―Antes me has hablado de Sonia y yo te he hablado sobre Richard, ¿quieres que te diga a la conclusión que he llegado? ―preguntó él.―Me encantaría saberlo.―Creo que esos dos no durarían mucho juntos. Y menos en la casa de ella… con saleros derramados que lamen mascotas felinas de color negro, balanceándose en el interior de un paraguas abierto, mientras Sonia hace el trenecito bajo una escalera donde Richard está subido para colgar un espejo…―¿No decía Richard sobre su superstición que "No mucho"? ―apuntó Sonia muerta de risa, ante aquella cadena descriptiva que se había marcado.―También dijo Sonia "que no le pasaba nada" cuando le explicó Richard lo de la invitación, y no era cierto, algo pasó por su cabeza.―¿Se puede saber por qué hablamos en tercera persona?―No lo sé pero es divertido ―barrió el montón de sal con la mano y lo echó sobre su plato vacío―. ¿Te apetece algún postre?―No me van mucho los postres.―¿Nos vamos a casa entonces? Es un poco tarde ¿no? ―se arrepintió nad
―Gloria piensa que nunca lo vas a estar, pero tranquilo que no se lo dirá a Susana aunque en el fondo le encantaría hacerlo, por fastidiarla ―le iba explicando de camino a la salida.―Susana es muy maja. Gloria la ha recibido con el hacha en mano por María, pero tampoco fue ella quien le quitó el marido a su amiga, fue el marido quién se quitó solito, no era un niño de primaria, desde luego ―echó en falta las gafas de sol que se había dejado en el cajón, en cuanto la luz le atizó en los ojos.―Pues será maja y todo lo que tú digas, pero a mí… qué quieres que te diga ―resopló pensando las palabras precisas―… no me termina de cuajar. Te lo digo desde la confianza y el cariño que te tengo, Richard, y siento decirte que cuando estás con ella no eres el mismo. No me lo tomes a mal ¿eh? Pero creo que te maneja mucho. Con María no te pasaba, porque María es de las que se dejan llevar como tú, y teníais ahí un ten con ten. Lo mismo es tu forma de ser en las relaciones pero, desde luego, yo qu
Somia consiguió deshacerse de sus caseros en el mismo instante que sonó el timbre de la puerta. A Manu le sorprendió encontrarles allí aún, después de media hora. La cara de estos, cuando se encontraban con Manu, formaba un signo de interrogación. Manu al entrar le dio dos besos a Sonia y, cuando ellos amagaban hacia la salida pero sin moverse del sitio, la cogió por la cintura mientras les miraba fijamente con cara de póker. Aún tenían carrete y volvieron a sacar el tema sobre la caída de la tela de la cortina.―De verdad que a mí me da igual la caída ―volvió a explicarles Sonia― lo único que me importa es que el color sea liso, pero tampoco es mi casa, así que como decidan estará bien. Y lo siento pero es que tenemos cosas que hacer.―Sí, sí, y nosotros. Venga, ya os dejamos tranquilos. Oye y en cuanto a lo de los pobres, cuando lleguemos a casa te buscamos el teléfono.―Vale, muchas gracias, tampoco hay prisa.―De nada, a ti por dejarnos medir ―Sonia consiguió cerrar la puerta fina
Al día siguiente, Susana había llegado a casa de Richard antes que él, con la intención de prepararle una cena sorpresa. Se sentía cada vez más cerca y su relación se situaba en una estabilidad que la reconfortaba. Richard notó el aroma de la cena nada más abrir la puerta de su casa, y se sorprendió al verla allí en su cocina como Pedro por su casa.―¿Y esto?―Una sorpresa que me apetecía darte ―le informó ella, acercándose a él y dándole un beso en los labios―. ¿Tienes hambre? He preparado un risotto para chuparse los dedos y además… ¡chachaaaan! he traído esta botella de Matarromera. Lo que he olvidado es el postre, ¿alguna sugerencia para improvisar?―¿Fruta?―¡Ay hijo, qué aburrido eres! Yo esperaba algo más… picante.―¡Fruta a la pimienta!―De humorista está claro que no podrías ganarte la vida.―¿Y a qué se debe esta celebración… sorpresa?―¿Acaso debe haber un motivo para tener un detalle con la persona que uno quiere?―No, perdona… es que… no me lo esperaba.―Pues vamos a sent
