Escuchar todo lo que Elliot nos decía, hizo que me sonrojara más de una vez. No imaginé que mi cuñado fuese así, aunque pensándolo bien, es igual que su hermano mayor.Por mi pasado que suene, me pregunto si su padre era igual. Quizá sí lo era, más no iba preguntarle tal cosa a los chicos. Qué les importaría a ellos lo que hacía su padre con su madre,o con otra mujer.Miré a Elliot con asombro y él me sonrió y me dio una palmadita en el rodilla.-Es fuerte escuchar tal cosa pero soy así, cuñada -dice divertido.- No creo que debas esperar menos de mi hermano.-Eh -al escuchar aquel comentario me sonrojé mucho más. Y eso causó que todos los presentes rieran, incluyéndome.-Elliot, no la molestes -le advierte David serio.-Ya, ya, lo siento, Karla -dice sonriéndome de nuevo-. Sólo qué... no sé... David es... incontrolable.-Ya tú boca suelta -le regaña David un poco molesto.-No me importa que sea incontrolable -le digo divertida-. Así lo adoro, Elliot.-Eso no me sorprende. David tiene
Despacito, sus pies se deslizaron hacia arriba hasta tenerlos apoyados sobre las sábanas, flexionando las piernas. Contuve el aliento y sentí los latidos de mi corazón en mi pecho. Movió una pierna a un lado, y después la otra. Así de simple. Hizo lo que le había pedido. Un movimiento grácil y sumiso que motivó una sacudida de lujuria en mi verga empalmada solo de ver el espectáculo que me estaba ofreciendo. Pero estaba lejos de sentirme satisfecho. Quería echar un buen vistazo antes de empezar con aquello que me había sido negado durante demasiados días.-Pon las manos por encima de la cabeza y agárrate a la cama -sus ojos parpadearon un poco y miraron hacia mi boca-. Confía en mí. Voy a hacerte sentir tan bien,,nena... Deja que lo haga a mi manera...-Elliot .susurró, aunque hizo lo que le pedí: levantó poco a poco los brazos, cruzó las muñecas por encima de su cabeza y se sujetó al cabecero.Dios, me encantaba cuando pronunciaba mi nombre durante el sexo. Me encanta cuando lo hace
Una llamada a David nos desvío totalmente de la historia.-¿Sí, bueno? -su rostro cambió-. ¿No puede esperar un par de días?... ¿Es en serio? ... Maldición, tengo planes. No puedo... Soluciona, no pienso dejar a mi familia por eso... Adiós.Elliot lo miró serio. Supongo que siempre ha sido así cada vez que tienen planes en familia.-¿Ahora qué? -le pregunta.-Nada -pero al ver el enojo en los ojos de su hermano, no le quedo de otra que responder-. Un problema en el bufete. Me necesitan estos días, al menos mañana para resolver unas cosas. Federico no puede encargarse él solo de todo, tengo que ayudarlo.-¿No puede esperar hasta otro día, David? -cada segundo se enojaba más y más.-Elliot, no me culpes de esto ¿vale? Yo... -me miró y vi arrepentimiento en sus ojos-. Lo siento -me dice.-¿Lo sientes? -pregunta Elliot con un poco de ironía-. Si hay a alguien que deberías de decir que lo sientes, es a la gente del bufete. Quedaste en algo con nosotros, por Dios, David, ¿alguna vez te vas
-¿Por qué? -preguntó al cabo de un rato.-¿Por qué qué? -respondí mientras la besaba en la frente.-¿Por qué me quieres? -su tono era bajo, pero la pregunta la escuché con claridad.-No puedo cambiar cómo me siento o saber por qué, Raquel. Solo sé que eres mi chica y que debo hacer caso a mi corazón.Ella todavía no podía decir lo mismo. Sabía que se preocupaba por mí, pero creo que estaba convencida de que, sobre todo, no merecía el amor. Ni darlo ni recibirlo.-Todavía no te he contado el resto de la historia, Elliot.Bingo. -¿De qué tienes miedo? -inquirí mientras se tensaba entre mis brazos-. Dime qué te atemoriza, nena.-De que pares.-¿Parar de quererte? No. No lo haré..¿Y cuando lo sepas todo? Soy un completo desastre, Elliot -dijo alzando la vista, sus ojos chispeantes una vez más con colores distintos.-Mmm -murmuré mientras besaba la punta de su nariz-. Ya sé lo suficiente y no cambia nada respecto a mis sentimientos. No puedes ser peor de lo que soy yo. Te ordeno que deja
