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Capítulo 5:Un nuevo hogar

«Los nuevos comienzos a menudo se disfrazan de finales dolorosos».

-Lao-Tse-

Pv Ellyn

No se cuánto tiempo maneje, creo que durante mucho tiempo hasta que obligatoriamente tuve que detenerme para cargar gasolina y seguí mi viaje. No me importaba el cansancio por las horas arriba de la moto, ni el dolor que parecía vivir en mi interior. Cuando creí que la distancia era suficiente hice lo único que me faltó por hacer antes. Me desvié, una vez mas de mi camino original y seguí por un camino mejorado de tierra serpenteante hacia una montaña de no tanta altura. Si fuera en otro momento capaz me hubiese deleitado con la vista, el bosque oscuro pero lleno de vida, y más allá un mar cuyas olas chocaban contra la playa dorada.

“Yo, Ellyn Marion Starweaver, corto todo lazo que me unía a la manada “Medianoche eterna” y por ello me declaro como un lobo solitario” – emití y ese sentido de pertenencia que tenemos cada lobo que vive en una manada y habita en nuestro interior, se cortó. Si antes me sentía sola, ahora la soledad era mucho peor. Ser un lobo solitario podía implicar muchas cosas, pero al menos no era lo mismo que ser un renegado, porque a estos últimos se los expulsaba de su manada. Ser exiliado era una marca imborrable pero invisible que te a acompañaba con un olor determinado a todos lados, dicen que el aroma es similar al de algo mojado que se esta pudriendo. No lo se a ciencia cierta, porque jamás olí a uno, pero en las reuniones de manada y en la escuela nos hablaron incontable cantidad de veces de ello.

Pero ser un lobo solitario solo significaba que eras tu contra el mundo, que no te has ido de tu manada para viajar o porque no estabas conforme. Tu olor cambiará, no será acogedor tal vez, pero te permitía integrarte a otra manada si es lo que querías. Si bien mi plan en un principio fue intentar vivir en el mundo de los humanos, supe que no era muy viable, faltaban unas semanas para mi cumpleaños y obtendría mi lobo, necesitaba estar con los de mi especie durante ese momento.

Pensar en mi lobo, me hizo pensar en mi familia y el dolor volvió a presentarse. Seguí viaje al lugar que nadie esperaría que fuera, ni tampoco me encontrarían, pero el pensamiento persistente de que extrañaría a los míos aun rondaba mi mente. ¿hice bien en irme? ¿tenia que haber hablado con mis padres? ¿entenderían ellos mi decisión? Nunca fui una hija que les ocasionara ningún tipo de problema antes, pero ahora me había escapado de mi hogar, corté lazos con la manada y ellos lo sintieron, así como todos los miembros de rango, incluso él, porque irme también significó renunciar a mi posición como beta. Los lobos solitarios no tienen rango, aunque aún teníamos todas las cualidades.

Los rayos del sol indicaban el nacimiento de otro día y también indicaba que estaba próxima a mi destino. Para haber visto solo el mapa, sabia bien donde dirigirme. Ingresando por un bosque espeso, hay un camino que solo los seres sobrenaturales pueden ver y transitar. Rodeado de agua, montañas altas y siempre nevadas se hallaba mi nuevo hogar. A la distancia, como una joya alojada entre los pliegues de la naturaleza, el castillo se alzaba en todo su esplendor. Las torres puntiagudas se elevaban hacia el cielo y los muros de piedra gris parecían surgir de la misma montaña que lo sostenía, fusionándose con el paisaje que lo rodeaba. La roca, escarpada y robusta, ascendía abruptamente a su alrededor, un coloso protector que abrazaba el castillo en un abrazo indomable.

El horizonte, bañado en los tonos suaves del amanecer, comenzaba a teñir el cielo de naranjas y morados, mientras que la niebla que se deslizaba entre los picos montañosos. Jamás había estado aquí antes, pero si vimos fotos en nuestros libros escolares.

