Capítulo 4: La Huida

“Y al partir serán estas mis últimas palabras: Me voy, dejo mi amor detrás”

Rabindranath Tagore

PV Ellyn

Si, él no era mí pareja destinada pero no por eso dejaba de doler. Habíamos prometido que estaríamos juntos, no esperábamos que uno de nosotros encontrara su supuesta alma gemela. Más bien confiábamos que cuando llegase este momento, la Diosa nos habría bendecido. ¡qué equivocados que estábamos! Pero, aun así, ¿Hubiese cambiado algo el hecho de saberlo? Tal vez sí. Tal vez no me hubiera esforzado tanto, tal vez habría salido a fiestas, me hubiese divertido como cualquier otro adolescente, tal vez no habría dado mí corazón ni mí alma en una causa pérdida. Pero los “tal vez” y los “y si” eran irrelevantes. Era todo en vano porque lo pasado no era modificable.

- ¿Qué sucede? -Fionn se sentó a mí lado y me miró con el ceño fruncido, sus ojos parecían querer escudriñar mí alma y sabía que él podía leerme con facilidad si le mentía. Más allá de mi dolor y mí autocompasión pude hablar serena.

- Xavi encontró a su pareja destinada – respondí mirando hacia el cielo estrellado.

- No eres tú- afirmó y que otra persona lo supiera me desgarraba- ¿Su compañera está aquí? - pregunto con cautela y sabía que estaba intentando evaluar mis reacciones.

- Si. Él se mantiene alejado de ella, pero tarde o temprano, el vínculo los unirá. – no entendía cómo podía siquiera emitir palabra alguna, pero, aunque fueran un susurro, mi hermano menor las escuchaba.

- Ellyn… lo sabías… que tanto él como tu podrían encontrar a sus parejas…-comenzó diciendo mí hermano y sabía que tenía razón, pero yo no quería escucharla.

- Creíamos que hoy haríamos oficial lo nuestro, pensamos, tal vez ilusamente que nuestro amor era también bendecido por la Diosa. - todo el dolor que habitaba en mí interior no se exteriorizaba en mis palabras, ni en mí rostro. Parecía que la realidad me había golpeado y solo estaba en shock. – necesito irme de aquí – resolví de pronto – y tú me vas a ayudar – agregue y lo mire a los ojos, que se abrieron de pronto con sorpresa.

- Lo hare- no lo dudo ni un segundo y antes de que oídos indiscretos pudiesen escuchar lo que haría, le escribí un mensaje en mí celular y se lo hice leer.

Precisaría que simplemente no dejará que Xavi se fuera de la fiesta. Por mi parte Aduciría que iría al baño simplemente a refrescarme y luego escaparía por la puerta de atrás. Iría hacia mí casa cortando camino por el bosque que conocía como la palma de mí mano. Y luego… luego volvería a planificar mis siguientes pasos.

Nadie estaba muy atento a que hacían los hijos del beta, pero en algún momento Fionn se arrimó al futuro alfa y desde la cercanía vigilarla sus pasos. Xavi cada tanto miraba en mí dirección, pero sus ojos cambiando constantemente de color me indicaba que estaba lidiando con su lobo, lo que lo hacía más propenso a distraerse y si contase con suerte, parte de mí huida, estaría hecha.

Dejé que me viera ir hacia la casa, para que supiese que solo fui al tocador o al baño. Lo que supusiera corría por su cuenta. Y realmente pase por el baño para dejar mí aroma allí, antes de llenarme de perfume y quizás poder distraer a quien quisiera buscarme. Lo que no tuve en cuenta, después de salir del sanitario, es encontrarme a ella. Verla de cerca fue como si alguien me diera una patada en el pecho y me impidiera respirar.

- Enmm….. Yo… esto…- la Omega tartamudeaba y en mí interior una ira desconocida comenzaba a crecer o coserse a fuego lento.

- ¿Podrás hablar si quiera sin tartamudear? – Mascullé con veneno y ella abrió sus ojos con sorpresa y enseguida se les llenaron de lágrimas. ¡Diosa bendita! ¿De verdad? Lo que me faltaba, pensé en mí fuero interno. Había conocido a valientes omegas, fuertes en lo su capacidad les permitía y brillantes e inteligentes, pero ahí estaba ella, la compañera predestinada de una de las manadas más grandes y fuertes, temblando como una hoja y llorando como si le hubiese matado a un familiar.

- El… el alfa… es mí pareja destinada – dijo después de muchos intentos. Me estaba haciendo sentir incómoda y también me estaba haciendo perder el tiempo. Tiempo que no tenía y tiempo que precisaba.

- ¿Es así? No vi que él te reclamará frente a la manada y si fuera así, no es asunto mío, Omega. Así que retírate de mí vista – ordené. Yo era una beta, aunque aún no tenía mi lobo, tenía la suficiente autoridad para emitir órdenes.

