El hospital, si así podría llamarse, no era más que un muy pequeño centro de salud con grandes aspiraciones, con las paredes enmohecidas y el techo roto, claro que no había tenido mucho tiempo para observar la poco conservada estructura del lugar, ya que su primo lo había arrastrado a urgencias apenas entraron, pero el lugar era poco agradable, además estaba en reparaciones, y los ruidos alteraban el movimiento habitual del centro de salud.
Una brisa fresca entró por una inmensa abertura en el cielo falso e hiso que Gabriel se estremeciera, intentó quedarse quieto, pero estaba mojado, y el hecho de que una mujer perforaba la piel de su ceja con una aguja no ayudaba mucho.
— Que se esté quieto – le dijo la mujer con un pesado malgenio, Gabriel bufó, e inevitablemente pensó que toda la gente de Florencia estaba de malgenio ese día, incluso él estaba de malgenio.
Gabriel observaba por la pequeña ventana de la oficina de Samuel el agua caer inclemente sobre los techos del pueblo, la tormenta embravecida azotaba como un huracán dispuesta a arrancar a Florencia desde los cimientos, y lanzarla al aire como hojas al viento. Bajó la cabeza de nuevo, intentando pensar en la justificación de su proyecto. ¿la justificación? Estaba allí porque le tocaba. Intentó concentrarse, pero el ruido que causaba la gotera contra el balde que Samuel había puesto sobre el escritorio no lo permitía, al final terminó por rendirse y dejó el lapicero sobre el papel, intacto, y sacó su celular, jugó un rato a un jueguito patético que había descargado hacia porco y chateó con un par de amigos que fingieron interesarse por su situación, hasta que se despidieron de manera muy inesperada. Vagó un rato por los contactos hasta que vio a “
La clase de educación física estaba siendo entretenida, de no ser por el sol intenso que azotaba el pavimento del polideportivo, hubiera sido una gran clase; corrían y saltaban en un juego de pasarse varias pelotas de basquetbol entre todos los alumnos, y a Gabriel se le olvidó por un momento todo aquello del narcotraficante que lo había mantenido despierto hasta bastante entrada la noche. El profesor Sebastián daba varias indicaciones, y reía con los demás cuando alguien no atrapaba alguna pelota de manera graciosa, y así se pasaron las dos horas de la clase.Volvían hacia el colegio para sus últimas dos horas de ciencias sociales cuando Camila alcanzó a Gabriel, tenía la cara tan roja que parecía que sangraba.— ¿Cómo te pareció la clase? — Gabriel asintió — estuvo entretenida, me gustó mucho, aunque me arde el sudor e
Camila se mordió el labio, incapaz de encontrar una posición más cómoda para seguir sosteniendo su celular en el aire. Estaba boca arriba en su cama, con los brazos estirados pasando un rato en el F******k. Cuando ya no tenía más qué hacer se puso a rebuscar en las sugerencias de amistad, entrando a los perfiles de los chicos más sexis y enviando sus respectivas solicitudes, de soslayo vio la sugerencia que le indicaba el perfil del profesor Sebastián, pero lo ignoró, como tantas veces lo había hecho. No podía estar cerca de la tentación de enviarle la solicitud, era su profesor, no era correcto y además el hombre jamás se fijaría en ella. Dio un paso atrás, regresó al perfil del maestro y comenzó a ver las fotos, para su deleite, las fotos que tantas veces había visto aun estaban ahí, de él haciendo ejercicio, leyendo un libro y sin camisa, mostrando sus buenos pectorales y esa línea de vello que le cubría el pecho y el abdomen que la volvían loca. Lo meditó por varios minutos y el
