Capítulo trece

CAPÍTULO 13

No doy crédito a lo que mis ojos ven. Mi cuerpo es un manojo de nervios. No sé cómo reaccionar ante un caso así.

 Es como si me hubiese congelado al ver a Amenadiel, sentado en el suelo con sus piernas flexionadas y sus codos apoyados en sus rodillas. Tiene las manos en el rostro y no distingo si está insultando a Dante o llorando el silencio.

Me acercó a él y me siento a su lado. Dejo caer mi cabeza en su hombro.

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