Casi me estaba durmiendo.
Cuando por fin logro conciliar el sueño después de llorar en los brazos de Rosita, cuando por fin estoy quedándome dormida con la almohada en mis ojos y no debajo de mi cabeza, despues de tomarme un té de limón solo para sentir algo caliente en el cuerpo, escucho que alguien grita mi nombre.
Me colocó en la ventana de mi habitación y veo hacia abajo. Hay un taxi estacionado y un hombre está recostado del mismo mirando con dirección al edificio.
—No puede ser.
Antes de que mi cerebro me dijera que era él, mi corazón ya me lo estaba gritando.
¿Qué diablos hace Ernest aquí a medianoche?
—¡Vicky! — grita.
—¡Cállate vagabundo, es medianoche! — vocifera uno de los vecinos del segundo piso.
—No grites, ya voy. — le digo lo su
Me despierto acostada en la cama del hospital. Me doy cuenta que comienzo a desarrollar la costumbre de ser de esas típicas embarazadas, que todas las semanas terminan en el hospital por anemia, mareos o cualquier malestar asociado con el embarazo. Odio sentirme débil, odio tener dolor en el cuerpo y sentir que no puedo mover un solo músculo. Miro a todas partes, parpadeando para acostumbrar mis ojos a la luz tenue de la habitación.—¿Dónde está mamá? —Pregunto, desde que veo a Rosita que se acerca.—Cariño, ¿estás despierta por fin?—Pues sí te estoy hablando, creo que sí. —Digo con voz adormilada. Casi no me reconozco, la garganta me come y la lengua me pesa. —Porque me siento tan embobada?—Te dieron medicamentos para controlar el dolor del vientre.Entonces lo recuerdo, el motivo por el que estoy en
La luz de la mañana me hace despertar, si es que la alarma sonó a la hora de siempre, no la escuché. No desperté a tiempo y precisamente hoy llegaré tarde al trabajo. Odio llegar tarde.Me doy una ducha y pienso en todo lo que sucedió la noche anterior.El intento en vano de que Vicky regrese a la empresa. La cena con mi madre, el contrato de Megrid perdido. La discusión con Timotheo. Luego regresé a casa de Vicky. Tengo espacios borrosos en mi memoria, donde esperó por ella al pie de su ventana.También recuerdo la ambulancia.Vicky está en el hospital por mi culpa.No puedo creer que sea tan desgraciado como para perjudicar a los demás con las mismas desgracias que me suceden a mí. Estoy destruyendo la vida de una mujer que no merece el mal de nadie.¿Cuándo voy a parar?¿Cuándo voy a dejar de persegui
Nos debatimos en una guerra de miradas. Ella sabe que yo seré el ganador, no sé por qué está deteniendo lo inevitable.Mi madre con su vestido rosa pálido, un moño recogido, sin maquillaje y las ojeras tan pronunciadas como el día en que descubrí que mi padre le pegó, me observa sin bajar la mirada.—Cuéntame de la mujer.—No sé de qué hablas.—Priscila dejó bastante claro que tienes un romance con tu asistente.—Priscila, estar alucinando. —Digo apretando la mandíbula y sin despegar los ojos, también madre.—¿No te acostaste con tu asistente? —Pregunta y entrecierra los ojos. —Quiero que te alejes de ella. —Dice sin esperar una respuesta.—Vete al infierno, mamá. —Abre la puerta con intenciones de irme. Pero ella me gr
Un simple segundo puede cambiar la vida de cualquiera. Un segundo puede arruinar a la mas unida sociedad. Casa cosa a su tiempo, eso decía mi madre cuando le decía que quería crecer y ser adulto.Me coloco mas fuerte el hielo en la mejilla inflamada e intento no saltar del dolor.Pero es imposible.Me duele todo el cuerpo.—Tienes que ir al hospital, cariño. — dice mi madre mientras me pasa dos tabletas de analgésicos y un vaso con agua.—¿Quieres que la prensa se entere de lo que pasó?Mi madre muerde su labio inferior y veo la respuesta en sus ojos.Ella vive de las apariencias.—No se como fuiste capaz de dejarlo.Me sorprende su forma de culpar a los demás por sus propias acciones.—Tu fuiste quien le pegó.—Puede estar muerto.—Espero que el golpe hiciera su trabaj
El sonido de la puerta al sonar me hace despertar. No sé cuánto tiempo llevo en la cama después de muchas horas sin poder conciliar el sueño, pensando en cómo resolver la situación con Ernest, descubrí que era más fácil llorar y poner la mente en blanco que pensar en una solución. No había solución adecuada para lo que me sucedía, para lo que nos estaba sucediendo a todos. Lamentablemente mi decisión de venir hacia él y vender nuestra casa en Canadá había sido terrible.Todo corre por cuenta mía, todo es mi culpa y no puedo evitar sentir remordimiento, sentir la culpabilidad por más que mi madre me diga que la decisión la tomamos entre todos.Rosita y mis hermanas se fueron al supermercado a hacer la compra de la semana. Me gusta que mi mejor amiga esté aquí me hace sentir como si aún estuvi&eacut
Helada. Así me quedé.Pasmada hasta la médula.Parpadeo para intentar aclarar mis ideas, las cuales comenzaron a esfumarse y a dejar mi cabeza en blanco. Mi mente estaba igual de congelada que la sangre en mis venas.—¿Qué-qué es esto? —tartamudeo sin comprender.—Es tu boleto de salida, Vicky. La mejor oportunidad que vas a tener en la vida. — me dice ella mientras sonríe con cordialidad.No comprendo lo que me quiere decir, así que azorada, me quedo observando el papel.No sé qué quiere decir con eso.¿Salida para qué?Dejo el papel con lentitud sobre la mesa.—¿Qué es esto? — inquiero. —¿De qué se trata esto?—Ya te dije…es tu…—No. — le detengo. — ¿Qué pretende que haga con
El celular timbra una y otra vez, pero él no responde. El muy desgraciado debe de saber lo que hizo. Ahora mismo debe de estarse tomando una Copa de vino, mientras celebra su triunfo.O al menos lo que el cree que fue.No se va a escapar tan fácil de mí, yo no quiero nada de él, nunca me ha interesado su dinero, la verdad. Es que ahora mismo lo que menos quiero de él es su dinero. Mientras más alejado esté de mi familia, mucho mejor. Mientras más lejos esté su madre esa mujer tan desgraciada, desalmada, hipócrita, se mantenga de mi familia, mucho más tranquila estaré. Ellos no merecen tener ningún lazo que les ate a mi hijo.Colocó las manos en mi vientre y susurró palabras de aliento, lo voy a proteger con mi vida, con mi propio cuerpo, con mi sangre, proteger a mi hijo de los desgraciados.Creo que jamás he odiado a
—Gracias por abrir. —Me dice. —¿Por qué estás llorando?—No estoy llorando. —Pero el abandono de sus manos, las cerca de mi rostro y sin yo accionar mi mente, se queda en blanco, irse cada una de mis lágrimas con su pulgar.—Estás llorando.—¿Pudiste hacerme esto? —Pregunto con voz queda. —¿Cómo pudiste?—Vicky, te juro por mi madre que no sé de qué estás hablando, por eso precisamente vine hasta aquí porque quiero tener las cosas claras contigo.—Claridad es lo que más hay, ya sé cómo eres. Lo que escondes detrás de tu fachada de hombre bueno.—No es una jodida fachada, es lo que soy. Tú me has visto mejor que nadie, me ves tal cual soy.—Ya lo hago lo que veo no me gusta. Estoy frente a un hombre que se aprovech