Era algo íntimo de mi cuñado y Raquel pero necesitaba quitarme la duda... Por mucha pena que tuviera encima. -Chicos, ¿no se cansan? -pregunté con mucha vergüenza pero a la vez con MUCHA intriga. Raquel me entendió al instante ya qué se echó a reír a carcajadas y no paró hasta cinco minutos después. Su risa me contagió y no tuve más remedio que reírme con ella. -Ay, Karla, qué cosas dices -dice cuando logra calmarse-. Pero siendo sincera, de mi parte no. Y quedé helada con la respuesta de Elliot. -Cuñada, soy tan activo como lo es mi hermano. Y Elliot con tan solo nueve palabras que salieron de sus labios me dejó sin habla. Sentí mucha más vergüenza y quise que me tragara la tierra. Pero es cierto. Por todo lo que me han contado este par, son tan iguales cómo David y yo. Aunque David si sabe controlarse un poco más. Muchas veces he dicho que tenemos suerte en tener a estos hombres, y no me voy a cansar de decirlo hasta el día que deje de respirar. Aunque de hecho ya lo había dej
-Puedo saber... -dice Elliot bajando del auto-. ¿Cómo conoces a Matilda?Lo miré por la ventanilla mientras daba la vuelta para abrirle a Raquel pero aprovechó de abrírmela primero a mí. Pero no bajé, me quedé esperando por un momento, pensando en como empezar esa historia. Pensando en como carajos iba a decirle todo eso a Elliot y Raquel. Tomé aire y me llené de valor. No me gustaba recordar el pasado, pero tampoco podía vivir con odio toda mi vida. Debía soltarlo.Salí del coche y los acompañé hasta la casa. Elliot no dudó mucho en ayudarme a llevar mi bolsa, supongo que David le dijo algo al respecto. Mi cuñado era considerado, pero también sé que seguiría la ordenes de su hermano sin importar nada. Le di una sonrisa de agradecimiento, la verdad no me sentía con fuerzas.-Era amiga de mi hermano -comienzo a contarles-. Estudiaron juntos la carrera de Derecho. Siempre le han gustado los > -digo con un tono nada feliz-, estuvo interesada por Alejandro desde que supo qu
Dormí lo mejor que pude. Pesadillas tras pesadillas venían a mí sin parar. Duré el resto de la madrugada despierta, preguntándome por qué volvía a mí tanta tragedia. ¿Quizá por qué ya perdí un bebé? ¿Quizá por qué me enteré que mi prometido estuvo liado con esa mujer? ¿Quizá por qué la pérdida anterior fue tan terrible y temo que vuelva a pasar? Sea por lo que sea, las pesadillas vinieron a mí una y otra vez. Logré dormir un poco después que me refresqué. Me desperté porque sentí que alguien se movía a mi lado, al estar consciente dónde estaba, voltee y me encontré con mi hermano, tumbado boca abajo con su brazo sobre mi pecho. Ye entonces recordé cuando tuve aquella pesadilla tan horrible cuando era pequeña y él vino a dormir conmigo. No quería despertarlo pero necesitaba levantarme. Me moví lo más lento que pude pero eso no evitó que despertara. -Buenos días, preciosa -me dice-. ¿Estás mejor? -Buenos días, encanto -le digo riendo-. Gracias por dormir conmigo. -Te he oído grita
La felicidad que vi en los ojos de la madre de David me dio a entender que sin duda éste era el mejor cumpleaños. -Siempre pensé que sería Elliot quién me hiciera abuela por primera vez -dijo ella acercándose para abrazarme-. Me hacen tan feliz -y sin esperar un segundo más derramó unas cuántas lagrimas, luego abrazó a David-. Felicidades, mi cielo. Estoy muy contenta por ti. -Gracias, mamá -le respondió él con una sonrisa y con lágrimas en los ojos que no pensaba botar-. Estoy muy feliz. Mi felicidad está completa ahora -me miró, me sonrió y me abrazó-. Todo gracias a ti. Mi hermano fue el siguiente en abrazarme y desearme lo mejor. Ale nunca se había mostrado tan feliz en los veintiocho años que tenía. Lloró de la emoción y entendí que ningún otro hombre me iba a amar y proteger como él. Y que de verdad estaba feliz por mí y su sobrina o sobrino. Y entonces lo recordé, la conversación que desde pequeño tuvimos. -Si algún día llegas a tener un bebé, espero sea una niña. -¿Por qué
