Y supe al instante que me decía la verdad. David era inteligente, no era idiota. Siempre supo esconder las cosas para los demás y aún así estaba totalmente segura de que ahora no me mentía. Desde que nos conocimos ha sido sincero, lo he podido ver cada vez en sus ojos. Si alguna vez llegase a mentirme, sus ojos me lo dirían. Alguien tocó la puerta y quise levantarme pero él no lo permitió. Le sonreí, le di un beso y le acaricié la mejilla con dulzura. -Entendí eso -dije con voz suave cerca de sus labios. -Pase -dice David y me obsequió una sonrisa. -Elliot me ha llamado -dice su madre al entrar. Me sorprendí, pensé que era Elliot-. Oh, lo siento, queridos -dice luego de ver la escena-. No quise molestar. -No te preocupes, mamá -responde David tendiendo su otra mano para que ella la tomara-. Estoy bien. He tenido una conversación con Karla que me alteró y me desmayé. Solo fue un susto. Lo siento -y lo decía muy en serio, se le escuchaba en su voz. -David, te he dicho que dejes de
Desperté en una cama vacía. Escuché la regadera y supuse que se estaba duchando. Vi la hora y solamente eran las siete de la mañana. -¿David? -le llamo. Escuché un leve dime, y se asomó con el cepillo en la boca, solo tenía una toalla sujeta a su cadera y su torso descubierto. Me mordí el labio para amortiguar un gemido. -Sí, cariño, dime -repite. -Nada -digo y lo miré a los ojos-. Es temprano. -Creí que íbamos al consultorio -me dice confuso-. ¿No quieres ir? -Oh, cierto -me levanté de la cama y me metí al baño-. Lo había olvidado. -Para eso estoy yo -dice con una sonrisa. Estuvimos en la misma habitación sin ropa, rosando cuerpo con cuerpo y no me miró, no me tocó, no hizo nada. Me sentía fatal. Entendía que se preocupara por mí pero no podía tolerar el hecho de que ahora ni siquiera me mirase. En el espejo cruzamos unas cuántas miradas y me sonreía, veía que quería acariciarme pero no se atrevía. Como si simplemente con el tacto me hiciera daño. El consultorio estaba más c
Creí durar una eternidad en la ducha pero estaba deliciosa. O quizá fue la sensación de cansancio y el agua tibia me ayudaba a quitar el estrés. Supongo que ahora en adelante será así durante un largo tiempo. Al salir, vi a David dormir profundamente. Me acerqué y le coloqué las sábanas con cuidado. Estaba haciendo un poco de frío y no me arriesgaría que cogiera un resfriado. Se movió y me tomó la mano. Lo dejé un rato y luego la quité. Le volví a besar la frente y me vestí. Cuando estuve lista bajé y me encontré a todos en la sala riendo. -¿Cómo está? -pregunta Carmen al verme y parando de reír. -Como una roca -bromeo-. Sigue dormido. -Celebrando, ¿eh? -bromea también. Me encojo de hombros y le sonrío. Antes de salir de la habitación, saqué el eco de la billetera de David para mostrárselas. La coloqué en la mesa y el primero en agarrarla fue Alejandro. -¿Cómo les ha ido? -pregunta contento. -Nos fue genial, Ale -respondo con la misma emoción-. Ha sido increíble. Cuando David se
Me preparé para lo peor. No había algo que no estuviera destruido.Los vidrios rotos, sillas y mesas destruidas, se habían llevado algunas cosas de las oficinas. En el preciso momento que entré sentí como mi corazón se detuvo. Era horrible.-¿Te encuentras bien? -preguntó Alejandro tomándome de la mano-. Puedo revisar yo.-Lo haremos ambos -dije en tono tranquilo y seguro.Él hizo un gesto de afirmación y les indico a los chicos seguir revisando los perímetros afuera. Alejandro no pensaba arriesgarse a que los culpables nos estuvieran esperando.-Lo resolveremos. Siempre lo hacemos.Y tenía razón. Siempre podíamos resolver todo, pero esta vez no sabía si podía. Y lo más cierto era que David tampoco dejaría que me esforzara.Lo vi salir de una oficina. La del director. La oficina de mi padre. Con un retrato en la mano.-Está roto -dice en tono triste-. ¿Son tus padres?Preguntó mientras me pasaba el retrato.-Sí, son ellos.Respondí lo más calmada que pude. No quería preocupar a los ch
Salí de la habitación a la hora de la cena.Los chicos estaban en la sala conversando y yo me fui a la cocina. No me sorprendió solo ver a mi cuñada, pues sabía que Carmen y Raquel no estarían tan dispuestas de nada. Al menos no por ahora. Necesitaban descansar tanto como yo.-Te hacía en cama -dice ella al verme.-Estaba aburrida. Y Marisol se fue a la habitación con los niños a jugar videojuegos.No moví un dedo. Me hizo mala cara cuando lo intenté y no quería más drama. Me senté a verla cocinar. Siempre me había gustado como cocinaba, tanto o más que Alejandro.-Preparé tu comida preferida -dice agarrando un plato-. Solamente para ti. Los demás pueden verte comer -y se ríe.-Oh, que delicia -digo con emoción -. Me encanta como lo haces. Siempre he querido hacerlo así, pero la verdad no se compara.-Siempre se los hago a los niños cuando enferma -me cuenta-. A veces se "enferman" cada semana. Al principio les creía pero caí en cuentas que solo era una táctica para que les cocinara.