―¿Lo de por qué dejamos de ir?―Sí.―¿Y qué te dijo?―Me mandó a freír espárragos. ¡Ahora tengo una duda que no veas! He pensado que se lo voy a preguntar a mi tía Conchita, si hay algo interesante ahí… ella es nuestra fuente.―¿No estás demasiado tranquila para haber quedado esta noche con "tu Richard"?―He decidido tomármelo con tranquilidad. Es más, no quiero embarcarme en nada tan pronto, cuando uno sale de una relación larga necesita un espacio de recuperación de su identidad.―¿De su identidad? ¿Has perdido tu identidad?―Me lo acabo de inventar, yo me entiendo. Además, siempre he escuchado que la primera persona que encuentras después de una ruptura, es una especie de pasante, alguien que te sirve para eliminar el recuerdo del anterior y no te deja la suficiente huella como para que te influya en la siguiente relación. No quiero tener un pasante de vecino. Encontrármelo a diario y saber que fue alguien que estuvo de paso en mi vida… sería demasiado incómodo.―Y aún creyendo esa
―¿Tú no tienes manías extrañas?―¿Te refieres a cosas de esas raras que puedan equipararse a la superstición?―Exacto.―Que yo sepa ―hizo una pequeña pausa pensando―, no.―Eso es imposible. Algo raro habrá que haces sin ninguna explicación lógica.―Creo que no, pero tranquilo, en cuanto encuentre alguna te pongo al corriente.Se encontraron de pronto en uno de esos silencios que surgían entre ellos cuando se les terminaba un tema. Lo rompió Richard.―¿Por qué decidiste venir a vivir a Málaga?―Me apetecía un cambio de aires después de los últimos acontecimientos que ya conoces, y Málaga era el sitio más alejado y familiar para mí.―¿Y te has adaptado bien? ¿No echas de menos volver?―Sí y no. Me he adaptado bien, pero a veces tengo momentos de esos de decir: ¿Qué hago aquí? Sobre todo porque echo de menos a mi familia. ¿Tú siempre has vivido en Málaga?―Sí, boquerón de pura cepa.―¿No tuviste hijos?―¡¡Guau, qué giro le has dado al timón!! Pero no, no tuve hijos.―Es que se me ha pasa
Cuando aparecieron en el portal de sus casas estaban visiblemente contentos. No habían bebido demasiado, aunque las copas que habían tomado desinhibían su actitud de tal forma que los juegos, que al principio salían de una forma pausada y tímida, habían pasado a otro nivel de provocación, y la atracción que sentían el uno por el otro se les estaba desbordando por momentos. Subieron al ascensor y cada uno marcó el botón de su piso, aunque ambos intuían que de aquel ascensor no bajarían por separado.«No tenía que haberle dado a mi planta y esperar a ver qué hacía él, he sido demasiado rápida».«¿Qué hago, la invito a tomar algo en casa? Esta vez me niego a dejarlo pasar».«¿Por qué cuando habla es tan lanzado y luego se corta para actuar?».«No entiendo lo que me pasa, ¿por qué hace que me bloquee?».«¿Y si me lanzo yo? No Sonia, si sale mal luego te arrepentirás de haber dado tú el paso. Y si se lanza él también, si total… es lo mismo ¿no?».Antes de llegar a la planta doce, Richard h
Richard no había pasado mejor noche que Sonia, sobre todo por la impotencia de no haber podido explicarse con ella. Con Susana pudo dejar las cosas bien claras.―¿Se puede saber a qué has venido? ―volvió a preguntar a Susana, cuando Sonia salió de su casa precipitadamente.―Vine para hablar contigo. Llamé a la puerta, no vayas a pensar que entré así sin más, pero como no contestabas decidí esperarte dentro.―Y ya de paso controlar a qué hora llegaba, cómo y con quién… ¿a ti esto te parece normal? Porque siento decirte, Susana, que empiezas a darme miedo.―¿Miedo? ¿Qué pasa, que ahora te parezco una perturbada? ―le siguió por el pasillo hasta el dormitorio. Al ver que Susana no hacía intención de vestirse, cogió su vestido y se lo entregó educadamente. Ella comenzó a vestirse completamente indignada―. ¿Hubieses preferido que te esperase sentada en el portal, es eso? Pensé que quizá, al haber pasado unos días sin vernos, me echarías de menos. Lo nuestro me importa ¿sabes? Ya veo que a t