Dormí lo mejor que pude. Pesadillas tras pesadillas venían a mí sin parar. Duré el resto de la madrugada despierta, preguntándome por qué volvía a mí tanta tragedia. ¿Quizá por qué ya perdí un bebé? ¿Quizá por qué me enteré que mi prometido estuvo liado con esa mujer? ¿Quizá por qué la pérdida anterior fue tan terrible y temo que vuelva a pasar? Sea por lo que sea, las pesadillas vinieron a mí una y otra vez. Logré dormir un poco después que me refresqué. Me desperté porque sentí que alguien se movía a mi lado, al estar consciente dónde estaba, voltee y me encontré con mi hermano, tumbado boca abajo con su brazo sobre mi pecho. Ye entonces recordé cuando tuve aquella pesadilla tan horrible cuando era pequeña y él vino a dormir conmigo. No quería despertarlo pero necesitaba levantarme. Me moví lo más lento que pude pero eso no evitó que despertara. -Buenos días, preciosa -me dice-. ¿Estás mejor? -Buenos días, encanto -le digo riendo-. Gracias por dormir conmigo. -Te he oído grita
La felicidad que vi en los ojos de la madre de David me dio a entender que sin duda éste era el mejor cumpleaños. -Siempre pensé que sería Elliot quién me hiciera abuela por primera vez -dijo ella acercándose para abrazarme-. Me hacen tan feliz -y sin esperar un segundo más derramó unas cuántas lagrimas, luego abrazó a David-. Felicidades, mi cielo. Estoy muy contenta por ti. -Gracias, mamá -le respondió él con una sonrisa y con lágrimas en los ojos que no pensaba botar-. Estoy muy feliz. Mi felicidad está completa ahora -me miró, me sonrió y me abrazó-. Todo gracias a ti. Mi hermano fue el siguiente en abrazarme y desearme lo mejor. Ale nunca se había mostrado tan feliz en los veintiocho años que tenía. Lloró de la emoción y entendí que ningún otro hombre me iba a amar y proteger como él. Y que de verdad estaba feliz por mí y su sobrina o sobrino. Y entonces lo recordé, la conversación que desde pequeño tuvimos. -Si algún día llegas a tener un bebé, espero sea una niña. -¿Por qué
En la habitación, David estaba algo nervioso, podía notarlo. Y necesitaba saber que carajos pasaba. -¿Quién es la madre de Marisol? -Una ex compañera de Alejandro, amiga de los tres -le dije acomodando la cama-. Alejandro, Franco y mía. -Su nombre, Karla, dime su nombre. -Se llama Matilda -digo mirándolo como si se estaba volviendo loco. -¿Matilda Fernández? Lo miré algo sorprendida, tratando de disimular que ya sabía a donde quería llegar y que yo también lo que él. -Sí, ella -respondo confundida-. ¿Cómo sabes su apellido? -Franco me la presentó un día en una fiesta de trabajo. Teníamos que ir todos los abogados y jefes de los bufetes. Poco después... -su silencio fue suficiente para saber desde cuando empezó su aventura. -Bueno, sí es ella. Se calla y sigue caminando de arriba abajo en la habitación. -¿Qué edad tiene? -pregunta de pronto. -¿Qué edad tiene quién, David? -La pequeña -dice deteniéndose frente a mí-. Tu ahijada. La hija de Franco. -¿Qué pasa, David? ¿Por qu
Y supe al instante que me decía la verdad. David era inteligente, no era idiota. Siempre supo esconder las cosas para los demás y aún así estaba totalmente segura de que ahora no me mentía. Desde que nos conocimos ha sido sincero, lo he podido ver cada vez en sus ojos. Si alguna vez llegase a mentirme, sus ojos me lo dirían. Alguien tocó la puerta y quise levantarme pero él no lo permitió. Le sonreí, le di un beso y le acaricié la mejilla con dulzura. -Entendí eso -dije con voz suave cerca de sus labios. -Pase -dice David y me obsequió una sonrisa. -Elliot me ha llamado -dice su madre al entrar. Me sorprendí, pensé que era Elliot-. Oh, lo siento, queridos -dice luego de ver la escena-. No quise molestar. -No te preocupes, mamá -responde David tendiendo su otra mano para que ella la tomara-. Estoy bien. He tenido una conversación con Karla que me alteró y me desmayé. Solo fue un susto. Lo siento -y lo decía muy en serio, se le escuchaba en su voz. -David, te he dicho que dejes de