Ella me miró con sus grandes ojos enrojecidos sin poder emitir palabra y se marchó mirando hacia el piso. Jamás había sido cruel antes, ni había utilizado mí status para intimidar a nadie. Mencionar su jerarquía de la forma en que lo hice, despectivamente, no era algo que se me hubiese ocurrido antes, pero ahora no me importaba. Necesitaba que se fuera. No me importaba hacerla sentir un poco de lo que yo sentía en ese instante. Al fin y al cabo, ella ya había ganado y yo solo tenía mí rencor y mí tristeza. No la conocía en profundidad y no es que la odiaba en sí, pero odiaba el concepto de lo que representaba y contra ello yo no podía lidiar. ¿Podría batirme a duelo por el puesto de Luna? Era algo infrecuente pero factible. ¿Estaba dispuesta a lastimar a Vanessa, hiriendo a Xavi con ello? Claramente, aunque odiaba el mundo, a la Diosa y a mí presente, no estaba en mí herir físicamente a nadie ni matarlo, salvo que se lo mereciera.

Finalice con mis cavilaciones y me llene de perfume. Uno que tenía en mí cartera y que nunca use porque Xavi siempre dijo que prefería mí aroma natural. Guarde mis tacones para no hacer ruido y para moverme más rápido; y refugiada en el ruido estridente de la música que sonaba en el claro y la gente festejando, me escurrí sin que nadie me viese por la puerta trasera hasta llegar al bosque. Necesitaba apurarme y corrí, mis pies estaban a acostumbrados a la dureza del suelo, pero, aunque hubiese vidrios y estos se me clavaran en las plantas de los pies, estoy segura, que ni siquiera habría sentido dolor.

Impulsada por una fuerza que se alimentaba de mí ira y de mi dolor, corrí como si mí vida dependiese de ello. Forcé mí resistencia al máximo, hasta que mis pulmones parecían querer colapsar y mi corazón salir por mí garganta. Mis ojos estaban nublados por el esfuerzo, pero eso no me impidió llegar a mí casa.

Tomé la llave auxiliar que se hallaba bajo una de las tantas macetas que mi madre tenía en el porche y entre. Rápidamente le escribí a mí hermano para saber cómo estaba la situación en la fiesta y él me respondió que en diez minutos estarían sirviendo la cena, que tenía poco tiempo para hacer lo que tuviese que hacer antes que alguien se percatase de mi ausencia.

Una idea descabellada, pero idea al fin se fue formando desde el momento que salí del claro. Fue tomando el aspecto de buen plan a medida que otras opciones eran menos viables o imposibles y llegue a la conclusión de que por más que amara a Xavi y el me quisiera, tarde o temprano, el destino era innegable. ¿Podría él rechazarla? Tal vez. No era algo común que un lobo rechazara el vínculo que la Diosa te regalaba, y seria hipócrita decir que no lo deseaba, pero que clase de persona sería si una chica ajena e inocente muriese llegado el caso por qué su corazón se rompiese producto del rechazo. Xavi quería una oportunidad para hablar, pero ¿Qué me diría? Yo sabía que me quería, y él sabía que yo también lo quería, pero por su bien y por el mío, tendría que apartarme de esto. Quería creer que la lejanía me ayudaría a sanar y porque no, también a que ambos pudiésemos olvidar.

Apure el paso, me saqué el vestido precioso dejándolo tirado en el suelo de mi habitación y cogí una mochila con pocas cosas, prendas, dinero y mis documentos. De mí teléfono anote los números importantes, de mí familia y mis amigos íntimos. Y finalmente escribí un mensaje a la única persona que podría ayudarme en ese intente.

“Necesito tu ayuda. Iré hacia allí”. No respondería, nunca lo hacía, aunque me leyó rápidamente. Guarde su número con el resto de los que anoté en una libreta y luego borre su contacto y los mensajes.

Apague mí teléfono y escribí una nota muy escueta a mi familia diciendo que me pondría en contacto con ellos pronto, dejaría que mi hermano llenase los huecos de mí huida con la poca información que sabía. Pero también deje una nota para él, no quería que me buscara y con dolor lo instaba a seguir con los designios de la diosa. escribí cada palabra resultó en una tortuosa agonía, y las lágrimas nublaban mí visión, pero no había tiempo que perder.

Una moto, mí moto, estaba guardada en el garaje y la saqué rápidamente. Tanto Fionn como yo manejábamos desde que teníamos trece años y papá me regaló una propia cuando tenía dieciséis. Vestida completamente de negro, mi moto parecía estar a juego con mi ropa. Sin luces, avance por los lugares que sabía que no habría patrulla, aunque me tuve que desviar varias veces y hui. Nunca había ido a una velocidad tan rápida, pero mí moto estaba preparada para terrenos difíciles. Miré atrás cuando estuve a una distancia prudencial y con dolor murmuré una única palabra: “Adiós”

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