Rota.
Dolida.
Destruida.
Como la misma mierda. Así es como me siento mientras me monto en el carro de Timotheo y él me coloca el cinturón y luego se coloca el suyo.
Estoy en el aire, me siento como si hubieran pinchado mi globo de felicidad con una aguja muy afilada y me hubieran dejado tirada en el suelo, desecha, sin ayuda.
—Lo lamento.
—No lo hagas, no fuiste tú quien me fue infiel después de prometerm
No quiero hacer nada más que llorar un rato.Me duelen los ojos, me duele el cuerpo, tengo pesadez en la espalda y siento que en cualquier momento voy a caer en un bucle sin fin de llorar sin parar.Odio mi vida.Odio como las personas me hacen sentir.He intentado por todos los medios posibles ser buena con los demás pero la gente al parecer se esfuerza en sacar lo peor de mí y en dejarme como si fuera la villana de la historia.Seco la lágrima silenciosa que baja por mí mejilla mientras dejo la cartera a un lado en la mesita de noche y dejo caer mi cuerpo pesado sobre la cama.Miro hacia el techo, mi mirada está perdida y mi cuerpo, aunque está allí se siente vacío, se siente sin sentido por la vida.En el momento exacto en que mi vida se convirtió en esta mierda.Sé bastante bien en qué momento dejé de
—Vamos, vamos, toma el teléfono. — digo mientras estoy parqueado en la acera frente al apartamento donde Vicky vive.Tengo aproximadamente treinta minutos aquí después de haber llevado a Priscila a su casa en las afueras de la ciudad. No he podido llegar a mi apartamento. No quise hacerlo porque sería un apartamento vacío. Lo único que quiero es resolver este tema con Vicky y que ella entienda que es la única mujer que me importa. La única mujer que quiero en mi vida de esa manera.Pero ella no responde la llamada, ella no está dispuesta a colaborar para que esto se solucione, sé que a lo mejor pueda tener todos sus inconvenientes, pues su vida es una muy diferente a la mía. Y ambos estamos luchando contra nuestras propias familias y nuestros propios problemas.De igual forma, yo estoy aquí.Pero eso el parecer, no es importante.Al m
Soy un bastardo.Mi madre siempre me lo dijo de este pequeño desde que nací, que era un bastardo hijo de un hombre casado producto de una infidelidad, porque este hombre quería tener un hijo suyo.Mientras, fui un niño nunca lo comprendí.Nunca le vi la importancia hacer un hijo bastardo y ser un hijo nacido en el matrimonio.Para mí eran cosas inútiles de pensar, pues a la larga siempre serias, un hijo, no importa si de un hombre casado o de un hombre soltero y vas a ser su hijo y por consiguiente debías de cuidarlo, protegerlo y estar ahí para cuando lo necesitara.Pero con el pasar de los años me di cuenta de que esto era puro cuento de hadas puro, cuento inútil para hacerle creer a los niños que ellos podían tener su final feliz.Pero no era así, el final feliz se consigue luchando, sacrificando e incluso poniendo tu propia fel
—¿Estás bien? — le pregunto a mi madre buscando un vaso con agua que me acaba de pedir. —no quiero que te Son pocas, con esto, ni tampoco que sufras en demasía.—¿Cómo quieres que no sufra? —Me pregunta ella con la voz rota. —¿Cómo puedes pedirme algo así cuando tu padre acaba de ser asesinado?La misma pregunta, repitiéndose una y otra vez, comienza a hartarme y así que dejando el vaso en sus manos mientras ella recuesta su espalda de un montón de almohadas que tiene en el espaldar de la cama, doy media vuelta, alejándome de mi madre antes de que le diga una sarta de maldiciones que acaben con nuestra relación.—Ernest, Escúchame. —Me llama ella y yo me giro. Lo que menos quiero es molestar a mi madre, ser un incordio para ella cuando está en una cama de hospital.—¿Mamá
El funeral del padre de Ernest se realizó con pocas personas, bastante reservado y alejado de todos. La noticia voló como pólvora y todos en Seattle se enteraron del vil asesinato. Los periódicos solo hablaban de ello. Por mi parte, me limité a esperar a que Ernest me hablara, pero no sucedió. Timotheo fue quien me llamó para informarme sobre el funeral, hora y lugar. Aunque le dije que no me sentía bien yendo, el me pidió que lo hiciera. Puse mi mejor sonrisa y vine.No he ido muchos funerales, solamente al de mi abuela y el de la madre de Rosita, que murió cuando ella era pequeña; pocas cosas recuerdo de ambos funerales, pero lo que sí sé es que los funerales por lo regular siempre hay alguien que llora, alguien que deben sacar en ambulanci
Inconformidad.Esa es la palabra precisa para cómo me siento. Viéndola tan cerca y a la vez tan lejos, observando como de reojo ella me mira y no se atreve a acercarse a mí. Quizás porque está dolida o a lo mejor porque está intentando sacarme de su vida.Pero yo no quiero que lo haga, no deseo que me saque de su vida, necesito estar en ella, necesito demostrarle lo más urgente posible, que soy todo lo que ella necesita.Pero mi vida está hecha una mierda ahora mismo.—Tranquilo. —Mi madre toma mi mano mientras observo cómo mis dedos temblorosos se envuelven entre los de ella finos y delicados. —Aguanta, por lo menos a que terminen de enterrar a tu padre para que puedas ir a verla.—Siento que se me escapa de los dedos. —Le confieso a mi madre.—No va a ir a ninguna parte. Pero es propio como director de la empresa y sucesor de tu
Capítulo 99: Si la montaña no va a Mahoma. Completa. Así me siento cuando estoy junto a él, cuando él descansa su cabeza junto a la mía, cuando su corazón y el mío laten al unísono con una misma melodía.Disfruta de su respiración junto a la mía y de su aroma al perfume que recuerdo en mi sueños, a su tranquilidad y como me toca.Es un tacto suave, delicado, pero a la vez me hace sentir que está ahí, que esta vez sí está y que no se va a ir.—¿Puedes bajarme, por favor? —Le pregunto con voz queda.—Te bajaré cuando estés en la limosina y los seguros estén puestos.—¿Pretendes secuestrarme? —Le pregunto y una risa nerviosa sale de mi boca.—No te rías, no sabes de lo que soy capaz. —Dice
Capítulo 100: Ya no más dolor. Olvido todo en cuanto a sus labios se unen a los míos. En cuanto a su lengua, danza junto a la mía. No puedo pensar con claridad. No puedo pensar que estamos en una limusina con los vidrios tintados y que estamos rodeados de personas cerca de un cementerio en el funeral del padre del hombre que ahora mismo estoy besando. No puedo pensar que cualquiera puede entrar e intentar abrir la puerta o que el chofer va a tocarnos en el cristal porque la madre de Ernest ya desea irse. No puedo pensar que mi hermana anda por allí deambulando, porqué la dejé sola para hablar con Ernest. Tampoco puedo pensar en las probabilidades de que él me esté mintiendo, no puedo pensar en eso, porque quiero confiar a ciegas en él, quiero confiar que lo que tenemos es real y confiar en lo que vi en sus ojos. En esa verdad que está ahí, en sus ojos Almendrados. Así que basta de pensar en todo e