Desperté en una cama vacía. Escuché la regadera y supuse que se estaba duchando. Vi la hora y solamente eran las siete de la mañana. -¿David? -le llamo. Escuché un leve dime, y se asomó con el cepillo en la boca, solo tenía una toalla sujeta a su cadera y su torso descubierto. Me mordí el labio para amortiguar un gemido. -Sí, cariño, dime -repite. -Nada -digo y lo miré a los ojos-. Es temprano. -Creí que íbamos al consultorio -me dice confuso-. ¿No quieres ir? -Oh, cierto -me levanté de la cama y me metí al baño-. Lo había olvidado. -Para eso estoy yo -dice con una sonrisa. Estuvimos en la misma habitación sin ropa, rosando cuerpo con cuerpo y no me miró, no me tocó, no hizo nada. Me sentía fatal. Entendía que se preocupara por mí pero no podía tolerar el hecho de que ahora ni siquiera me mirase. En el espejo cruzamos unas cuántas miradas y me sonreía, veía que quería acariciarme pero no se atrevía. Como si simplemente con el tacto me hiciera daño. El consultorio estaba más c
Creí durar una eternidad en la ducha pero estaba deliciosa. O quizá fue la sensación de cansancio y el agua tibia me ayudaba a quitar el estrés. Supongo que ahora en adelante será así durante un largo tiempo. Al salir, vi a David dormir profundamente. Me acerqué y le coloqué las sábanas con cuidado. Estaba haciendo un poco de frío y no me arriesgaría que cogiera un resfriado. Se movió y me tomó la mano. Lo dejé un rato y luego la quité. Le volví a besar la frente y me vestí. Cuando estuve lista bajé y me encontré a todos en la sala riendo. -¿Cómo está? -pregunta Carmen al verme y parando de reír. -Como una roca -bromeo-. Sigue dormido. -Celebrando, ¿eh? -bromea también. Me encojo de hombros y le sonrío. Antes de salir de la habitación, saqué el eco de la billetera de David para mostrárselas. La coloqué en la mesa y el primero en agarrarla fue Alejandro. -¿Cómo les ha ido? -pregunta contento. -Nos fue genial, Ale -respondo con la misma emoción-. Ha sido increíble. Cuando David se
Me preparé para lo peor. No había algo que no estuviera destruido.Los vidrios rotos, sillas y mesas destruidas, se habían llevado algunas cosas de las oficinas. En el preciso momento que entré sentí como mi corazón se detuvo. Era horrible.-¿Te encuentras bien? -preguntó Alejandro tomándome de la mano-. Puedo revisar yo.-Lo haremos ambos -dije en tono tranquilo y seguro.Él hizo un gesto de afirmación y les indico a los chicos seguir revisando los perímetros afuera. Alejandro no pensaba arriesgarse a que los culpables nos estuvieran esperando.-Lo resolveremos. Siempre lo hacemos.Y tenía razón. Siempre podíamos resolver todo, pero esta vez no sabía si podía. Y lo más cierto era que David tampoco dejaría que me esforzara.Lo vi salir de una oficina. La del director. La oficina de mi padre. Con un retrato en la mano.-Está roto -dice en tono triste-. ¿Son tus padres?Preguntó mientras me pasaba el retrato.-Sí, son ellos.Respondí lo más calmada que pude. No quería preocupar a los ch
Salí de la habitación a la hora de la cena.Los chicos estaban en la sala conversando y yo me fui a la cocina. No me sorprendió solo ver a mi cuñada, pues sabía que Carmen y Raquel no estarían tan dispuestas de nada. Al menos no por ahora. Necesitaban descansar tanto como yo.-Te hacía en cama -dice ella al verme.-Estaba aburrida. Y Marisol se fue a la habitación con los niños a jugar videojuegos.No moví un dedo. Me hizo mala cara cuando lo intenté y no quería más drama. Me senté a verla cocinar. Siempre me había gustado como cocinaba, tanto o más que Alejandro.-Preparé tu comida preferida -dice agarrando un plato-. Solamente para ti. Los demás pueden verte comer -y se ríe.-Oh, que delicia -digo con emoción -. Me encanta como lo haces. Siempre he querido hacerlo así, pero la verdad no se compara.-Siempre se los hago a los niños cuando enferma -me cuenta-. A veces se "enferman" cada semana. Al principio les creía pero caí en cuentas que solo era una táctica para que les cocinara.