—¿Estás segura de que dio positiva? —escuchó la pregunta de Rosita y sacó del bolso la caja de la prueba y se la coloco enfrente.
—Revísala tu misma. — le digo cubriéndome el rostro con las manos. — No puede ser. — murmuro con las lágrimas al borde de los ojos.
—¿Vic, lo hiciste sin protección en algún momento? —Me pregunta y yo dejó caer la cabeza en la mesa. —No te pongas así y respóndeme. Si el bebé ya está ahí, no puedes hacer nada más.
—Sabes que uso la píldora. Tengo años utilizándola.
—¿Pero dejaste de usar el preservativo en algún momento? —Inquiere y azorada le miro.
—No-no lo sé. — tartamudeo intentando recordar. Con Clyde todo ha sido tan intenso. — ¡Dios mío! ¡Ni siquiera
Salgo de la oficina de Recursos Humanos con una sonrisa que no puedo evitar mostrar. Estoy emocionada, todo ha ido perfecto. Me siento como si me hubiese ganado la lotería. Y es que el salario que voy a devengar es el triple de lo que gano en Canadá.Adelantó mis pasos y llego al ascensor. Pulso el botón y espero a que las puertas se abran, veo los números cambiar del octavo piso y descendiendo. Es un edificio bastante alto y debo aprenderme cada piso, al menos eso me dijo la gerente de Recursos humanos.—¡Vicky! — escucho la voz de alguien llamarme y me vuelvo a congelar.—Timotheo. —Digo dándome cuenta por segunda vez que no se trata de Clyde.Sé que Estados Unidos, al menos según lo que Rosita adivinó por su acento, pero dudo mucho que el mundo sea tan pequeño como para terminar trabajando en la misma compañía.—¿Qu&eacu
Todo está en el camión de la mudanza. Contratamos un servicio de mudanza, traslados y empaques, para supuestamente estar más tranquilas de que todo llegaría primero y que ellos mismos organizarían lo más pesado, como los sofás y el refrigerador.Pero nosotros llegamos primero y encontramos la casa vacía.—¿Qué te dicen? — le pregunto a mi madre mientras confirmo que he pautado cita para las dos de la tarde con un ginecólogo que según Waze estaba bastante cerca del apartamento.—No responden. — dice Neny.—No puede ser. — murmuro. — tengo la ropa desde esta mañana, estoy sudada. — murmuro pues me siento incomoda y hasta pegajosa, algo tonto pues debe de estar casi nevando de tanto frio hace.—Sube y date un baño. — dice mi madre.—No puedo creer que estés tan tranquila cuand
Intento no extrañarlo.Intento no pensar en él.Cada segundo que pasa del día, miro la hora en el computador Y luego veo el celular esperando un mensaje o una llamada de su parte.Pero nada llega. Es como si él hubiese borrado mi número telefónico y mi existencia de su vida.Estoy justo en la entrada de la oficina de Ernest Hossen, el hombre que va a ser mi jefe. Él no ha llegado, son pasadas las diez de la mañana. Veo el vestido negro que me he colocado esta mañana antes de salir de casa, los zapatos de tacón corrido que se supone son buenos para mi espalda y para evitar futuros dolores en la espalda baja, al menos según mi madre, la experta en hijos.Sonrío ante todos los consejos que me dio desde la noche anterior hasta hoy en la mañana. No sé cuál de todas está más emocionada, si mi madre por ser abuela o mis herm
Por su expresión, noto de inmediato que va a marcharse, mucho antes de que el pueda decírmelo. —No te disculpes. Veo que es importante. Mi ensalada Caprese apenas la he tocado y el no ha comido de su lomo de cerdo. —No quiero dejarte, — dice levantándose. —, en verdad lo lamento. —Son cosas que pasan. La familia primero. — digo, asumiendo de inmediato que ha sido algo de peso y que tiene que ver con su familia. Timotheo trae puesto una camisa azul con rayas blancas y unos pantalones marrones claros que se ajustan bastante bien a sus piernas largas y fuertes. —No se si pueda ayudar a este. — dice mientras hace señas al camarero y entiendo lo que ha hecho. —No tienes que pagar por mi comida. — refunfuño pero el se niega. —enserio, Timotheo. —Puedes llamarme Tim. — dice sonriendo. —Vengo mucho aquí, así que no te traerán la cuenta por más que grites, se