En la habitación, David estaba algo nervioso, podía notarlo. Y necesitaba saber que carajos pasaba. -¿Quién es la madre de Marisol? -Una ex compañera de Alejandro, amiga de los tres -le dije acomodando la cama-. Alejandro, Franco y mía. -Su nombre, Karla, dime su nombre. -Se llama Matilda -digo mirándolo como si se estaba volviendo loco. -¿Matilda Fernández? Lo miré algo sorprendida, tratando de disimular que ya sabía a donde quería llegar y que yo también lo que él. -Sí, ella -respondo confundida-. ¿Cómo sabes su apellido? -Franco me la presentó un día en una fiesta de trabajo. Teníamos que ir todos los abogados y jefes de los bufetes. Poco después... -su silencio fue suficiente para saber desde cuando empezó su aventura. -Bueno, sí es ella. Se calla y sigue caminando de arriba abajo en la habitación. -¿Qué edad tiene? -pregunta de pronto. -¿Qué edad tiene quién, David? -La pequeña -dice deteniéndose frente a mí-. Tu ahijada. La hija de Franco. -¿Qué pasa, David? ¿Por qu
Y supe al instante que me decía la verdad. David era inteligente, no era idiota. Siempre supo esconder las cosas para los demás y aún así estaba totalmente segura de que ahora no me mentía. Desde que nos conocimos ha sido sincero, lo he podido ver cada vez en sus ojos. Si alguna vez llegase a mentirme, sus ojos me lo dirían. Alguien tocó la puerta y quise levantarme pero él no lo permitió. Le sonreí, le di un beso y le acaricié la mejilla con dulzura. -Entendí eso -dije con voz suave cerca de sus labios. -Pase -dice David y me obsequió una sonrisa. -Elliot me ha llamado -dice su madre al entrar. Me sorprendí, pensé que era Elliot-. Oh, lo siento, queridos -dice luego de ver la escena-. No quise molestar. -No te preocupes, mamá -responde David tendiendo su otra mano para que ella la tomara-. Estoy bien. He tenido una conversación con Karla que me alteró y me desmayé. Solo fue un susto. Lo siento -y lo decía muy en serio, se le escuchaba en su voz. -David, te he dicho que dejes de
Desperté en una cama vacía. Escuché la regadera y supuse que se estaba duchando. Vi la hora y solamente eran las siete de la mañana. -¿David? -le llamo. Escuché un leve dime, y se asomó con el cepillo en la boca, solo tenía una toalla sujeta a su cadera y su torso descubierto. Me mordí el labio para amortiguar un gemido. -Sí, cariño, dime -repite. -Nada -digo y lo miré a los ojos-. Es temprano. -Creí que íbamos al consultorio -me dice confuso-. ¿No quieres ir? -Oh, cierto -me levanté de la cama y me metí al baño-. Lo había olvidado. -Para eso estoy yo -dice con una sonrisa. Estuvimos en la misma habitación sin ropa, rosando cuerpo con cuerpo y no me miró, no me tocó, no hizo nada. Me sentía fatal. Entendía que se preocupara por mí pero no podía tolerar el hecho de que ahora ni siquiera me mirase. En el espejo cruzamos unas cuántas miradas y me sonreía, veía que quería acariciarme pero no se atrevía. Como si simplemente con el tacto me hiciera daño. El consultorio estaba más c
Creí durar una eternidad en la ducha pero estaba deliciosa. O quizá fue la sensación de cansancio y el agua tibia me ayudaba a quitar el estrés. Supongo que ahora en adelante será así durante un largo tiempo. Al salir, vi a David dormir profundamente. Me acerqué y le coloqué las sábanas con cuidado. Estaba haciendo un poco de frío y no me arriesgaría que cogiera un resfriado. Se movió y me tomó la mano. Lo dejé un rato y luego la quité. Le volví a besar la frente y me vestí. Cuando estuve lista bajé y me encontré a todos en la sala riendo. -¿Cómo está? -pregunta Carmen al verme y parando de reír. -Como una roca -bromeo-. Sigue dormido. -Celebrando, ¿eh? -bromea también. Me encojo de hombros y le sonrío. Antes de salir de la habitación, saqué el eco de la billetera de David para mostrárselas. La coloqué en la mesa y el primero en agarrarla fue Alejandro. -¿Cómo les ha ido? -pregunta contento. -Nos fue genial, Ale -respondo con la misma emoción-. Ha sido increíble. Cuando David se