La tarde caía con rapidez, pero Gabriel deseaba que se acabara lo antes posible, era un momento que llevaba evitando desde hacía mucho tiempo. Suspiró, tomó la perilla de la puerta y la abrió, la risa de los niños ahogaba cualquier otro ruido, la luz de las ventanas provocaba que todas sus pequeñas sombras se reflejaran en la pared a la derecha de Gabriel. Los niños hacían un círculo mal hormado alrededor de la doctora Melissa, la novia de Samuel. Nadie se percató de que él entró, así que se quedó ahí, analizando la curiosa escena. La mujer leía un libro y los niños reían a carcajadas, o al menos los que tenían el suficiente coeficiente intelectual para entender, los que no, estaban más afuera, un poco retraídos, y reían solo porque los demás reían. Gabriel observó a la doctora, entendía por qu&ea
Poco a poco los niños comenzaron a desaparecer con sus respectivas madres, que le daban la mano a Gabriel como gesto de bienvenida, o al menos la mayoría. El rumor de que era un vándalo debía de estar incluso hasta en las veredas, seguro Maoy recibiría algunas quejas al respecto, pero agradeció que no hicieran show tipo Rosa de Guadalupe y gritaran que un sicario o cosas por el estilo no iba a cuidar a sus hijos. Al final el salón fue quedando vacío hasta que solo quedaron Gabriel y Samuel. Se formó un silencio incomodo mientras recogían todos los juguetes y ponían en orden todo lo demás, luego Samuel se detuvo frente a la pared llena de dibujos. — Bien hecho — dijo. Gabriel levantó la cabeza de la lona donde estaba metiendo los cojines y se lo quedó mirando. —Gracias — susurró, casi seguro de que no lo había escuchado. Samuel dio un paso al frente, y estudió detenidamente uno de los dibujos un poco por encima de su cabeza. —¿Quién hiso este? — Gabriel se pus
Cuando despertó, pensó que había pasado toda la noche tirado en el suelo, con el cuerpo entumecido y varios tipos de dolores. Se renunció a abandonar la cómoda oscuridad, sabía que si abría los ojos le dolería el cuerpo, y ya estaba harto de estar siempre con el cuerpo adolorido, trató de buscar su almohada, pero no la encontró, así que se quedó quieto. Le pareció que llevaba años dormido, y supuso que tenía miles de llamadas perdidas de Jhon, estaría furioso. ”Cada segundo vale oro, literalmente” recordó sus palabras y su voz exasperantemente calmada.Abrió los ojos de golpe cuando sintió el motor de un auto encenderse, y se halló aun tirado en el suelo, por un segundo se preguntó dónde estaba, qué hacía ahí, y quienes eran todas esas personas que lo miraban sin ayudarlo, ¿po
Estaba en el pavimento, quieto, sentía como la sangre le escurría por cara y como le palpitaba el corazón con fuerza, ¿Cómo había llegado ahí? ¿por qué estaba tan cansado? Trató de buscar la herida en su cabeza, pero no fue capaz de mover la mano. Me caí de la cama de nuevo Pensó. Intentó abrir los ojos y no pudo, era como si un sedante le impidiera hacerse dueño de su propio cuerpo. Comenzó a desesperarse, no podía moverse, no podía gritar, solo podía escuchar sus propios gemidos desesperados y desgarradores, luego, de la nada, sus ojos se abrieron, la luz lo cegó por un momento, y no le permitió reconocer las figuras que aglomeraban a su alrededor. Miró hacia abajo y vio el cemento manchado por gotas de sangre, su sangre.—No —dijo en voz alta, aterrado, y se volvió a las personas que lo rodeaban &
Melissa, la doctora, le había dado como mínimo un día de incapacidad, sin el colegio ni el hospital, así que cuando Axel llegó por él en la mañana y lo llevó a casa, se quedó la mitad del día terminando de leer un libro que tenía en proceso, arrumado en la ex cama de Tomás y con las sabanas hasta el cuello. Su tía entraba de vez en cuando para asegurarse que estuviera bien, pero no mencionaba palabra alguna del acontecimiento del día anterior, ni él tampoco hizo animo de mencionar nada, porque quien tenía que darle muchas explicaciones era Axel, y estaba esperando ansioso la tarde para escurrirle cada dato, pero por el momento estaba a punto de llorar mientras leía que uno de los protagonistas, el leñador barbado y musculoso, agonizaba en los brazos del otro hombre que se despedía entre sollozos, y estaba a punto de sonarse los mocos cuando llegó