—¿Estás segura de que está bien? —Escuche unas voces que preguntan a mi alrededor.Intento abrir los ojos, pero me siento cansada.—Se desmayó porque la señorita Priscila le pegó. —Escuchó que le dice la otra.Siento rabia y quiero decirle que no me desmayé por eso, que me desmayé porque estoy embarazada, pero supongo que esto sería una información que puede perjudicar no solamente a mi persona, sino también al jefe, al dueño de la empresa.No, me detengo, no puede ser cierto lo que mis ojos vieron antes de que la oscuridad me reclamara.Mi Clyde no puede ser Ernest Hossen.No es cierto.Pero vi sus ojos almendrados, como un marrón claro con pinceladas de miel.No, no es mi Clyde.Intento levantarme y gruño al darme cuenta de que estoy cansada, agotada.La noche anterior fue horrible, tu
No sé qué pensar con todos los secretos que Tuti me ha contado con relación a la política de la empresa. Me sorprendo con la facilidad que esa mujer me ha contado cosas que no le pedí saber. Al parecer, padece de una diarrea comunicativa. Y no puedo evitar reír, pues ella misma ha dado el término.Según ella, Ernest es un tipo que sale semanalmente con mujeres distintas, modelos famosas, hijas de magnates y empresarios reconocidos de todo Estados Unidos y Europa. Y no sé en qué momento la charla giró en torno a Ernest Hossen y su familia.Abro la puerta y comienzo a subir los escalones uno tras otro. Lamentablemente, he alquilado un apartamento en un tercer piso y sin ascensor, aunque no es una zona peligrosa de Seattle, la verdad es que tampoco es una zona donde viven los millonarios. No puedo costear más de lo que mi salario me permite y aunque es mucho mejor que el salario que deveng
Creo que todas las personas en determinado momento de su vida han sentido un deseo implacable de cometer asesinato. Creo que este es el momento donde yo desee hacerlo. Observo a Priscila y la miró con toda la rabia que soy capaz, toda esa que está haciendo emisión en mi interior y esa con la cual deseo estrellarla contra el piso y golpearla hasta dejar su rostro hinchado, su rostro perfecto. E hidratado, hinchado como un balón lleno de helio. Sin embargo, al parecer ella no se percata de la amenaza que tiene enfrente. Quiero decirle que no es el mismo vestido, pero la mujer es tan observadora que sería una pérdida de salida y una desfachatez intentar hacerle creer mi mentira. Ella se da media vuelta como si no hubiese dicho la gran cosa y se dirige a la oficina de Ernest. —Esperé, señora Priscila. —Le llamo, pero no me escucha. O se hace la desentendida toma ciento en 1 de los sofás, en ese mismo donde el día anterior estuve des
Mi cuerpo reacciona veloz por primera vez y me doy cuenta de mis palabras, de inmediato ante la estupidez que acaba de salir de mis labios, me alejo de Timotheo e intento ocultar mi rostro. Sé que tiene muchas preguntas y lo noto en sus ojos, justo cuando abre la boca, doy un paso hacia atrás.—No tenía por qué decir eso. —Le digo deteniéndolo.— olvídalo.—Por alguna razón, lo has dicho. ¿Te sientes bien? —Pregunta y su tono de voz de inmediato me hace sentir como si estuviésemos en confianza, aunque la verdad es que no conozco a este hombre de ningún lugar, pero a la vez siento que lo he conocido toda la vida.—Estoy bien y ahora, debo volver a mi escritorio.Me escabullo alejándome de él y de sus preguntas, de todas las dudas que sé que debe de tener, el no conoce mi vida personal, no sabe que me involucre con el que ahora