-¿De modo que el senador ha sabido todos estos años dónde estabas con exactitud?La situación era una mierda, mucho más grave de lo que había podido imaginar, y los riesgos para Raquel podían ser enormes-No supe esa parte hasta la semana pasada -murmuró-. Pensaba que había ingresado por mis propios méritos.-Puedo entender cuánto ha podido molestar eso, pero te licenciaste gracias a tus méritos, eres ejemplar en tu campo. Te he visto trabajar y sé que eres brillante en lo que haces -dije con un tono jocoso al tiempo que besaba el extremo de su mandíbula-. Mi nerd adorable, la profesora Bennett.-¿Nerd? -repitió riéndose-.Qué tipo de palabra es esa?-Bueno, empollona, como lo quieras llamar. Esa eres tú. Una empollona y una artista a la cual adoro -giré su cabeza hacía la mía para encontrarme con sus labios y darle otro beso. Sabía que los dos estábamos recordando nuestra ridícula conversación de aquella mañana en el coche sobre la profesora que llamaba a su despacho al estudiante que
Permanecí un rato más en mi escritorio, escribiendo algunas notas y enviando algunos correos electrónicos antes de cerrar el portátil. Cuando apagué la luz, Simba coleteó como loco en el acuario que brillaba detrás de mi escritorio. Fui hasta allí y le lancé ua golosina antes de dirigirme a la terraza, a sentarme un rato.Pasé por el dormitorio y no oí más que silencio. Quería que Raquel durmiese bien. No más pesadillas para mi chica. Ya había sufrido lo suficiente para toda la vida.En la noche lucían millones de estrellas. No solían brillar nunca con tanta fuerza y me di cuenta del tiempo que hacía que no me sentaba aquí fuera. Encendí otro cigarro. Pero lo terminaría enseguida. Si fumaba fuera nadie tenía que enterarse. No debería fumar dentro mientras Raquel estuviese ahí.Crucé los pies en la otomana y me recosté en la tumbona. Dejé que mi mente y mis pensamientos vagaran por todo lo que habían ocurrido durante el día. Pensé en la trágica historia de Raquel y en cómo había altera
Ronroneó y sus ojos se encendieron cuando toqué su otro pecho y encontré su duro y abultado pezón. Tenía los pezones muy sensibles y me encantaba devorarlos. Y hacer que ella me deseara. Ese era el verdadero motivo si he de ser sincero. Hacer que Raquel me desease era mi obsesión. Eché su cabello a un lado y me abalancé hacia su cuello con mis labios. Me encantaba el sabor de su piel y cómo respondía cuando la tocaba. Había mucha química entre nosotros y eso lo supe desde el primer instante. Ahora se arqueaba hacia mí y acercaba sus pechos a mis manos. Le pellizqué un pezón y me volví loco con el sonido que ella emitió. Sabía adónde llevaba todo esto, o hacia dónde quería que nos llevase. A moverme dentro de ella, a hacer que se corriera, a conseguir que pusiera esa mirada dulce y preciosa después de llegar al orgasmo. Vivía por ese mirar en sus ojos. Esa mirada me llevaba a comportarme de una manera que nunca antes pensé que podría hacer con una mujer. Empezó a moverse en mi regazo
Hoy entré en el edificio por la puerta principal después de aparcar, porque quería comprar los periódicos más importantes de la prensa norteamericana y leerlos detenidamente en busca de la mínima señal. Estarían ya plagados de difamaciones políticas, pero la verdadera lucha entre los candidatos aún no había comenzado. Las elecciones presidenciales de Estados Unidos tendrían lugar en Noviembre, así que aún quedaban cinco meses de campaña. Sentí una punzada de preocupación, pero decidí ignorarla. No podía fallar en su protección. No me podía permitir un solo error. Muriel me sonrió cuando pagué los periódicos. Intenté no estremecerme por la visión de sus dientes. -Aquí tienes, guapo -dijo, y me dio el camio con su mano sucia. Eché un vistazo a su mano mugrienta y decidí que ella necesitaba más el cambio que yo contagiarme de algo. -Quédatelo -la miré a sus ojos verdes, hermosos de una manera extraña, y asentí-. Me llevaré estos periódicos de Estados Unidos de manera regular, por si