Minutos antes.
—Gracias por aceptar tomarte el café conmigo. —Escucho que me dice mientras entramos y tomamos haciendo en la cafetería que está bastante cerca de la empresa. —No iba a dejarte ir a recursos humanos con ese estado de nervios.
No sé porque lo he hecho, no sé porque razón le conté mi mayor secreto y peor temor al mismo tiempo. Pero con ese hombre de ojos verdes es tan fácil hablar.
—Te he contado mi secreto mejor guardado, así que lo mínimo que puedo hacer es tomarme un café contigo y asegurarme de que no le cuentes a nadie.
—Yo también tengo que confesarte algo. —Dice, y nos quedamos en silencio en automático cuando la camarera se acerca a nosotros, aunque mis ojos se agrandan al escuchar sus palabras. — Tráenos dos cafés descafeinados y un poco de leche aparte.
La rabia que siento ahora mismo no se compara con ninguna que hubiera sentido antes. Me pasé toda la noche pensando en ellos dos, haciendo toda clase de cosas. Mis celos no son irracionales. Pensar que mi primo y ella están de una forma u otra involucrados. Aunque Timotheo me contó que anda pasa, no puedo evitar estar furioso.Es una tontería porque lo que he visto en esa mujer es que jamás traicionaría a nadie y quizás por eso es que no me da la oportunidad de explicarme, de darle las razones por las cuales tengo que casarme con Priscila.Estamos en el siglo 21, estamos en una época donde el libertinaje, la libertad, rayan en lo mismo. Estoy seguro de que ella no va a creerme ¿quién diablo se comprometería con alguien que no conoce?De forma tonta los padres de Priscila creen que esto es lo correcto y es lo ideal para nosotros.¿Cómo pueden casa
Aún después del almuerzo, tengo el corazón acelerado por la charla con Ernest. Jamás creí que pudiera tener los cojones para hablarme así como si él fuera el ofendido, como si yo hubiese sido la que mintió todo este tiempo, la que le vendió sueños y pajaritos en el aire a una desconocida en Canadá.Y él viene con sus palabras, baratas con su sentimentalismo, haciéndome creer que en verdad le importo, que está preocupado por mí, que le duele lo que me suceda, pero es pura mentira. Ya no voy a creer. En ninguna de sus absurdas palabras.Por mí, puedo ir al infierno y a su familia se la puede llevar el demonio.Aunque Timotheo me escribió en la mañana para vernos y almorzar, le dije que no quería volver a hablarle en toda mi vida y voy a sostener esto hasta que me sienta capaz de perdonarlo, porque a la larga, esa rabia y ese odio sol
Tres días después.—Me tienes allí a una incapaz, un incompetente, que no sabe cómo organizar una agenda. Tengo tres días esperando por una respuesta.—¿Por qué no piensas en lo que le hizo tu novia a esa pobre chica? — me dice Marly con tono agrio.Normalmente no acepto esa falta de respeto, no cuando soy el director administrativo, no cuando todo tiene que pasar por mi mano.Yo estoy a cargo, y no tolero las sublevaciones.Pero Priscila Domert se está encargando de poner a todos en mi contra.Así que la mejor alternativa, al menos con Meldy es recibir sus insultos.—No me vengas con esa historia barata, tiene tres días sin venir. —le digo tomando asiento frente a ella. — ¿Qué razones te ha dado?—Ernest, tiene tres días sin venir porque no se si
—¿Lo sabías? —le preguntó a Timotheo con el celular en manos libres mientras conduzco con dirección a cualquier bar que me venda el suficiente alcohol, para olvidar el hecho de que mi Bonnie está embarazada.—¿De qué diablos estás hablando ahora, Ernest? —Pregunta a mi primo haciéndose el desentendido.Le conozco demasiado como para saber cuándo está mintiéndome.O, como en este caso, cuando está omitiendo la verdad.—No me vengas con esas cosas, Tim.—Ernest lo que sucede en tu vida no es problema mío.—¿Ahora no es problema tuyo? —Suelta una carcajada desprovista de alegría. —Me parece irónico que ahora no sea problema tuyo cuando fuiste tú precisamente el que me llevó a Vancouver para olvidar el jodido compromiso con Priscila.—
Casi me estaba durmiendo.Cuando por fin logro conciliar el sueño después de llorar en los brazos de Rosita, cuando por fin estoy quedándome dormida con la almohada en mis ojos y no debajo de mi cabeza, despues de tomarme un té de limón solo para sentir algo caliente en el cuerpo, escucho que alguien grita mi nombre.Me colocó en la ventana de mi habitación y veo hacia abajo. Hay un taxi estacionado y un hombre está recostado del mismo mirando con dirección al edificio.—No puede ser.Antes de que mi cerebro me dijera que era él, mi corazón ya me lo estaba gritando.¿Qué diablos hace Ernest aquí a medianoche?—¡Vicky! — grita.—¡Cállate vagabundo, es medianoche! — vocifera uno de los vecinos del segundo piso.—No grites, ya voy. — le digo lo su
Me despierto acostada en la cama del hospital. Me doy cuenta que comienzo a desarrollar la costumbre de ser de esas típicas embarazadas, que todas las semanas terminan en el hospital por anemia, mareos o cualquier malestar asociado con el embarazo. Odio sentirme débil, odio tener dolor en el cuerpo y sentir que no puedo mover un solo músculo. Miro a todas partes, parpadeando para acostumbrar mis ojos a la luz tenue de la habitación.—¿Dónde está mamá? —Pregunto, desde que veo a Rosita que se acerca.—Cariño, ¿estás despierta por fin?—Pues sí te estoy hablando, creo que sí. —Digo con voz adormilada. Casi no me reconozco, la garganta me come y la lengua me pesa. —Porque me siento tan embobada?—Te dieron medicamentos para controlar el dolor del vientre.Entonces lo recuerdo, el motivo por el que estoy en
La luz de la mañana me hace despertar, si es que la alarma sonó a la hora de siempre, no la escuché. No desperté a tiempo y precisamente hoy llegaré tarde al trabajo. Odio llegar tarde.Me doy una ducha y pienso en todo lo que sucedió la noche anterior.El intento en vano de que Vicky regrese a la empresa. La cena con mi madre, el contrato de Megrid perdido. La discusión con Timotheo. Luego regresé a casa de Vicky. Tengo espacios borrosos en mi memoria, donde esperó por ella al pie de su ventana.También recuerdo la ambulancia.Vicky está en el hospital por mi culpa.No puedo creer que sea tan desgraciado como para perjudicar a los demás con las mismas desgracias que me suceden a mí. Estoy destruyendo la vida de una mujer que no merece el mal de nadie.¿Cuándo voy a parar?¿Cuándo voy a dejar de persegui
Nos debatimos en una guerra de miradas. Ella sabe que yo seré el ganador, no sé por qué está deteniendo lo inevitable.Mi madre con su vestido rosa pálido, un moño recogido, sin maquillaje y las ojeras tan pronunciadas como el día en que descubrí que mi padre le pegó, me observa sin bajar la mirada.—Cuéntame de la mujer.—No sé de qué hablas.—Priscila dejó bastante claro que tienes un romance con tu asistente.—Priscila, estar alucinando. —Digo apretando la mandíbula y sin despegar los ojos, también madre.—¿No te acostaste con tu asistente? —Pregunta y entrecierra los ojos. —Quiero que te alejes de ella. —Dice sin esperar una respuesta.—Vete al infierno, mamá. —Abre la puerta con intenciones de irme. Pero ella me gr