Otro día más que llego a mi casa en la mañana. Amanecer fuera jamás fue una opción para mí, ni siquiera lo pensé. Nunca consideré que despertaría en otra cama que no fuese la media. Cuando estaba con Malcom, pues cada noche, él me regresaba a mi casa y mi hermana o mi madre me abría la puerta. No estoy acostumbrada a despertar en una cama de hotel o en un apartamento que no sea el mío.
Pero supongo que la vida es una constante evolución, una guerra contra los cambios.
Debo de acostumbrarme a que soy una mujer adulta que en determinado momento podría amanecer en la cama de un extraño.
Sé que no debería ser una opción, sé que los paradigmas de la vida es que uno termine siempre acompañado por la persona con la que quieres pasar el resto de sus días, pero en mi caso no sé lo que quiero aún de la vida, más que el hecho de tener una familia amplia y varios hijos a los cuales querer.
—Por fin llegó la señorita. —Mi madre se ríe y me abraza. —Debo irme
Mi madre llega con la cabeza cabizbaja. De inmediato sé que algo muy grave sucede para que ella pierda la luz de sus ojos ese brillo tan hermoso que siempre me ha encantado observar. Después de ella, ducharse y cenar, nos sentamos las cuatro en la mesa y mi madre comienza a toquetear con sus dedos, ese sonido de la madera me empieza a impacientar. —Mamá, ¿Qué sucede? — Pregunta Neny. —Si nos has llamado a las 3 es porque esto es importante. Nunca nos reúnes a todas. Normalmente mi madre solo consulta conmigo sus decisiones, mis dos hermanas, una que recién comienza la universidad y la otra que está en secundaria, siempre se quedan rezagadas en su mundo y nosotras dos somos las encargadas de que todo fluya bien en casa. De mantener el techo sobre sus cabezas y que no tengan que preocuparse por nada más que estudiar. Actualmente trabajo en el consultorio infantil Melodías. Pero eso no me da para mucho más que solo cubrir gastos de la casa. Apenas voy t
—No puede ser. —Dice mi madre repitiendo exactamente mi expresión mientras le muestro el correo electrónico donde especifica una cifra que jamás en mi vida me sería posible ganar aquí en Canadá. —Te estoy diciendo, es lo mejor que me han ofrecido en toda la vida. —Con esto es más que suficiente para que podamos sostenernos sin problema. —A mi madre se lo merecen los ojos y la miro sonriendo de lado a lado. —Es increíble, la verdad.— La sonrisa se borra de mis labios al recordar el único detalle que me hace ruido. —Mamá... —¿Qué sucede? —Mi madre me abraza eufórica y me aprieta en su pecho. —Vamos a poder saldar la hipoteca, esto es increíble. ¿Dónde es el trabajo? Es increíble que una empresa aquí en Vancouver pague tanto. —Ese es el problema, mamá no está en Vancouver. —Le invito a que tome asiento y nos miramos las dos a los ojos, mientras el silencio se hace pesado. Mis hermanas están dormidas. Mi madre, efectivamente, ha llegado ta
Siempre he escuchado que las luces de París son más hermosas que las de las demás ciudades. Debo constatar que, efectivamente son bellísimas. Las luces tienen un brillo mágico, romántico, un brillo que destaca y se incrementa a cada segundo. Es como si las luces se metieran en nuestros corazones y de repente todo tuviera un brillo inusual, una característica que antes no habíamos reconocido en nuestros propios países. Jamás creí que podría salir de Canadá y ahora me veo en París mientras mi cuerpo desnudo acaricia el borde del ventanal, en el hotel que nos estamos hospedando.Tantas cosas han cambiado en tan poco tiempo, tanto así que me sorprendo con la facilidad que me he adaptado a estas.¿Cómo es posible que esté desnuda con un hombre al cual no sé su nombre y me limito a hacer y seguir las reglas que nosotros mismos nos impusimos la