Los árboles, altos y robustos, se extendían como un mar verde que rodeaba la fortaleza y la ciudad. Por debajo de las murallas mas allá, un río serpenteaba con calma, reflejando en sus aguas partes del castillo. Decir que era imponente, seria quedarse corto, pero no encontraba otra palabra para definir a esa fortaleza.

Era un lugar aislado, apartado del bullicio del mundo humano y rodeado de magia antigua que ocultaba su existencia ante ojos indiscretos y curiosos. Nuestro reino era el lugar seguro para todos los lobos que quisieran formar parte de él y que demostrasen que servían a la corona de alguna forma. Sabia, a ciencia cierta, que era un buen punto de partida para aquellos lobos solitarios como yo, no tendría que enfrentarme a los peligros de los bosques plagados de renegados dispuestos a cualquier cosa o de otras criaturas sobrenaturales que nunca vi antes.

Avance con mi moto, ahora a una velocidad reducida hasta la entrada del bosque circundante donde me detuvieron los guardias reales haciendo las preguntas de rigor como de dónde venía, hacia donde me dirigía, el motivo de mi presencia allí y donde me alojaría; también controlaron mis pertenencias, mientras uno de ellos enlazaba mentalmente a mi contacto dentro del reino para confirmar mi versión y mis respuestas.

El control era exhaustivo y tomaba su tiempo, pero no podía quejarme. Cien años de no tener ninguna incursión de renegados ni otras creaturas, indicaban que se tomaban en serio su trabajo y que los protocolos funcionaban correctamente. Cuando finalmente me dejaron pasar, seguí mi marcha visualizando todo y apreciando las construcciones modernas y antiguas. Muchas de ellas construidas en la dura piedra, otras realizada con madera y otras tantas con cemento. Mas allá de la magia, daba también la impresión de que cada rincón del paisaje parecía estar imbuido de un antiguo poder, como si la naturaleza misma hubiera decidido proteger ese rincón lejano. ¿Quizás podría ser feliz aquí? ¿podría sanar?

Lejos del centro de la ciudad y prácticamente pegado a uno de los tantos valles montañosos del Reino, un arroyo de agua cristalina rodeaba la construcción que ahora y momentáneamente seria mi hogar. Sus aguas burbujeantes y espumosas serpentean a través de las rocas y la vegetación. Un pequeño puente de madera, simple pero robusto, cruza el arroyo, por lo que deje estacionada mi moto y lo cruce a pie.

Una cabaña de madera de tamaño medio se camuflaba con el ambiente y si uno no prestaba atención podría parecer que estuviese abandonada. La casa estaba construida con madera, pero enredaderas tapaban mayormente los detalles. El entorno estaba formado por un denso bosque con árboles de diversas alturas y tonalidades de verde y marrones. Mas allá, las montañas de menor altura, estaban también cubiertas por una capa de árboles.

Miré al cielo que ya estaba azul y claro, sin nubes en él; y me mordí la lengua para evitar dar una plegaria. El dolor estaba fresco, y el resentimiento era uno de los peores sentimientos que habitaban en mi interior. La paz del exterior, la atmosfera tranquila y pacifica no se reflejaba en mi interior, porque allí adentro, solo existía una tormenta furiosa que no parecía tener fin.

- ¿Vas a seguir distraída mirándolo todo o en algún momento ibas a tocar la puerta? - Su voz me saco del hoyo donde me había enterrado con mis pensamientos deprimentes.

- Iba a seguir hundiéndome en la miseria un poco más – respondí y me acerque a darle un abrazo- gracias por dejarme venir aquí- agregue luego de soltarme.

- No tienes que agradecerme, sabes que siempre quise volver a verte – me limpio con sus pulgares las lágrimas furtivas que cayeron por mi rostro- ven, vamos adentro, a tomar algo caliente y puedes descansar un poco, sobrina.

La melliza de mi padre me instó a caminar e ingresar en su acogedor hogar y en ese breve instante, a pesar del cansancio que me inundaba, el dolor en mi cuerpo por tantas horas de viaje, y la tristeza en mi corazón, sentí que este lugar podría en algún momento, llamarlo hogar.

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