Besé sus labios y le agarré la cabeza hasta que estuve preparado para dejarla ir. Soy así de posesivo después del sexo con ella. No me gusta separarme justo después, y como se encontraba encima de mí, no me tenía que preocupar de no aplastarla y podía quedarme un poquito más.Empujé hondo otra vez y la hice gemir con lujuria contra mis labios.-¿Quieres más? -preguntó con una voz que mezclaba satisfacción y sorpresa.-Solo si tú quieres -dije-. Nunca te rechazaría y me gusta cuando me asaltas, pero creía que tenías la regla...-No. Para mí es distinto por las pastillas que me tomo. No me dura apenas, un día tal vez, en todo caso..., a veces ni siquiera.. -empezó a besarme por el pecho y me dio un mordisquito en el pezón.Dios, cómo me gustaba. Sus atenciones hicieron que volviese a ponerme a tono y que me entrara un imperioso deseo de una segunda ronda.-Creo que me vas a matar, mujer..., de la mejor manera -pude decir, pero fue lo último que pronunciamos en un rato. Mi Medusa se habí
Llamé a Raquel por segunda vez y me volvió a salir el buzón de voz, por lo que dejé un mensaje diciendo que iba de camino. Me preguntaba qué estaría haciendo para no contesta y traté de imaginar algo como darse un baño, hacer ejercicio con los auriculares puestos o haber dejado el teléfono en modo silencio.Luché contra mis preocupaciones. En primer lugar, aún no estaba familiarizado con ese sentimiento, pero al mismo tiempo tampoco era algo que podía dejar a un lado. Me preocupaba por Raquel constantemente. Y solo por que todo esto fuese nuevo para mí no significaba que resultase más fácil de entender. Era un novato total que aprendía sobre la marcha.El apartamento se encontraba tan silencioso como una tumba cuando entré. Sentí que la ansiedad alcanzaba unos niveles muy desagradables y empecé a buscar.-¿Raquel?Solo reinó el silencio. No estaba haciendo ejercicio y era evidente que no se hallaba en mi despacho. Tampoco estaba fuera en la terraza. El baño era mi última esperanza. Mi
La Galería Nacional de Retratos es un lugar magnífico para celebrar eventos y con el que estoy muy familiarizado, puesto que he estado allí en muchas ocasiones encargándome de la seguridad, algunas veces como invitado y una o dos con una cita.Pero nunca así.Raquel le daba un nuevo significado al concepto de posesión. Al menos para mí lo hacía. Pensé que no iba a poder sobrevivir hasta el final de la noche por tener que aguantar a toda la gente que quería hablar con ella.Estaba preciosa y perfecta con su vestido violeta de encaje y sus zapatos pateados; por fuera era la pura imagen de una modelo, pero por dentro esa mente artística suya era brillante y respetada por el trabajo que hacía en su campo. Mi chica era famosa esa noche. También me ayudaba mucho ver mi regalo alrededor de su cuello. ¡Es mía, gente! ¡Mía! ¡Y que no se os olvide, joder! La decisión de exponer a lady Perceval fue efectivamente un éxito. La habían puesto como ejemplo en la explicación del proceso de conservaci