—¿Estás segura de que dio positiva? —escuchó la pregunta de Rosita y sacó del bolso la caja de la prueba y se la coloco enfrente.—Revísala tu misma. — le digo cubriéndome el rostro con las manos. — No puede ser. — murmuro con las lágrimas al borde de los ojos.—¿Vic, lo hiciste sin protección en algún momento? —Me pregunta y yo dejó caer la cabeza en la mesa. —No te pongas así y respóndeme. Si el bebé ya está ahí, no puedes hacer nada más.—Sabes que uso la píldora. Tengo años utilizándola.—¿Pero dejaste de usar el preservativo en algún momento? —Inquiere y azorada le miro.—No-no lo sé. — tartamudeo intentando recordar. Con Clyde todo ha sido tan intenso. — ¡Dios mío! ¡Ni siquiera
Salgo de la oficina de Recursos Humanos con una sonrisa que no puedo evitar mostrar. Estoy emocionada, todo ha ido perfecto. Me siento como si me hubiese ganado la lotería. Y es que el salario que voy a devengar es el triple de lo que gano en Canadá.Adelantó mis pasos y llego al ascensor. Pulso el botón y espero a que las puertas se abran, veo los números cambiar del octavo piso y descendiendo. Es un edificio bastante alto y debo aprenderme cada piso, al menos eso me dijo la gerente de Recursos humanos.—¡Vicky! — escucho la voz de alguien llamarme y me vuelvo a congelar.—Timotheo. —Digo dándome cuenta por segunda vez que no se trata de Clyde.Sé que Estados Unidos, al menos según lo que Rosita adivinó por su acento, pero dudo mucho que el mundo sea tan pequeño como para terminar trabajando en la misma compañía.—¿Qu&eacu
Todo está en el camión de la mudanza. Contratamos un servicio de mudanza, traslados y empaques, para supuestamente estar más tranquilas de que todo llegaría primero y que ellos mismos organizarían lo más pesado, como los sofás y el refrigerador.Pero nosotros llegamos primero y encontramos la casa vacía.—¿Qué te dicen? — le pregunto a mi madre mientras confirmo que he pautado cita para las dos de la tarde con un ginecólogo que según Waze estaba bastante cerca del apartamento.—No responden. — dice Neny.—No puede ser. — murmuro. — tengo la ropa desde esta mañana, estoy sudada. — murmuro pues me siento incomoda y hasta pegajosa, algo tonto pues debe de estar casi nevando de tanto frio hace.—Sube y date un baño. — dice mi madre.—No puedo creer que estés tan tranquila cuand
Intento no extrañarlo.Intento no pensar en él.Cada segundo que pasa del día, miro la hora en el computador Y luego veo el celular esperando un mensaje o una llamada de su parte.Pero nada llega. Es como si él hubiese borrado mi número telefónico y mi existencia de su vida.Estoy justo en la entrada de la oficina de Ernest Hossen, el hombre que va a ser mi jefe. Él no ha llegado, son pasadas las diez de la mañana. Veo el vestido negro que me he colocado esta mañana antes de salir de casa, los zapatos de tacón corrido que se supone son buenos para mi espalda y para evitar futuros dolores en la espalda baja, al menos según mi madre, la experta en hijos.Sonrío ante todos los consejos que me dio desde la noche anterior hasta hoy en la mañana. No sé cuál de todas está más emocionada, si mi madre por ser abuela o mis herm
Por su expresión, noto de inmediato que va a marcharse, mucho antes de que el pueda decírmelo. —No te disculpes. Veo que es importante. Mi ensalada Caprese apenas la he tocado y el no ha comido de su lomo de cerdo. —No quiero dejarte, — dice levantándose. —, en verdad lo lamento. —Son cosas que pasan. La familia primero. — digo, asumiendo de inmediato que ha sido algo de peso y que tiene que ver con su familia. Timotheo trae puesto una camisa azul con rayas blancas y unos pantalones marrones claros que se ajustan bastante bien a sus piernas largas y fuertes. —No se si pueda ayudar a este. — dice mientras hace señas al camarero y entiendo lo que ha hecho. —No tienes que pagar por mi comida. — refunfuño pero el se niega. —enserio, Timotheo. —Puedes llamarme Tim. — dice sonriendo. —Vengo mucho aquí, así que no te traerán la cuenta por más que grites, se