo quedaban tres huevos de dudosa caducidad, cuatro yogures 0% materia grasa, un litro de leche desnatada a la mitad y seis latas de Coca-cola light.―He pedid
―No, no, gracias. Bueno esta es su planta.―¿No me acompañas hasta la puerta? Anda hija, ya que has sido tan amable. Con la artrosis me cuesta coger las bolsas con los dedos. ¡Mira como los tengo!A Sonia le entraron los siete males. Le ponía nerviosa bajarse en aquel rellano, y más ahora sabiendo que Richard podía estar allí haciendo ruiditos en la habitación. Si de pronto salía por la puerta, ¿cómo iba a reaccionar? Aunque en el fondo le apetecía que sucediera para ver qué pasaba. Pero al instante cambiaba de opinión y deseaba todo lo contrario. En un momento habían comenzado a lloverle todos los recuerdos de golpe.―Bueno, se las acerco a la puerta y me voy corriendo que tengo prisa.―¡Qué prisa ni prisa! Pasa y te tomas un cafetito con nosotros ―le indicó mientras abría la puerta y se metía hasta la cocina. Sonia no tuvo otro remedio que seguirla y cerrar la puerta tras ella. El marido a los pocos minutos apareció en escena―. Mira Pepe, esta es la vecina aquella de las llaves. Es
Málaga, 23 de agosto de 2010¿Recuerdas que te dije que yo no te invité al flamenco, que mi intención era regalarte las dos entradas?«¡Lo sabía, no me auto invité! ¿A que no?».No esperes que te vaya a decir que no era cierto, por ese lado tú diste por hecho que te invitaba a ir conmigo, aunque sé que te sentó fatal cuando lo supiste.«¡Es que aún sigo sin creerte!».Lo que sí te digo es que no intenté dárselas a nadie más. Me acordé de ti directamente y subí encantado con la idea de regalártelas, y reconozco también que bajé más contento aún con la invitación de ir contigo. ¡Ale, ahí lo llevas!Besos, Richard.«Mira listo, ibas encantado de la vida porque en el fondo querías invitarme y no sabías cómo… a mí me la vas a dar ya».Málaga, 24 de agosto de 2010Esta mañana estaba en el supermercado y de repente me ha venido tu perfume. Me he puesto a olisquear disimuladamente a todas las que he encontrado por allí cerca, pero no he conseguido encontrar a la propietaria. ¿Eras tú? Empieza